Tzimin Chaac

Tzimin Chaac  Deidad ecuestre de la lluvia entre los mayas del Petén Itzá. Las raíces del culto al parecer, se remontan a la época prehispánica; el danta o tapir, tzimín, aparece como un animal vinculado al agua y a los dioses de la lluvia o Chaques; el tapir fue considerado como una deidad maya «emergida de los bosques» tropicales de Guatemala, en donde abundaba por aquel entonces este animal. Como dios de la lluvia, pudo haber estado vinculado a Itzamná, el dios creador presente en la versión de Votan de los tzeltales, cuyos animales sagrados fueron los tapires, vinculados a la lluvia, al trueno y al rayo.

Durante la época colonial, el culto a Tzimín Chaac aparece mezclado con elementos introducidos por los españoles, particularmente con el caballo que por su semejanza con el danta o tapir sustituyó a éste en el culto.

Diego López de Cogolludo menciona el mito de Tzimín Chaac en su libro Historia de Yucatán, en donde vincula su aparición con un caballo dejado por Hernán Cortés a los itzaes del Petén Itzá durante su expedición (1524-1526) a las Hibueras, y que éstos habrían deificado. Cogolludo menciona al respecto que: «despedidos los españoles de aquellos indios, quedó el caballo enfermo en su poder y aunque con toda solicitud cuidaron de él, no fue suficiente para que no muriese. Gran sentimiento causó la falta del caballo, y como el temor que tenían a don Hernan Cortés era crecido, porque sabían había sido el capitán que sujetó la gran Ciudad de México; llamó Canek a junta a sus principales para determinar que respuesta darían, cuando se les pidiese al caballo, como tenían por cierto lo haría, habiendo llegado a Honduras y visto sus castellanos que buscaba. Resolvieron que se hiciese una estatua y figura de madera representativa del caballo, y que cuando les fuese pedido les respondiesen no haber bastado su solicitud, para que no muriese, y que memoria del suceso habían fabricado aquella estatua, para satisfacer con ella, pues no habían sido culpados en habérseles muerto, sin poder remediarlo. Fabricaron al caballo de madera, según se resolvió en la junta…Valióse de esto para hacer de nuevo idolatrar… Teniendo aquella estatua en veneración entre sus dioses… Fue poco a poco aumentado la adoración de aquella figura y llegó a tanto grado que cuando el padre fray Juan de Orbita y padre fray Bartolomé de Fuensalida, religioso de aquella provincia, fueron en el año de 1618 a predicarles el Santo Evangelio, era el principal ídolo que los Itzaes reverenciaban y como tal le hallaron en la parte más prominente del templo y superior a las demás abominables figuras de ídolos»…

Herman Konrad, en su ensayo La transformación de un dios maya de la lluvia: el nacimiento y el ascenso de Tzimin Chaac, sugiere que el culto a esta deidad durante la Colonia obedeció a un reordenamiento que hicieron los mayas con base en la necesidad de ajustar y ordenar su cosmología a los nuevos elementos que los españoles introdujeron dentro de su ámbito ecológico y cultural. De esta manera, la sustitución del tapir (tzimin) por el caballo, animal traído por los españoles, convirtió a este último en una deidad ecuestre de la lluvia.

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