T’Hó Ciudad maya encontrada en ruinas por los conquistadores españoles, sobre las cuales erigieron la ciudad de Mérida. Fue de sobria, pero imponente arquitectura, con definido carácter militar y astronómico. De sus grandes plazas partían varias avenidas: al Norte, para el cacicazgo de Ceh-Pech; al Oriente, para Ah-Kin-Chel, Cupules, Chahuac-Há, Tazes y Ekab, y al Sur, para Hocabá, Homún, Sotuta, Acanul, Xiúes, Kin-Pech, Chakán-Putún, Cochuah y Tixchel.
En un plazo relativamente corto, se construyeron templos en honor a sus dioses Bakluumchaan y H’Chuum-Caan. Alrededor de éstos se levantaron los palacios de los sacerdotes, del cacique, del profeta, de los dignatarios y demás personajes ilustres. Para el pueblo se edificaron casas de paja, que se alinearon a los lados de los caminos y de las avenidas. El templo de Bakluumchaan se erigió sobre tres grandes plataformas, con dirección poniente, compuesto de cinco edificios de una sola planta, comunicados entre sí. El del centro correspondía al oratorio y a los laterales tenían acceso el cacique, los jefes militares y los dignatarios. Hacia el Oriente, sobre un alto y largo basamento de mampostería, se construyeron tres templos y el del centro fue el mayor, dedicado al dios H’Chuum-Caan. Cada uno de estos templos descansaba sobre una pirámide truncada, que a su vez se asentaba en basamentos de gigantescas dimensiones.
Entre los dos grandes templos se edificaron el Gran Palacio del Cacique, con habitaciones para sus cortesanos, con observatorio astronómico y enormes terrazas donde se celebraban las festividades civiles, militares y religiosas. El historiador Eligio Ancona describe al palacio como «un vasto terraplén que podía tener sobre ochocientos pies de largo, cuatrocientos de ancho y de quince a veinte de elevación. Subíase a la cima por medio de una escalera de piedra, compuesta de siete gradas tan altas que dieron lugar a pensar que sólo podían ser subidas por gigantes». En la cima de la segunda mole «que era plana, estaba construido un extenso edificio, compuesto de cuatro cuerpos habitacionales, que dejaban entre sí un patio cuadrilongo». El aprovisionamiento de agua potable y para otros usos se hacían de los cenotes. Los muertos, como era costumbre entre los mayas, se enterraban en sus propias casas y a los hombres de linaje en las plazas públicas.
Cuando los españoles llegaron a T’Hó en 1541, jefaturados por Francisco de Montejo, el Mozo, la encontraron destruida y abandonada. Sólo había quizá 200 casuchas de paja habitadas por tal vez 1,000 indígenas. El historiador Juan Francisco Molina Solís la describe como «un lugarejo de indios mayas aposentados en chozas de paja y madera, junto a colosales ruinas y restos de algunos edificios en alto grado sorprendentes y bellos que coronaban agrestes cerros cubiertos de añeja arboleda». Montejo y sus hombres montaron su cuartel en la parte más alta de uno de esos cerros. Los edificios prehispánicos fueron utilizados durante todo el período colonial como canteras para la construcción de los edificios y casas coloniales y los últimos fueron arrasados para construir el mercado de la ciudad, en lo que antes fue la Ciudadela.
En un estudio lingüístico, Alfredo Barrera Vásquez plantea la hipótesis de que Dzibilchaltún, la ciudad maya antigua de mayor extensión territorial conocida hasta hoy y ocupada por más de 3,000 personas, pudo ser T-Hó, ya que no hay ninguna mención de la primera en los documentos históricos clásicos o en escritos en maya o español. Señala en El misterio de Dzibilchaltún. El ángulo histórico filológico del problema que se ha creído que Ichcaansihó es el antiguo nombre completo del lugar donde Mérida fue fundada y que T-hó o Tihó —como hoy se le llama— es sólo una reducción del nombre. Al analizar ciertos documentos observó que los nombres de Tihó o Zihó para designar a Mérida, se usaron solamente en la Relación de Mérida, escrita por Pedro García, encomendero de Chunhuhú en tanto que Ichcaansihó sólo aparece unido a Tihó en una referencia del Libro de Chilam Balam de Chumayel, pero posteriormente no aparecen juntos o asociados, ni en este texto, ni en los Libros de Chilam Balam, ni en la Crónica de Chacxulubchén. Por lo que respecta a las crónicas de Landa y Cogolludo y a la Crónica de Calkiní, únicamente mencionan a Tihó.
Barrera Vásquez comenta que la revisión de los documentos indígenas antiguos reflejan que Ichcaansihó tuvo gran importancia como nombre de lugar, algunas veces unido a Tihó, pero en los documentos de origen español está ausente. Para descifrar si T-hó, Tihó, Sihó o Ichcaansihó son el antiguo asiento donde Mérida se fundó, hace un análisis lingüístico de los tres elementos de la etimología de Ichcaansihó, por lo que podría traducirse como «Entre los altos Sihomes o El rostro del que hace nacer los Cielos», en lugar del significado conocido «Faz del nacimiento del cielo». También hace la consideración de que Dzibilchaltún sea la antigua Tihó o la Ichcaansihó de los textos mayas, aunque descarta esta posibilidad por la distancia existente entre ambos sitios, para sugerir la idea de que Ichcaansihó sea Dzibilchaltún y Tihó donde se asentó Mérida.
Al rastrear el nombre que pudiera corresponder a Dzibilchaltún en la antigüedad, a través de textos como el Libro de Chilam Balam de Chumayel, retoma la larga peregrinación que en una primera ruta pasa «sin tocar» Tihó o Ichcaansihó, donde estaban los atributos del poder y en tanto reinaba Holtun Balam «en su pozo». De acuerdo con el análisis de Barrera Vásquez, no se dice que Holtun Balam reinase en Ichcaansihó sino en su pozo y el único sitio posible es Dzibilchaltún. También comenta que hay cuatro nombres en juego, mencionados por los documentos clásicos, que pertenecen a lugares que se hallan dentro de la zona arqueológica de Dzibilchaltún: Tihó, Ichcaansihó, Chichicáan y Holtun Chablé, y que hay suficientes evidencias para localizar a Tihó en donde hoy es Mérida; algunas para identificar Ichcaansihó con Tihó; remotas posibilidades de que Tihó sea la arqueológica Dzibilchaltún, y que Holtun Chablé, más que Chichicáan, pueda identificarse con Dzibilchaltún, así como la posibilidad de identificación entre Holtun Chablé y el Chablekal actual.
A manera de conclusión, establece que en este primer acercamiento, Holtun Chablé, que lleva parcialmente en su denominación la pequeña Chablekal, podría ser el Dzibilchaltún arqueológico, pero para llegar a una conclusión definitiva se necesitan estudiar todas las fuentes clásicas, documentos privados y folclor oral de la región.