Ruiz Solórzano, Fernando

Ruiz Solórzano, Fernando  (1903-1969) Segundo arzobispo de Yucatán. Nació en Pátzcuaro, Michoacán, el 10 de octubre. Sus padres fueron Rafael Ruiz y María Solórzano Benicia. Aproximadamente, en 1912, ingresó al Seminario Auxiliar de Pátzcuaro y en 1915 terminó su instrucción primaria. Trabajó dos años como dependiente en una tienda que dejó para ingresar, en 1918, al Seminario de Morelia, donde estudió latín, filosofía, teología, derecho canónico y otras materias eclesiásticas. El 24 de marzo de 1928, en la residencia de las Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, lo ordenó sacerdote el vicario general y obispo auxiliar de Morelia, Luis María Martínez. Posteriormente, ocupó el cargo de vicerrector del Seminario y en ese período fue detenido por el gobierno y recluido en un cuartel militar para ser fusilado, sentencia que no se cumplió. Fue designado prosecretario de la mitra el 8 de marzo de 1938, secretario de Cámara y Gobierno, y canónigo de la Catedral de Morelia el 19 de enero de 1940. Un año después de la muerte del arzobispo de Yucatán, Martín Tritschler y Córdova, el Papa Pío XII lo designó para ocupar el cargo, el 22 de enero de 1944.

En el tercer tomo de El Obispado de Yucatán, Víctor Suárez Molina señala que el 14 de abril de 1944 llegó a Mérida, acompañado de los arzobispos Luis María Martínez y Rodríguez, de México, y Luis M. Altamirano y Bulnes, de Morelia, para tomar posesión de su sede en la sala capitular y fue consagrado el 16 de ese mes. Sin embargo, le fue impuesto el sagrado palio hasta el 30 de mayo de 1946 en la Catedral de Mérida, debido a que se retrasó el envío de la bula pontificia desde la Santa Sede. A partir del gobierno de Manuel Ávila Camacho, las relaciones entre la Iglesia y el Estado se distendieron, lo que permitió que en la Arquidiócesis de Yucatán se establecieran nuevas comunidades religiosas, se erigieran nuevas parroquias y se construyeran nuevos templos. Asimismo, tomó gran impulso el Seminario Conciliar. Para Ruiz Solórzano, la organización de la arquidiócesis fue uno de sus trabajos principales; por ello celebró un sínodo del 25 al 27 de abril de 1945 con el objeto de sentar las bases para dicha organización y ajustar las normas al Código de Derecho Canónico, promulgado por Benedicto XV desde enero de 1917. Constituyó nuevos gremios con una función católica y social, y reorganizó el Seminario Conciliar. Impulsó y trabajó con varias agrupaciones, como Acción Católica, a través de la cual promovió la formación de la Comisión de Defensa de la Fe, en respuesta al surgimiento de numerosas sectas protestantes en Yucatán. También impulsó a los Caballeros de Colón y los Escuderos de Colón, quienes despertaban el interés de los jóvenes en el apostolado seglar; las Congregaciones Marianas, en «donde se formaron y afirmaron criterios, principios, convicciones, creencias y forjaron voluntades»; los Misioneros de Maryknoll; los Misioneros del Espíritu Santo, lo que significó el regreso de los franciscanos a Yucatán y a quienes se les entregó para su residencia el antiguo convento de San Antonio de Izamal; la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María y al Instituto de Religiosas, para ayudar a la labor apostólica de la arquidiócesis.

Restauró la Catedral de Mérida y construyó nuevas parroquias ante el crecimiento demográfico. En el apostolado seglar impulsó la Obra de Protección a la Joven, con el objeto de auxiliar y orientar a las jóvenes con problemas morales y económicos; los Cursillos de Cristiandad, que eran grupos de oración, estudio y discusión en la verdadera fe; el Movimiento Familiar Cristiano, con el objetivo de «restaurar la vida de familia en Cristo», y la Casa de la Cristiandad, que «da respuesta a las necesidades espirituales y sociales de Yucatán». Al quebrantarse su salud, la Santa Sede nombró en 1965 como su obispo auxiliar al doctor Manuel Castro Ruiz, entonces rector del Seminario Conciliar de Morelia. Fernando Ruiz Solórzano falleció el 15 de mayo de 1969 a bordo del trasatlántico Miguel Ángel, camino a Nápoles. Sus restos fueron trasladados desde Roma a Mérida y sepultados en el Mausoleo del Clero.