Primera Chispa de la Revolución Mexicana El 4 de junio de 1910 estalló en Valladolid, Yucatán, el primer movimiento armado de la Revolución Mexicana que algunos historiadores han designado con diversos nombres, entre ellos «La Primera Chispa de la Revolución Mexicana» o «Los Sucesos de Valladolid». De acuerdo con la crónica de Ignacio Lara Gómez, el 10 de mayo de ese año, en una pequeña ranchería denominada Dzelkoop, fue firmado el Plan del mismo nombre por los jefes y caciques mayas de la región oriente, comprometiéndose a sostener el movimiento revolucionario con las armas en la mano. Quien llevó las noticias del movimiento y presentó el Plan a los indígenas mayas fue Maximiliano R. Bonilla, que al regresar a Valladolid invitó a Miguel Ruz Ponce y a Claudio Alcocer, para adherirse al mismo y levantar al pueblo en armas.
El Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana establece que la rebelión de Valladolid fue organizada por los dirigentes del Centro Electoral Independiente Bonilla, Ruz Ponce y Alcocer, y más tarde se incorporaron Atilano Albertos, José E. Kantún, Bonifacio Esquivel, Nicanor Loría, Juan Correa, Ramiro Osorio, Anastasio Osorio, Magdaleno Osorio, Donato Bates, Juan Díaz Correa, Rufino Vivas y muchos otros vallisoletanos. Lara Gómez señala que existen versiones de que el plan fue redactado por Crescencio Jiménez Borregui, oriundo de Valladolid, de ideología revolucionaria y profundo conocedor de la situación social que prevalecía en la zona.
El Plan de Dzelkoop establece que los firmantes, reunidos «espontáneamente» para tomar medidas, «a fin de evitar que el Estado sucumba en manos de un gobierno déspota y tirano gobierno formado por una sola familia de esclavistas cuya única ambición es apoderarse de todas las principales riquezas del país, y reducir al sufrido pueblo a braceros de sus ricas propiedades. El actual gobierno no es legal, porque no ha sido ungido por el voto popular. Este pueblo que a diario siente en las espaldas el flagelo del caciquismo, no puede soportar por más tiempo las arbitrariedades del terrible dictador que ha visto impávido su agonía y su miseria y se ha burlado de sus sagrados derechos por mantenerse en el poder».
El Plan desconoció a Enrique Muñoz Arístegui, gobernador porfirista de Yucatán; propuso nombrar «una junta gubernativa compuesta de siete individuos de reconocida capacidad, amor al orden y acrisolado patriotismo, para salvar al Estado de la ruina que lo amenaza, por la actitud imponente y despótica de nuestros enemigos burócratas» y estableció que de la junta se designaran dos individuos de la capital del estado, uno por la división de Oriente, otro por la división del Sur, otro por la división de la costa y dos por el territorio de Quintana Roo, que gobernarían el estado durante un mes máximo, «bajo el sistema que nos rige». Asimismo, reconoció como caudillos de la Revolución a los coroneles Maximiliano R. Bonilla y José Crisanto Chí, a quienes se les concedieron las facultades necesarias «para salvar al Estado, haciendo imperar la opinión pública». Los firmantes fueron, además de Bonilla y Chí, Juan de Mata Pool, José Candelario May, Teodoro Núñez, José Antonio Balam, Juan Bautista Pech, Mónico Tus, Lázaro Báez y M. Ruz Ponce.
El Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana señala que en el movimiento participaron cientos de peones acasillados, reclutados por Alcocer y Ruz Ponce, y voluntarios cooptados por Bonilla de entre los indios pacíficos de las cercanías de Valladolid. El ataque dio comienzo a las 3 de la mañana y fue breve. En él resultó muerto el jefe político Luis Felipe de Regil y cuatro soldados. «Ruz Ponce fue nombrado coronel y jefe militar de la plaza y con este carácter hizo reconcentrar en Valladolid con todos sus hombres y armas, a los presidentes municipales y comisarios de los pueblos de la jurisdicción de la ciudad y a los jefes militares de los sectores del Cuerpo de Seguridad Pública y de policía que los resguardaban, llegando a reunir a cerca de 1,500 indígenas armados bajo su mando. Los rebeldes levantaron tramos de rieles del ferrocarril a 2 km de la ciudad, prepararon 27 trincheras e hicieron préstamos forzosos entre los vecinos pudientes, recaudando más de 6,000 pesos». Enrique Muñoz Arístegui nombró al coronel Ignacio Lara como jefe político de Valladolid y le ordenó que de inmediato organizara un ejército para combatirlos. El militar salió de la capital del estado al mando de 75 hombres, cantidad que creció mediante la leva hasta sobrepasar los 600 efectivos y el 8 de junio de 1910 acantonó en Tinum. Ese mismo día arribó al poblado el 10 Batallón de Línea, enviado por el gobierno federal y que había desembarcado un día antes en Progreso, comandado por el coronel Ignacio Luque. Al mismo tiempo, en Santa Cruz se movilizó otro batallón de federales bajo el mando del general Ignacio A. Bravo y en los pueblos del rumbo fueron alistados contingentes de la Guardia Nacional. «Al día siguiente se sostuvieron escaramuzas en Tinum, Uayma y Pixoy, con resultados adversos para los sublevados. La tarde del miércoles 8 de junio comenzó el asedio de la plaza. A las 8:00 horas del día 9 se inició el ataque formal, que terminó a las 13:00 horas, cuando las tropas federales penetraron por el barrio de la Candelaria, tomaron la ciudad y asesinaron algunos pobladores, para proceder después al saqueo desenfrenado de los comercios. El saldo de dicho encuentro fue de 200 rebeldes muertos, 500 heridos y 600 prisioneros. Entre las tropas gobiernistas hubo 30 muertos y 60 heridos, entre ellos el coronel Lara. Además, fue decomisado un importante número de armas». La derrota militar hizo que Ruz Ponce, Claudio Alcocer, Donato Bates y otros dirigentes del levantamiento de Valladolid huyeran hacia la selva oriental y se refugiaran entre los indios mayas, mientras que Maximiliano R. Bonilla, Atilano Albertos y José E. Kantún, tras ser hechos prisioneros, fueran condenados a muerte por un Consejo de Guerra y fusilados el 25 de junio. «De los prisioneros, 75 fueron internados en la Penitenciaría Juárez y el resto enviados a Veracruz y enrolados en el Ejército Federal. Los incapacitados para el servicio de las armas fueron deportados al territorio de Quintana Roo para realizar trabajos forzados. Recuperado de sus heridas, el coronel Lara, al frente de una columna de 600 hombres, fue designado para liquidar a los sublevados escondidos en la selva. La rebelión de Valladolid no fue secundada por otras poblaciones. A partir del gobierno de Agustín Franco Aguilar (1958-1964), los tres poderes conmemoran la fecha, ya que por decreto del Congreso del Estado, oficialmente el 4 de junio es día de fiesta estatal.