Pat, Jacinto Cacique de Tihosuco, comerciante, uno de los primeros conspiradores y jefe máximo de la rebelión indígena que estalló en 1847. Terry Rugeley, en su artículo Tihosuco 1800-1840: la sociedad municipal y la génesis de la Guerra de Castas, menciona que la familia de Pat gozó por muchos años de importancia en ese pueblo y sus alrededores. Terry Rugeley señala que la primera mención de Jacinto Pat se ubica en 1828 cuando su nombre apareció en la matrícula de Tihosuco. «Hasta ese año había evidencia de que Pat tenía conexiones fuera de su pueblo, porque su esposa era Feliciana Puc, patronímico raro en Tihosuco, pero bastante común en Chichimilá, Xocén y otros poblados cercanos a Valladolid.
«La participación de los Pat en la política municipal emergente, los involucró con sacerdotes y propietarios y en la política nacional. Por ejemplo, en 1843 no sólo Jacinto Pat sino su pariente Cecilio Pat (probablemente un tío) y su primo JoséMaría Pat, firmaron el plebiscito para reunificar la Península con México». Lo identifica como un declarado barbachanista, que contó con el patrocinio de Antonio Trujeque y Vito Pacheco.
Nelson Reed, en su libro La Guerra de Castas de Yucatán, sostiene que se desconocen las intenciones que tuvieron en un principio los líderes mayas para iniciar la sublevación, pero existen elementos que permiten suponer que independientemente del plan urdido por el coronel Cetina, consistente en una revolución barbachanista, contra el gobierno de Santiago Méndez, los indígenas planearon también el suyo. La denuncia de un colono blanco de la región, en el sentido de que por su rancho estaban pasando grandes turbas de indios cargados de provisiones con destino a Culumpich, aunada a la declaración de su sirviente de que se preparaba una gran conspiración contra la raza blanca, hizo que el coronel Eulogio Rosado ordenara la aprehensión de Jacinto Pat y Cecilio Chí, acusados junto con Bonifacio Novelo de ser las cabezas de la conspiración. Casi paralelamente, el cacique de Chichimilá, Manuel Antonio Ay, fue denunciado como parte de la conspiración y fusilado el 26 de julio. El 30 de julio estalla la guerra con la toma de Tepich, en represalia por el saqueo del rancho de Cecilio Chí. El historiador Serapio Baqueiro, en su Ensayo histórico sobre las revoluciones de Yucatán, señala que en condiciones de persecución y fuera de la ley, Pat verificó el 7 de agosto en Culumpich una reunión a la que asistieron los caudillos orientales para optar, no por una guerra en alianza con algún partido político, sino la guerra total contra los blancos. Los sublevados toman Tihosuco e Ichmul, Peto y Valladolid; sitiados, son evacuados y caen Yaxcabá y Sotuta.
A principios de 1848, una comisión pacificadora con el aval del gobierno ya había entrado en relación con Jacinto Pat, quien convocó a los caudillos principales a una reunión en Tihosuco para hablar sobre la propuesta de paz. Baqueiro indica que mientras la respuesta de los otros caudillos fue violenta, Pat lo hizo en otros términos. Estableció, en la carta que recibió el padre Canuto Vela el 25 de febrero de 1848, que los motivos de la guerra se fundamentaban en el recargo de contribuciones, en los excesivos derechos parroquiales, en el incendio de Tepich y en otras tropelías cometidas por las tropas. Decía que si el gobierno estatal decretaba la abolición de los impuestos y la reducción de los derechos parroquiales, tal vez la guerra concluiría. A finales de marzo, Santiago Méndez renunció a la gubernatura del estado y cedió el cargo a Miguel Barbachano. Ese día publicó una proclama en la que hablaba de la existencia de una fracción entre los indios sublevados encabezada por Jacinto Pat, la cual se oponía al «exterminio de las otras razas» y que inspiraba confianza. Por instrucciones del nuevo gobernador, el padre Vela, acompañado de Felipe Rosado y del cura Manuel Ancona, se reunieron con Jacinto Pat, en Tzucacab, donde se firmaron unos acuerdos conocidos como Tratados de Tzucacab, en los cuales se establecía la abolición de la contribución personal en favor de la clase indígena; la reducción de los derechos de bautismo y casamiento, en favor de esa clase y de los blancos; el derecho para que los indígenas rozaran los montes para establecer sus sementeras o formar ranchos en los ejidos de los pueblos, en las tierras de comunidad y en los baldíos, sin pagar arrendamiento y sin que se pudiera enajenar ningún pedazo de dichas tierras; la suspensión del pago de las deudas de los sirvientes, y la abolición en todos los pueblos del estado de los derechos de destilación de aguardiente. También establecían que Miguel Barbachano quedaría como gobernador vitalicio de Yucatán y Jacinto Pat como gobernador de todos los indígenas. Pat fue obsequiado con una banda de raso blanco que contenía la leyenda «Gran Cacique de Yucatán», bordada con hilo de oro, un bastón de puño de plata y otros objetos. Enfurecido por esta traición, Cecilio Chí le acusó de cobarde y traidor, iniciándose una división entre los bandos de ambos jefes.
Detenido el avance de los sublevados, en junio avanzan las tropas del gobierno por todos los frentes. En octubre, Pat resolvió emprender una fuerte campaña en contra de las tropas de la primera división, para lo cual reunió 5,000 hombres procedentes de Tihosuco, Peto y Tekax, que ocuparon Ticum, Tixcuytún y parte de la cordillera al sur de Tekax. «formando una cadena de trincheras y emboscadas», la cual causó numerosas bajas al enemigo.
La avanzada de las tropas federales sobre la región hizo que los indígenas se replegaran, formando diversos campamentos. Jacinto Pat estableció el suyo en el rancho Tabi. Ahí le llegó la noticia del asesinato de Cecilio Chí de manos de su secretario, Atanasio Flores. Durante noviembre y diciembre, el ejército recuperó Valladolid, Tizimín, Espita, Peto, Ichmul y Tihosuco, aunque enfrentó la feroz resistencia de los sublevados. Tihosuco fue sitiado de nuevo, así como Saban. Las fuerzas del gobierno recuperaron Bacalar cortando la línea de comunicación de los sublevados con Belice. Para ese momento, Pat ya era víctima de una constante persecución por parte de los caudillos de la zona norte y sur de la franja selvática costera, Venancio Pec y Florentino Chan, respectivamente. El rumor de que Pat quería firmar la paz con el gobierno como ya lo había hecho antes en Tzucacab, los llevó a que el 3 de septiembre ambos firmaran una carta, junto con otros líderes rebeldes, en la que desconocían a Pat como comandante por haber faltado al mandato colectivo, y lo sentenciaban a muerte. El 8 de septiembre, a las cinco de la mañana, Venancio Pec llegó al rancho Tabí para ajusticiar a Jacinto Pat. Éste había salido un día antes rumbo a Bacalar, llevándose 5,000 pesos.