Ruz Rivas, Francisco Joaquín

Ruz Rivas, Francisco Joaquín  (1772-1870) Mayista. Nació en Mérida, Yucatán. Sus padres fueron Francisco Carrillo de Ruz y Mendoza y María Jacinta Rivas Arroyo. Se incorporó a la Orden de San Francisco de Asís y tomó el hábito el 23 de mayo de 1794; estudió filosofía en el Convento Capitular de San Francisco y concluyó en 1805. El 19 y 20 de diciembre de 1806, fue promovido al sagrado subdiaconado, al diaconado el 21 de junio de 1807, nombrado cura doctrinero de la parroquia de Dzonotpip, (Cenotillo), en 1819, y más tarde, en el gobierno de José María Guerra, examinador sinodal.

Fue confesor general de Mérida desde 1821 hasta el día de su muerte. Su nombre completo fue Gregorio José Joaquín Francisco Carrillo de Ruz Rivas y al apellido Carrillo renunció cuando tomó el hábito. Su labor pastoral la acompañó del estudio, traducción y creación de textos religiosos en idioma maya. Por ello es considerado como uno de los más importantes mayistas. Entre las obras que tradujo al maya están: Catecismo histórico o compendio de la historia sagrada y de la doctrina cristiana, del abad Fleury, (1822); El devoto instruido en el santo sacrificio de la mesa, del padre Luis Lanzi, (1835); Catecismo y exposición breve de la doctrina cristiana, de Gerónimo de Ripalda de la Compañía de Jesús, (1847); Colección de sermones para los domingos de todo el año y cuaresma, de varios autores, en cuatro tomos, (1846, 1849, 1850); El Sagrado Evangelio de Jesucristo según San Lucas, (1865); Explicación de una parte de la doctrina cristiana, de Plácido Rico Frontaura, (1847), y Vía Sacra del Divino Amante Corazón de Jesús, de José Herrera Villavicencio, (1849). Escritos de su autoría se conocen: Gramática yucateca (1844), que fue para la instrucción de los indígenas; Cartilla o silabario de lengua maya, para la enseñanza de los niños indígenas, (1845); Manual romano toledano y yucateco, para la administración de los Santos Sacramentos (1846), y Análisis del idioma yucateco al castellano,(1851). Su obra fue cuestionada. Por ejemplo, el eclesiástico José Gregorio del Canto alegó que los vocablos estaban mal escritos, que forzaba el carácter propio y genuino de la lengua maya, a lo cual se sumaba el estilo defectuoso del autor.