Palacio de Gobierno El Palacio de Gobierno fue construido entre 1883 y 1892 sobre el predio donde se edificó en las primeras décadas de la Colonia el inmueble denominado las Casas Reales, destinado como residencia para la primera autoridad real de la provincia. El 6 de enero de 1542, cuando se fundó Mérida, Francisco de Montejo, el Mozo, entregó al cabildo los planos de la ciudad, en los cuales se dispuso construir la Catedral al oriente de la Plaza Mayor, las Casas Reales al Norte, el cabildo al Poniente y la casa de el Adelantado Montejo al Sur. La construcción era muy modesta y de acuerdo con el historiador Juan Francisco Molina Solís, el solar de las Casas Reales era amplio y comprendía la mitad de la manzana, además tenía dos frentes uno hacia la Plaza Mayor y otro hacia la calle lateral, hoy la 60. A lo largo de los años sufrió diversas transformaciones y reconstrucciones, sobre todo en la parte interior del edificio, hasta que en 1883 fue demolido para dar paso a una nueva construcción. La mejor imagen existente del antiguo edificio es la litografía publicada en el libro Notes of Yucatan, de Alice Le Plongeon, y que data de 1879. En la litografía se observa que la entrada al edificio era por el arco mayor, donde mucho tiempo después estuvo el cine Novedades. En la novela La hija del judío, (1874), el periodista, abogado y escritor Justo Sierra O’Reilly hace una detallada descripción del viejo palacio: «La casa de gobierno que entonces se llamaba el Real Palacio era un edificio muy parecido al que hoy existe. (…) la ciudad, propietaria antiquísima y primitiva de esa casa, la había destinado para servir de residencia a los capitanes generales, (…) no sólo servía el Real Palacio para la residencia ordinaria de aquellos personajes y sus familias, sino también para el despacho oficial y administrativo de los negocios de la Colonia. (…)
«Respecto de la fábrica material del Real Palacio, había, en efecto, notable diferencia entre lo que fue y es ahora, habiendo sufrido frecuentes variaciones y casi siempre a costa de la ciudad, según el gusto o capricho de los gobernantes. Primitivamente fue un mal caserón del gusto morisco, que dominaba en algunas provincias de España al tiempo de la Conquista. La parte exterior daba a la Plaza Mayor y calle de Jesús, como ahora pero comprendía desde el primer arco del portal de la cárcel, hasta la plazuela misma de Jesús. Las galerías exteriores no existían, y en su lugar veíanse veinticuatro pequeñas y elevadas ventanas de madera, con espesas celosías del mismo material. En el centro del frente, es decir, en el sitio mismo en que está situada hoy la entrada principal, se veía una puerta pequeña sobre unos cuantos escalones, a manera de pretorio, que daba a la Plaza. Esta era la puerta pública y como si dijéramos, oficial, porque había además otras dos; una reservada para el gobernador, en el costado de Palacio, y otra destinada a la servidumbre en la parte posterior de la huerta.
«La distribución de las piezas interiores correspondían exactamente al conjunto. Un gran patio cubierto de naranjos y algunos árboles tropicales, era lo primero que se presentaba a la vista. No había corredor, ni galería alguna en los cuatro lados de aquel paralelogramo rectángulo pero todos ellos estaban decorados de estrechas puertas y elevadas ventanas, correspondientes a los salones, oficinas, cámaras y dependencias de la casa. Un segundo patio se destinaba para desalojo de los criados, mientras que el tercero, mucho más amplio que los precedentes, comprendía lo que se llamaba la huerta. Un endeble muro de tierra y piedras cercaba este espacio en la extensión que hoy comprende el lado occidental de la plazuela de Jesús y como dos terceras partes de la cuadra de la primera calle de Santiago. De manera que la puerta falsa de Palacio, colocada en el fondo de la huerta, correspondía exactamente a la entrada de la hermosa casa conocida hoy con el nombre de Casa del Magistral».
Justo Sierra, en el mismo texto, indica que la primera modificación notable que sufrió el edificio fue la de segregar una parte y destinarla para la cárcel durante el gobierno del mariscal Carlos Luna y Arellano. Con Antonio Figueroa y Silva se construyó una galería interior por tres de los cuatro lados del patio principal, lo que orilló a modificar la distribución de las piezas; el marqués de Santo Floro mandó fabricar la galería exterior que da sobre la plaza y Juan Vértiz Ontañón le aumentó una nueva galería interior, junto con otras habitaciones que daban a la huerta. Sin embargo, desde el gobierno del marqués de Santo Floro hasta el de Vértiz y Ontañón, el edificio se fue deteriorando hasta quedarse casi en ruinas. Con Benito Pérez Valdelomar, ya a principios del siglo XIX, los muros de la huerta habían desaparecido y estaba convertida en basurero, por lo que el gobernante cedió gran parte de la antigua huerta para fábricas. A partir de la independencia de Yucatán, los gobernadores, con excepción de Carbajal y Toro, no volvieron a residir en el Palacio, el cual quedó destinado como despacho de las secretarías y tribunales superiores. En 1828, la segunda galería exterior fue demolida y las ventanas de madera del inmueble fueron sustituidas por hierro y en 1836, el terraplén de la galería exterior fue destruido, nivelándose el piso al de la Plaza Mayor, por lo que las columnas quedaron sobre unos postes muy feos; lo que llevó a que se volviera a subir el piso de la galería hasta el nivel del salón.
