Pregoneros

Pregoneros  A partir del siglo XIX, numerosos hombres y mujeres andaban por las calles y barrios de Mérida para ofrecer en venta diversos productos. En su mayoría eran venteros y artesanos que pregonaban su mercancía hasta las puertas de las casas y transportaban sus productos a cuestas o en vehículos de tracción animal y también en pequeños artefactos de una o dos ruedas, empujados por ellos. Llegaban hasta las colonias más apartadas, para abastecer de lo más indispensable a las personas que habitaban en esas zonas. Algunos se ayudaban para anunciar su presencia, de pequeñas campanas o de algún pedazo de fierro que tocaban a su paso por las calles. Era común la figura del lechero con su vehículo de cuatro ruedas enllantadas con aros de acero, construido de madera y lona, de tracción animal y con la campana o timbre debajo del pescante. De entre los lecheros de esa época figuraban Diego Alonzo Claudón, que tenía un establo frente a los terrenos de El Fénix o el catalán José Viladiú por el rumbo de Itzimná. Repartían su producto dos veces al día, en la mañana y en la tarde. Era común también escuchar las palmadas del panadero con las que anunciaba su presencia, llevando una cesta o un globo de hojalata con el producto. Ofrecía su mercancía dos veces al día y proveía de pan francés, hojaldras, conchas, patas, donas, roscas, glorias y polvorones a su clientela, que con el tiempo se tornaba permanente. En algunas colonias apartadas, había terrenos en los cuales inmigrantes chinos o coreanos cultivaban hortalizas. Salían a vender sus productos en dos cestos colgantes, uno en cada punta de un madero que cargaban al hombro. Ofrecían rábanos, cilantro y lechuga fresca. Era muy frecuente también, la figura del heladero y su cajón de madera sobre la cabeza con un rodel de tela para amortiguar su peso. Eran clásicos los helados de coco, piña y mantecado. Los vendedores de venado pibil o fresco, con una cesta en el brazo. Los carboneros y vendedores de leña, con su carreta tirada por tracción animal, que distribuían este material para la cocina, ya que no existían otros productos para cocer los alimentos. El hielero, con su carromato similar al del lechero, llevaba marquetas de hielo, indispensables, sobre todo en épocas de calor. El barquillero, con su cilindro de hojalata que se hacía oír con un triángulo de varilla acerada al cual golpeaba con otra varilla produciendo un sonido peculiar. Era frecuente ver al cacahuatero con su canasta de palma de guano al hombro y pregoneros de todo tipo y oficio: afiladores de tijeras y cuchillos, con su peculiar silbato y su rueda de madera, zapateros, soldadores, tamaleros, vendedores de pescado o cazón azado y vaporcitos, merengueros, botelleros, paleteros, granizaderos, naranjeros, tierreros y todo tipo de comerciantes ambulantes. Durante la primera mitad del siglo XX, estos personajes fueron desapareciendo de las calles de Mérida debido al crecimiento y a la proliferación de comercios en todos los puntos de la ciudad.