Tauromaquia

Tauromaquia  La fiesta de los toros o los festejos taurinos, como en España, eran el pasatiempo favorito de la nobleza, por lo cual no es extraño que en la primera corrida formal celebrada en la Nueva España, el 28 de mayo de 1691, los lidiadores fueran dos señoritos Francisco Goñe de Peralta y Juan de Velasco, quienes ejecutaron suertes a pie y a caballo en la Plaza del Volador. El festejo fue presenciado y aplaudido por el virrey de la Nueva España, Gaspar de la Cerda, conde de Gálvez.

De acuerdo con el historiador Eligio Ancona, en Yucatán, para «la celebración de las fiestas taurómacas, se obligaba a los indios a levantar un tablado en el lugar que se les designaba, y que en Mérida era ordinariamente la Plaza Mayor, y el mismo Ayuntamiento de la ciudad o villa no se desdeñaba de presidir el espectáculo. Los lidiadores no salían por cierto de las últimas clases de la sociedad, sino que eran los alcaldes, los regidores y los más ricos encomenderos, quienes se presentaban a caballo en la plaza, vestidos con sus trajes más ricos y elegantes, y para probar su amor y fidelidad al rey, sacaban a la fiera un lance en honor a su majestad. Los espectadores correspondían en general, a la categoría de los actores. Los palcos principales del vasto anfiteatro, se hallaban ocupados por la flor y nata de la población española, sin exceptuar ni al bello sexo, cuya extrema sensibilidad no parecía afectarse por las escenas de sangre que allí se presentaban».

John L. Stephens cuenta dos festejos taurinos celebrados el mismo día en el barrio de San Cristóbal; describe el tablado, los espectadores, así como el desarrollo del espectáculo, muy semejante a los que aún se celebran en Yucatán, con la diferencia de que en aquel entonces a los toros se les daba muerte con lanzas y desde el caballo; este relato es de 1841.

En el estado, la historia de la tauromaquia como tal, comienza con la segunda época de la ganadería yucateca de Sinkehuel, formada con ganado criollo y cuya sangre fue renovada o encastada con un lote de cinco sementales y 40 vacas españolas de Joaquín Murube, en 1891. Sin embargo, sus orígenes se remontan a 1783, cuando el gobernador y capitán general Roberto Rivas Betancourt autorizó al sacerdote Manuel José González, párroco del Sagrario Metropolitano de Mérida, poblar con ganado la hacienda Chunchucmil, localizada en Maxcanú. En 1842, el ganado criollo de Sinkehuel pasó a ser propiedad de Simón Peón, y desde entonces el hierro de la ganadería quedó formado por una S y una P, iniciales del nombre del propietario. Al momento del encaste de la vacada con el pie de simiente de Murube, se puso al frente de la ganadería el mayoral andaluz Antonio Pedroza, quien imprimió «carácter» a los que fueron famosos toros yucatecos, y que los aficionados de la entidad siempre han llamado con orgullo «nuestros toros». Esta refrescada de sangre y la colocación de Pedroza al frente de Sinkehuel, se hizo cuando el propietario era Rafael Peón Loza, hijo de Simón Peón. En 1909, Sinkehuel obtuvo el registro al lidiarse triunfalmente una corrida en la Ciudad de México, adjudicándose los colores de su divisa rojo, negro y amarillo. La Revolución Mexicana imposibilitó que los toros de Sinkehuel continuaran toreándose fuera de Yucatán e incluso la ganadería, por las mismas causas de la lucha civil, se mermó considerablemente. A consecuencia de ello, se prescindió de los servicios de Pedroza y se puso al frente de la vacada al caporal Juan Castillo, quien había sido entrenado para el puesto por el experto andaluz. En los 50, Castillo le indicó al licenciado Enrique Manero, casado con Bertha Peón, una de las herederas de Peón Loza y que estaba al frente de la ganadería, la conveniencia de refrescar la sangre brava de la vacada con sementales de San Mateo. Ya se había hecho exitosamente la primera mezcla en 1934 con dos sementales de esa ganadería, pero los nuevos sementales no fueron de San Mateo como deseaba el caporal, sino de la ganadería tlaxcalteca de Rancho Seco y los frutos no resultaron los esperados. Los toros de Sinkehuel perdieron mucho en calidad y su fama decayó, hasta que Carlos Loret de Mola acompañó a Juan Castillo, quien adquirió tres sementales de la ganadería Sanmateína de Jesús Cabrera, y entonces la ganadería yucateca para la lidia volvió a levantarse, tras muchos años de penuria de la familia Castillo. Así se constituyó en años recientes la ganadería propiedad absoluta de Juan Castillo González, quien ha criado ejemplares de gran categoría como el toro «Playero», indultado por David Silveti en la plaza de Mérida, en 1988.

