Palo de tinte Planta colorante, que crece en el sur este de México y otras zonas tropicales del Continente Americano donde existen terrenos cenagosos y húmedos. Su nombre científico es Haematoxylum campechianum y pertenece a la familia de las leguminosas. Tuvo gran importancia en la industria textil europea de la segunda mitad del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX. Fue motivo de disputa entre España e Inglaterra por el control de las zonas de explotación en América. A raíz del descubrimiento de las anilinas y otros colorantes sintéticos, a fines del siglo XIX y principios del XX, dejó gradualmente de ser un producto importante de exportación. Se le conoció comúnmente en Campeche, Yucatán y Tabasco con los nombres de palo negro, ek’, tinto y palo de Campeche, mientras que en otros lugares del Continente se le llamó palo sanguíneo, de Nicaragua, del Brasil o de las Indias. Es un árbol espinoso que llega a medir hasta 15 m de altura, de tronco nudoso y retorcido cuyo diámetro oscila entre los 45 y 60 cm; su corteza es áspera, de color moreno-grisáceo y sus flores tienen un olor especial y desagradable. La riqueza industrial del palo de tinte radica en su alto contenido de hematoxilina concentrada principalmente en los troncos, sin corteza y sin albura, que son de color violáceo o negruzco en el exterior y rojo en el interior. Al entrar en contacto con el aire, se oxida; este proceso de oxidación es indispensable para que la hematoxilina se convierta en hemateína, colorante que al combinarse con algunos elementos metálicos da lugar a lacas de diversos colores. Si se mezcla con el estaño produce color violeta; con la alúmina, el color azul; con el hierro, el negro; con el cromo, el negro azulado y con el cobre, el negro verdoso. Los extractos del palo de tinte se obtenían a través de la deshidratación de la madera y las principales aplicaciones se hacían en la tintura de la lana en negro o en azul y de la seda y algodón en negro. Otros colorantes que se le atribuían eran el amarillo rojizo en agua pura, el amarillo vivo en carbonato de cal y el violeta en bicarbonato. También se producían sustancias para teñir en rojo oscuro o morado.
Alicia Contreras Sánchez menciona en su Historia de una tintórea olvidada. El proceso de explotación y circulación del palo de tinte 1750-1807 que los mayas prehispánicos de la Península de Yucatán utilizaron el palo de tinte como materia tintórea. «Según referencias del siglo XVI aprovechaban su tinta para pintarse el cuerpo y rostro de negro en sus ceremonias rituales, así como para teñir los hilos con que trenzaban sus cabellos y algunas prendas de vestir. Todavía en 1577, lo usaban para colorear algunas enaguas, huipiles y otras ropas, y continuaban empleándolo en sus ritos».
Los indígenas identificaban tres tipos de palo de tinte: el kanek, el sabakek y el calpinek, todos de igual calidad, pero diferentes en su color, consistencia y peso. Los españoles aparentemente los explotaron sin distinción, pero reconocían como de mayor calidad a lo producido en Campeche, Tabasco y el Presidio del Carmen, aunque exportaron troncos tanto de Tabasco como de Tichel, Champotón, Telchaque, la Ceyba, Pozo de Lerma, San Francisco de Campeche, Sisal, Dzilam, Tabuzos, Río Lagartos, Conil y Cabo Catoche. A mediados del siglo XVIII, las principales regiones de la Nueva España donde se ubicaban los tintales eran «la cuenca del bajo Usumacinta, en los bordes de la playa de la península Atasta-Xicalango y en los pantanos de agua dulce al sur de la Laguna de Términos, al occidente de Campeche», y hacia la segunda mitad de ese siglo, aparte de Wallis, enclave inglés en la costa oriental de la Península, sólo existían tres áreas donde los españoles practicaban el corte de la tintórea: en los alrededores de la villa y puerto de San Francisco de Campeche, en el Presidio del Carmen y en Tabasco, por su fácil acceso a las corrientes fluviales para el transporte.
La investigadora Contreras Sánchez también señala que existen evidencias sobre los cortes clandestinos del palo de tinte a fines de la primera mitad del siglo XVIII en la región de la Laguna e incluso Tabasco, por lo que la primera licencia para cortarlo la otorgó el conde de Revillagigedo al capitán Juan Manuel Márquez en abril de 1751. Sin embargo, el permiso se suspendió en diciembre de ese año y fue hasta 1753 cuando se empezaron a expedir licencias de manera generalizada, pues la Corona fundó la Negociación y giro del palo de tinte, y los troncos empezaron a ser exportados masivamente hacia Europa. En esos tiempos, grandes áreas cercanas a las costas y con inmensos recursos forestales se encontraban en manos de particulares, lo que originó conflictos entre los cortadores, que con los años se fueron agudizando. Esto dio como resultado que en 1807 el gobernador de Yucatán, Pérez de Valdelomar emitiera un conjunto de disposiciones tendientes a solucionar los problemas, para entonces ya insolubles.
