Talabarteros Desde tiempos prehispánicos existe una tradición talabartera en Yucatán. Los antiguos mayas utilizaban la piel de los animales como el tigrillo o el venado, para cubrirse y también para adornarse. El proceso de curación de la piel para tales fines incluía el uso de cal y corteza de árboles de la región, como el chucum.
A la llegada de los españoles, en el período colonial, se introdujo el ganado vacuno, cuya piel sirvió a los talabarteros para fabricar diversos artículos que el mercado colonial les exigía como: fundas para espada, cinturones, correas, monturas, chaparreras, cartucheras, equipo para caballería e incluso muebles. En aquel tiempo existían importantes curtidurías en las ciudades y poblados más importantes, como Mérida, Valladolid, Peto, Tekax y Ticul.
El oficio de la talabartería en la actualidad es una actividad en decadencia, causada sobre todo por la competencia de los productos hechos a base de material sintético, como el plástico. En las grandes ciudades de Yucatán, como Mérida, las talabarterías desaparecen paulatinamente; el mercado de productos de cuero se limita en gran medida a manufacturas con motivos regionales que adquieren los turistas como un recuerdo de su viaje a Yucatán.
Sin embargo, existen lugares en el resto del estado donde todavía se trabaja con entusiasmo el oficio de la talabartería, pudiéndose clasificar a los talabarteros en cinco categorías:
a) Los alpargateros, localizados en todos los pueblos grandes y pequeños, como Chapab, Tenabo y Chumayel.
b) Los que fabrican monturas y chaparreras, propios de las regiones tradicionalmente ganaderas Tizimín y Espita.
c) Los zapateros, localizados en Mérida, Ticul y Hunucmá.
d) Los que fabrican productos varios (cinturones, mochilas, maletas, monederos), para consumidores urbanos.
e) Los que fabrican huaraches para el mercado regional, localizándose en Chacsinkín, Kimbilá y Popolá.