La otra ganadería de toros bravos orgullo de Yucatán, no obstante que físicamente estaba ubicada en el municipio de Tenabo, estado de Campeche, en la hacienda Orizaba, fue la de Palomeque. Fue creada y conservada durante toda su existencia exclusivamente con sangre pura de Parladé, por los hacendados yucatecos Fernando y Antonio Palomeque Pérez de Hermida, quienes trajeron de Andalucía, España, 16 vacas y los sementales «Orquillero», «Cevillón», «Campero» y «Campero solo», bajo la supervisión, manejo y poder total sobre la vacada, de Antonio Pedroza, el ex caporal de Sinkehuel. Los hermanos Palomeque construyeron también lo que aún es la catedral de la tauromaquia en Yucatán, la plaza de toros Mérida, cuyo diseño es imitación de la plaza de Granada, España, cuyos planos se trajeron cuando llegó el pie de simiente de la ganadería. Los planos fueron entregados al arquitecto Carlos Castillo Montes de Oca, quien los adaptó al medio y dirigió la construcción que fue hecha de mampostería, con arcos y trabes del tipo bóveda catalana, sin utilizar acero de refuerzo, aunque la resistencia y solidez están a la vista hasta nuestros días. La plaza fue inaugurada el 28 de enero de 1929 y ese día se lidiaron cuatro toros, dos de Piedras Negras, de Romárico González, y dos de Fernando y Antonio Palomeque, que fueron estocados por Luis Freg y Fermín Espinosa «Armillita chico», quienes torearon nuevamente el 3 de febrero de ese año, un encierro de cuatro toros de Palomeque.

Este fue el inicio de una serie de acontecimientos en la fiesta de los toros en Yucatán. Muy pocos toreros que han destacado en la fiesta brava, de todas las latitudes, no han pisado las arenas de la plaza Mérida. En el pasadoactuaron Freg, «Armillita», Lorenzo Garza, Luis Castro «el Soldado» y Jesús Solórzano padre; luego Alfonso Ramírez, «Calesero», Silverio Pérez, Luis Procuna, Luis Briones, Manuel Rodríguez «Manolete», Carlos Arruza, Dos Santos; después Manuel Capetillo, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Paco Camino, Diego Puerta, Manuel Benítez «el Cordobés», Juan García «Mondeño»; más cerca Manolo Martínez, «Curro» Rivera, Eloy Cavazos, José Mari Manzanares, Mariano Ramos, y más recientemente, David Silveti, Miguel Armillita, Bernaldo, entre otros. También actuaron las cabalgaduras de Álvaro Domecq, padre e hijo, de Fermín Bojórquez, de Gastón Santos y de Conchita Cintrón.

En los muros laterales de la puerta de cuadrillas existen 10 placas conmemorativas de acontecimientos relevantes promovidos por grupos taurinos locales. Citadas en orden cronológico, las placas conmemoran en enero de 1960, el mano a mano de Alfonso Ramírez «Calesero» y Luis Procuna, con toros de Olivares, y la faena de «Calesero» a «Olivareño» y la de Procuna a «Meridano»; 10 de febrero de 1963, Manuel Capetillo indulta a «Poeta», de Piedras Negras; 1 de diciembre de 1963, encierro histórico de «Zamarrero» lidiado por Pepe Luis Vázquez, Juan García «Mondeño» y Abel Flores; 29 de noviembre de 1964, gran faena de Paco Camino a «Dispuesto», de Peñuelas; 12 de mayo de 1968, Manolo Martínez indulta a «Morito», de Moreno Reyes Hermanos; 7 de diciembre de 1975, Marcos Ortega indulta a un toro de San Antonio de Triana; 29 de enero de 1979, Bodas de Oro de la plaza de toros Mérida; 21 de octubre de 1979, David Silveti indulta a «Guapito», de Santoyo; 31 de enero de 1988, David Silveti indulta a «Lunero», de Sinkehuel, y 26 de febrero de 1989, Jesús Solórzano indulta a «Cocacolero», de Los Martínez.