En la época colonial, el edificio fue escenario de muchas actividades oficiales como las honras fúnebres del rey de España, Felipe II, en 1599 y la entronización de Felipe III; así como las reuniones del pueblo con las autoridades para anunciar en 1600, la amenaza de piratas ingleses en las proximidades de las costas yucatecasy en 1651, para encontrar medidas que remediaran la escasez de maíz que afectó gravemente a la población. A partir de 1821, tras la Independencia de México, el edificio fue conocido como Palacio de Gobierno, sitio donde Andrés Quintana Roo se reunió, en 1841, con funcionarios locales en busca de la reincorporación de Yucatán a la República Mexicana; se agasajó a la emperatriz Carlota con sendos bailes durante su visita a la entidad en diciembre de 1864, a los cuales acudieron las familias acaudaladas de Yucatán, y se celebró el triunfo de la República sobre el Imperio en 1867, en cuyo acto oficial, Manuel Palomeque Solís leyó una composición que dio origen al Himno Yucateco. En 1879, el gobernador Manuel Romero Ancona sugirió a la Legislatura estatal que aprobara un presupuesto de 60,373 pesos para construir un nuevo Palacio de Gobierno y el 2 de abril de 1883, Octavio Rosado colocó la primera piedra en el ángulo sureste. El plano fue elaborado por Olegario G. Cantón, quien incluso dirigió por algún tiempo la obra, y también participaron en el proyecto los ingenieros David Casares Galera y Vicente Solís León. La construcción continuó durante la administración de Guillermo Palomino y concluyó con Daniel Traconis, quien la inauguró aún sin concluir el 15 de septiembre de 1892, después de nueve años de trabajo.
En 1905, se instaló el Observatorio Meteorológico hoy desaparecido en la parte alta del edificio; en 1931 se develó el busto del prócer Felipe Carrillo Puerto en el descanso de la escalera principal, que luego se reubicó en otro sitio; entre 1943 y 1945, Ernesto Novelo Torres emprendió obras de mejoramiento en interiores y exteriores y cambió de muebles, éstos tallados en cedro por el escultor Enrique Gottdiener Soto; en 1959 Agustín Franco Aguilar dotó de nueva iluminación a los portales, así como de alumbrado exterior para resaltar columnas y capiteles. A partir de 1971, el pintor Fernando Castro Pacheco, a iniciativa del gobernador Carlos Loret de Mola, pintó una larga serie de murales relacionados con la historia de Yucatán. En las partes oriente y poniente del patio central se aprecian los murales Evolución del hombre I y II, relativos a la conformación y desarrollo de la raza maya y del pueblo yucateco; en el cubo de la escalera se encuentra Cosmogonía maya, donde se plasma la génesis del pueblo maya; en la arquería superior están, al Poniente, los símbolos patrios, al Sur el presidente Lázaro Cárdenas y los pies y manos de los campesinos yucatecos que se propuso liberar y, al Oriente, Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto. En el llamado Salón de la Historia, ubicado en los altos del Palacio de Gobierno, se localiza el Museo Pictórico de la Historia, donde Castro Pacheco realizó 17 cuadros representativos sobre algunos de los momentos más significativos de la historia de Yucatán, entre ellos El suplicio de Jacinto Canek, El triunfo de la República, Cepeda Peraza toma la ciudad de Mérida, El henequén, La Guerra de Castas, La Conquista, La imprenta, Fray Diego de Landa, Francisco de Montejo, Gonzalo Guerrero, Salvador Alvarado y Piratas ingleses. Al lado del despacho del gobernador, en la oficina principal de gobierno, se encuentra instalado el Salón de los Retratos, donde se localizan una serie de retratos, de diversas épocas y autores, de algunos gobernadores de Yucatán.
A lo largo del siglo XX, el nuevo Palacio de Gobierno ha sido testigo de momentos históricos importantes para la vida política y social de Yucatán. En 1906, el presidente Porfirio Díaz fue agasajado durante su visita a la entidad, siendo gobernador Olegario Molina; en 1915 fue homenajeado el general Salvador Alvarado; en 1922, Felipe Carrillo Puerto dirigió, desde el balcón central, un discurso en maya a la multitud congregada el día que tomó posesión como gobernador; en 1937, desde ese mismo balcón central, el general Lázaro Cárdenas anunció la Reforma Agraria; en 1960 se instaló una réplica de la campana de Dolores, obsequiada por el entonces presidente de México, Adolfo López Mateos; en 1971, desde el Salón de la Historia, el ex presidente Luis Echeverría dio la bienvenida a su homólogo de Costa Rica, José Figueres Ferrer y en 1993, se reunió el ex presidente Carlos Salinas de Gortari con el Papa Juan Pablo II, durante su tercera visita a México.
La arquitectura del Palacio de Gobierno consta de dos plantas. La fachada principal está situada en la calle 61, frente a la Plaza Grande, y está rematada por un frontispicio que contiene en su centro el escudo nacional. Sobre la ventana central del edificio se empotró una réplica de la campana de Dolores. En la planta alta hay nueve ventanas con tragaluces en la parte superior. Las tres ventanas centrales están unidas por un solo balcón que es el central, en tanto que las laterales tienen su propio balcón voladizo. Sobre la calle 60 están ubicadas 10 ventanas con iguales características. La planta baja contiene un portal con nueve arcos de medio punto, que sobre la calle 60 se inicia con un arco que da entrada al portal, seguido por ocho ventanas de dintel superior en arco sin remates, el cual termina con una puerta auxiliar de salida. En medio de la construcción se ubica el Patio Central, cuyas dimensiones son de 18.4 m de largo por 17.5 m de ancho y cuenta con galerías en los cuatro lados y en las dos plantas. Cada una de ellas está constituida por cinco arcos el del centro que da acceso a la parte alta, es elíptico. Las galerías de la planta alta corresponden al estilo dórico, a diferencia de la planta baja, de estilo toscano. En su conjunto el edificio ocupa un área cuadrangular de 41.9 m de frente y 31.8 m de lado.