Tup Kak, Ceremonia del 

Tup Kak, Ceremonia del  Antigua ceremonia maya relacionada con el fuego que se celebra en la segunda noche de los tres días que dura la ceremonia del Cha-Chaak a la más antigua usanza, se puede traducir como el fuego final. Quizá porque sus detalles eran cuidadosos y a la vez secretos, los cronistas de la época colonial tuvieron muy poca información sobre ella, los misioneros franciscanos hablan o se refieren a ella como Fiesta del fuego. En un calendario maya obtenido por John L. Stephens durante su estadía en Yucatán (1841-1842), estaban marcados los días como afortunados o no, según el caso, y junto a ellos había leyendas como: «Ahora el que quema enciende el fuego», «el que quema extiende su fuego», «el que quema toma su fuego», «El que quema apaga su fuego», entre otras.

Sin embargo, el Tup Kak aún se sigue realizando en la actualidad en algunos poblados yucatecos como Yaxkabá, donde «se hace el Cha-Chaak a la antigua» (de tres días de duración), según Jacinto Tzab Chuc, H-men de la localidad. El Tup Kaak se realiza en la segunda noche de la ceremonia antes citada, como ya se mencionó, y simboliza las quemas hechas en las milpas antes de la temporada de lluvias. En esa noche, en el paraje donde se ha escogido para levantar el altar a Chaak, dios maya de la lluvia, se reúnen los participantes, todos hombres, pues las mujeres no pueden participar. El H-men comienza a rezar ante el altar, y detrás de él están 11 hombres que han sido escogidos: uno para Ik Kab, encargado de mantener el orden mientras dure el festejo; cinco chaakes, quienes recibirán la respuesta de Chaak, y cinco que fungirán como ranas asistentes de los chaakes. Terminado su rezos, el H-men corona al Ik Kab con una banda blanca en la cabeza y siete hojas de sip-ché, a cada chaak le entrega un silbato de madera de K’aak, dos palos cortados a manera de machete y un rifle. Luego, continúan sus rezos alrededor de la mesa del altar en espera de que el espíritu del dios Chaak se apodere de uno de los cinco chaakes, cuando el H-men considera que esto se ha logrado, ordena a los chaakes y sus ranas dar vueltas al altar. Al finalizar, el H-men instruye a cuatro de los chaakes dándoles rollos de lianas para atrapar al otro chaak, el elegido por el dios, pues se le ha indicado fugarse, junto con su rana, cuando así se le señale. Todos se dirigen inmediatamente al pebetero ritual, hecho con ramas de tahonal de más de 1.5 m de altura ligadas con lianas payab, y ubicado a poca distancia del altar; al pie de éste, se han colocado cinco jícaras de comida ritual tapadas con hojas de bob para que no se llenen de cenizas. A una orden del H-men, los chaakes encienden el pebetero, mientras las ranas se acuclillan para sostenerlo; la siguiente orden es que tanto chaakes como ranas den vueltas alrededor del pebetero de izquierda a derecha. Al alcanzar el frenesí del ritual, cambia el sentido de las vueltas, es en este momento cuando el chaakseñalado y su rana deben huir. Ya atrapados, son llevados ante el H-men; la rana, mientras se le somete a algunos azotes, será la indicada de contestar las preguntas de aquél, que tienen que ver con cuando habrá de llover. Concluida la ceremonia, todos se disponen a consumir las viandas que ellos se han preparado, única ocasión en que cocinan los hombres al año. Se quedarán a guardar el fuego en lo que resta de la noche y no podrán salir del área sagrada hasta que acabe la ceremonia del Cha-Chaak, es decir, al otro día.

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