Plumridge, Teniente Militar inglés del 3o. de las Indias Occidentales. El 14 de marzo de 1861 fue comisionado por el superintendente de Belice, junto con el teniente Twigge, para llevar una nota reclamatoria del gobierno británico al jefe máximo de los indios sublevados en territorio yucateco, por diversos incidentes suscitados en las márgenes del río Hondo. A ambos comisionados se les solicitó que en el cumplimiento de la orden no tuvieran nada que ver con la Cruz Parlante, para ese tiempo ya patrona y guía espiritual de los cruzoob. En el libro La Guerra de Castas de Yucatán, Nelson Reed narra que ambos tenientes, «muy penetrados de su dignidad y bizarramente ataviados», con la espada al costado, cruzaron el Hondo y entraron en territorio cruzob. En Bacalar contrataron a un intérprete llamado José María Trejo, vendedor de armas a los indios, sin explicarle el motivo del viaje. En Santa Cruz Chico, ubicada en el extremo meridional del lago Bacalar, el intérprete descubrió la misión de Plumridge y Twigge. Conocedor de los arrebatos del general cruzob Venancio Puc, les informó que los mataría a todos si entregaban la carta. Tras una semana de viaje llegaron a Chan Santa Cruz y fueron conducidos ante Puc. A través de Trejo, los tenientes explicaron que eran representantes del gobierno británico y que habían ido a negociar las diferencias con el superior de los mayas de la Santa Cruz, y entregaron la carta del superintendente. Nelson Reed comenta que «Puc les dijo que tendrían que hablar con Dios, que él no podía hacer nada. Los oficiales accedieron a regañadientes», declarando que no esperarían más de dos días. Plumridge y Twigge fueron desarmados y permanecieron a la espera de la respuesta en una choza de acuartelamiento.»A medianoche los sacaron de su alojamiento y los llevaron, atravesando una gran muchedumbre que llenaba la plaza, al templo de la Cruz que hablaba». Ahí la Cruz les preguntó si iban por la respuesta de la carta, que calificó de «muy insultante» y si iban en son de guerra, ya que en ésta se indicaba que la reina enviaría tropas contra ellos. «Los tenientes dijeron a Trejo que respondiera que habían ido en paz con un mensaje y que pedían una respuesta pacífica para su jefe. Traducido esto, la Voz de Dios dijo enojada que no daría respuesta, ni pacífica ni de ninguna otra clase». A partir de ese momento, Trejo tomó la palabra por su propia iniciativa y le respondió a la Cruz que habían ido a hacer la paz y convenir el comercio. «Dios pidió mil barriles de pólvora al precio acostumbrado», a lo cual Trejo respondió que era posible. Cuando Plumridge y Twigge descubrieron el tema de la conversación, le exigieron a Trejo que dijera que sólo llevarían el mensaje a Belice, sin dar respuesta en ese momento. A pesar de la protesta, Trejo se comprometió a que los barriles de pólvora llegarían en seis semanas. Al término de la entrevista, Puc dispuso una fiesta en honor de los dos ingleses para el día siguiente, durante la cual hizo que Twigge comiera una cucharada de pimienta de Cayena y a Plumridge le hicieron comer semillas de anís hasta hacerle vomitar. Durante la borrachera, los tenientes abrazaron y besaron a sus anfitriones, bailaron y cantaron durante tres días. Al emprender el viaje de regreso a Belice, fueron advertidos de que si no cumplían con el compromiso de la pólvora habría venganza. Esto hizo que en Belice cundiera el pánico y que en las calles de Corozal se alzaran barricadas, hasta que se supo que los cruzoob no tenían intenciones de invadirlos, sino de reanudar el comercio. «El superintendente escribió, pues, una segunda carta a Puc, pidiéndole que presentara excusas por la humillación infligida a sus emisarios y concediéndole paso libre por el territorio de Su Majestad para tal fin». Reed concluye este episodio, señalando que en los archivos de Honduras Británicas no hay constancias de si se llevó o no la carta, quién debía hacerlo y tampoco hay pruebas de que Venancio Puc presentara excusa alguna.