A través de su historia, la plaza de toros Mérida ha tenido seis personas sobre las que ha recaído la autoridad máxima del espectáculo taurino y que destacan por su actuación, conocimiento y permanencia: José Andrés Espinosa, Ernesto Pacheco Zetina, Alberto Cárdenas Grovero, Gottfried Figueroa López, Mariano Castillo Castro y Alfredo Aguilar y Aguilar, quien ocupó el cargo honroso de juez de plaza, denominación únicamente ostentada por los dos últimos, ya que la denominación anterior, cuando no existía el Reglamento Taurino Oficial, era la de cambiador de suertes. Otro lugar donde se celebraron corridas de toros en Mérida a principios del siglo XX fue el Circo Teatro Yucateco, si no la única, la primera plaza de toros techada en la República Mexicana, construida integralmente con estructura metálica y madera, con parte de la cubierta de vidrio. El más importante y famoso torero que pisó el Circo Teatro fue Rodolfo Gaona, «el Califa» de León de los Aldamas, quien alternó con los grandes de la época de oro del toreo, como Juan Belmonte y José Gómez Ortega «Gallito», y les ganó en muchas ocasiones. Gaona se presentó en este recinto el 1 de marzo de 1914 con Eduardo Leal «Llaverito» y estoquearon seis toros de San Diego de los Padres, sucesores de Rafael Barbosa, ganadería que se encontraba en Toluca, Estado de México. También actuó aquí Rafael Gómez «El Gallo», torero sevillano gitano, dotado de cualidades extraordinarias, aunque de actuaciones contrastantes y que fuera hermano de «Gallito». El Circo Teatro fue escenario de muchas corridas, tanto de novillos como de toros, y fue la plaza de donde surgieron muchos toreros yucatecos como Manolo Palma, Mariano Canto, Alfredo Sosa, Rubén Aguilar «Galleguito», Rutilo Puga «Magritas», Manuel Gómez Blanco «El Yucateco» o «Plis», Álvaro Cámara y la novillera yucateca Juanita Puga, hija de «Magritas». De ellos, los que más destacaron fueron «el Yucateco», y Álvaro Cámara, que con temporadas brillantes en este local, se ganó la alternativa en la plaza Mérida. La ganadería que más se lidió en esta plaza fue Sinkehuel. En 1951 se realizó una temporada calificada por muchos como la más brillante de las celebradas en el Circo Teatro Yucateco, en la que actuaron los matadores mexicanos Pepe Luis Vázquez, Félix Briones y hasta en tres ocasiones por sus grandes triunfos, Jorge Medina.

Han existido en Yucatán otras dos plazas de toros de concreto, la Monumental Avilés de Motul, construida en esa ciudad por Roque Avilés, quien fomentó la ganadería de reses bravas con sangre de la vacada de Riaño. Esta plaza ha celebrado temporadas formales, aunque desde hace varios años está cerrada. La otra plaza está en Panabá, construida por sus propietarios, los hermanos Aranda, quienes también fomentaron una ganadería de toros bravos en el oriente del estado. El aforo aproximado del coso motuleño es de 5,500 espectadores, en tanto que en la de Panabá hay una capacidad aproximada de 3,000. Se celebran también festejos taurinos en algunos lienzos charros, en las ciudades de Valladolid y Tizimín. Hay una plaza portátil, que estuvo algunos años instalada en Calkiní, Campeche, y que desde 1984 se localiza en las instalaciones de la Feria Ganadera, Industrial y Artesanal de Yucatán, ahora llamada de Xmatkuil, donde cada año, durante la celebración de la Feria, se llegan a organizar festejos taurinos con rejoneadores, niños toreros, aficionados prácticos, novilleros y charlots.

En todo el estado de Yucatán, durante las festividades religiosas de sus poblados no pueden faltar las corridas de toros, aunque en su mayoría el ganado que se lidia no es de casta sino del doméstico para el abasto. Sin embargo, muchos de los empresarios de estas poblaciones incluyen en sus festejos la lidia de uno o varios ejemplares de casta, y lidiados por novilleros de la región. En la actualidad existen tres ganaderías yucatecas registradas en la Asociación de Criadores de Ganado de Lidia de la República Mexicana: Sinkehuel, San Salvador, de la familia Conde Medina, situada en el municipio de Río Lagartos, y Quiriceo, del doctor Tomás Diáz Echeverría, cuyo ganado pasta en el punto Put, muy cerca de los estados de Quintana Roo y Campeche.

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