A partir de la década de los ochenta, luego de que se reabrió el libre comercio en 1784, se generó una gran exportación del palo de tinte hacia la metrópoli, aunque los circuitos comerciales sufrieron variaciones en el resto del siglo por diversos motivos, principalmente por la promulgación del Reglamento para el Comercio Libre (1778) y la guerra entre España e Inglaterra. La presencia inglesa en la Península de Yucatán se manifestó con una lucha constante por anexarse el mayor número de terrenos de tintales, debido a la creciente demanda del colorante en la industria textil europea. Ante el conflicto entre España e Inglaterra, la Junta General de la Intendencia de Yucatán resolvió en 1779 que la provincia no comerciaría con los países neutrales, a diferencia de La Habana y Veracruz, lo que afectó el tráfico del palo de tinte desde Campeche, el Presidio y Tabasco. Desde la segunda mitad del siglo XVI, las costas de la Península ya habían estado asediadas por piratas y filibusteros franceses, ingleses, portugueses y holandeses, pero los primeros que recalaron en la Laguna no conocían la utilidad del palo de tinte. Fue hasta la segunda mitad del siglo XVII que los ingleses y otros extranjeros iniciaron la explotación y comercio del palo de tinte, siendo su primera área de corte Cabo Catoche, luego siguió a Champotón y más tarde a la Laguna de Términos y sus alrededores. A raíz del Tratado Comercial entre España e Inglaterra (1667) y del Tratado de Madrid (1670), la presencia extranjera se hizo más numerosa en la región, hasta que por razones de intereses económicos y territoriales, el 22 de junio de 1672, la Corona española declaró piratas a todos aquellos que invadieran o comerciaran sin licencia en los puertos de las Indias y ordenó decomisar las embarcaciones cargadas de palo de tinte. Los ingleses fueron desalojados de la Laguna, pero regresaron nuevamente y entraron en conflicto con las tropas peninsulares, hasta que finalmente fueron derrotados y emigraron hacia la costa oriental, en un área ubicada en las riveras del río Wallis que posteriormente se convertiría en Belice ahí continuaron con el corte del palo de tinte.
Con el tiempo, los ingleses empezaron a considerar a la región de Wallis como su posesión, lo que generó nuevos conflictos con España, pero para mediados del siglo XVIII ya se habían asentado en el área y sus exportaciones de palo habían proporcionado magníficos resultados a la industria textil inglesa. La imposibilidad de los españoles de desalojarlos de dicha región, evitar el contrabando, trasladar eficientemente el palo de tinte a la metrópoli, competir en un mercado textil europeo abastecido por los ingleses a precios más bajos y perder la guerra contra éstos, concluyó con la firma del Tratado de Amiens en 1802, en el cual España ratificó a los ingleses el derecho de continuar la explotación de sus riquezas forestales y marinas en continente americano.
La explotación del palo de tinte continuó realizándose en el Yucatán independiente y de acuerdo con el historiador Víctor M. Suárez Molina «constituyó una fuente de riqueza (…) hasta mediados del siglo XIX y lo fue en menor escala hasta principios del siglo XX». En su obra La evolución económica de Yucatán a través del siglo XIX señala que poco antes de la Guerra de Castas se estimaba la producción anual sólo en Tizimín entre 13,000 y 18,000 quintales.
Debido a los altos costos del manejo y flete del tronco, se hicieron varios ensayos para la fabricación de un extracto de la materia tintórea, aunque no tuvo igual aceptación en los mercados extranjeros debido a que no se podían obtener la misma gama de colores. El primer experimento al respecto lo realizó un francés apellidado Chovot radicado en Mérida, entre 1816 y 1820. Fue hasta 1823 cuando la elaboración del extracto se efectuó con alcances comerciales y un decreto del 30 de octubre de 1828 dio el monopolio de la explotación del producto al comerciante Pedro José Guzmán, quien trajo los aparatos necesarios de Estados Unidos para elaborar el extracto. Los procedimientos se mejoraron a partir de ese año y para 1845 ya existían en Tizimín dos establecimientos bien montados que elaboraban de 300 a 350,000 libras de extracto al año. Simón Peón, un rico hacendado también instaló en su hacienda Tankuché un equipo mecánico para la extracción del tinte.
Entre las principales mercancías exportadas al extranjero en la primera mitad del siglo XIX estaba el palo de tinte y el extracto de palo de tinte y el tráfico exterior se hacía con los puertos de La Habana, Belice, Nueva Orleáns, Nueva York, Boston y Mobila, en América, y con Liverpool, Falmouth, Bremen, Hamburgo, Amberes, Havre, Marsella y Burdeos, en Europa. Para la segunda mitad de ese siglo, el henequén empezó a ocupar los primeros lugares en las exportaciones yucatecas y ya en las postrimerías del mismo y en la primera década del XX, muchos productos dejaron paulatinamente de comerciarse en el extranjero, entre ellos el palo de tinte. El consumo del colorante se ha mantenido a pesar de la aparición de las anilinas sintéticas, ya que la industria médica le ha encontrado interesantes propiedades, y de acuerdo con el Instituto de Investigaciones sobre Recursos Bióticos, hasta la década de los 50 se consumían 200,000 toneladas. A principios de los 70, según datos del Instituto Mexicano de Comercio Exterior, México importaba el extracto desde Alemania Federal, Estados Unidos y Francia, con un valor de 83,738 pesos y exportaba el palo a Francia por un valor de 196,377 pesos.
La hematoxilina extraída del palo de tinte también se utiliza para preparar tintas para escribir, como indicador de análisis cuantitativos y particularmente en trabajos de histología, por la propiedad que tiene de poseer selectivamente los núcleos de las células animales. El corazón de la madera constituye una droga oficial en la farmacopea americana, y se usa como astringente, especialmente en la diarrea y disentería.