Thompson, Edward Herbet (1860-1935) Nació en los Estados Unidos de América y vino a residir a Yucatán a la edad de 20 años. Por cuenta del Peabody Museum de Harvard, realizó varias exploraciones entre 1888-1889 y 1890-1891 en las cavernas de Loltún, cuyos resultados la mencionada institución publicó en sus Memoirs, Vol 1-2, de 1897. No se sabe con qué méritos ingresó a esta institución. Bajo la dirección de F.W. Putham, excavó lo que llamó la Tumba del Gran Sacerdote, en Chichén Itzá, cuyo contenido fue exhibido en la Columbian Exposition, en 1893 y acabó en el Field Museum de Chicago. Bajo el mismo patrocinio, sacó moldes del Arco de Labná y del Palacio del Gobernador de Uxmal, los cuales fueron exhibidos en la citada exposición.
Fue entonces nombrado vicecónsul estadounidense en Progreso. Posiblemente con la ayuda de Stephen Salisbury, de Worcester, y de Charles P. Bowditch, de Boston, compró en 1894 la hacienda arruinada de Chichén Itzá, en cuya demarcación se encontraban las ruinas arqueológicas.
Las depredaciones realizadas por Thompson en Labná y en Uxmal provocaron protestas de la prensa local y Joaquín Baranda, ministro de Instrucción Pública, nombró a su sobrino Santiago Bolio, inspector de las ruinas yucatanenses. Sin embargo, resultó que Thompson y Bolio eran amigos y socios en las depredaciones.
De 1904 a 1907, equipado con una gran grúa y un enorme cucharón, realizó su primera temporada de dragado en Chichén Itzá. En 1908, inició otra temporada de dragado asociado con Bowditch, contrato que se renovó en 1909. Finalmente, en 1910-1911, realizó su última temporada bajo los auspicios de Walter Austin y todos los objetos recogidos fueron donados al Peabody Museum de Harvard. Sólo una lista incompleta de lo extraído del cenote fue publicada, en 1926, por T.A. Willard, en su obra The City of Sacred Well, misma que ha sido publicada en el tomo II de la Enciclopedia Yucatanense.
El principal denunciante de Thompson fue Teobert Maller, cuya acusación fue publicada póstumamente en varias ocasiones, principalmente en la Revista de Yucatán, del 21 al 28 de julio de 1926. En ella dice que Thompson, que pretendía publicar la mejor obra sobre Yucatán, tenía la costumbre de destruir y mutilar los objetos que no podía enviar a los Estados Unidos, para que nadie pudiera competir con él. Acusa a Thompson de haber destruido intencionalmente con este propósito, las magníficas pinturas murales, que él llama la Batalla de los Itzaes, que se encontraban en el Templo de los Tigres. Relata algunas circunstancias en que, durante la visita del ministro de Instrucción Pública, Justo Sierra Méndez, que poco interés tenía por la arqueología, Thompson y Bolio fueron sorprendidos por su mala fe, sin que alguna medida fuera tomada para detener sus latrocinios y destrucciones.
Durante la visita sorpresiva a Yucatán del señor Murphy, inspector de consulados, al comprobar éste que Thompson no realizaba la tarea que le había sido encomendada, lo dio inmediatamente de baja.
Para sobrevivir, Thompson sometió a la Cámara de Diputados el proyecto de la creación de un hotel en Chichén Itzá, con restaurante y cantina, así como su servicio de carruajes, para solicitar una exención de impuestos por veinte años. Esta solicitud provocó una airada protesta por parte de Maler, publicada en la prensa local.
Otra de las fechorías que Maler atribuye a Thompson fue el intento de robo, en el Adivino de Uxmal, de una cabeza de piedra emergiendo de las fases de una serpiente, que ocasionalmente llaman Reina de Uxmal.
Como dice Carlos Echánove Trujillo en su libro Dos héroes de la arqueología maya: Frederic de Waldeck y Teobert Maler: «…A pesar de tanta presión de Maler, de las denuncias de los periódicos, de la comprobación de visu por todo un ministerio de Instrucción Pública, del despojo a la Nación de todo lo hallado en el cenote de Chichén, pasaban los años y nada oficial se intentaba contra el saqueador». En 1926, sin embargo, el ministro Puig Casauranc, fundándose en la lista incompleta de objetos extraídos del cenote y conservados en el Peabody, presentaba una denuncia formal. El avalúo alcanzó la suma de $1,034,410.00. Los abogados de Thompson, Julián Aznar y José Casares Martínez de Arredondo, hicieron durar el proceso 18 años. Thompson murió en 1935. El proceso penal quedó sobreseído, mas no el civil, que condenó a la sucesión al pago de $36,410.00. Pero los abogados promovieron ante la Suprema Corte de la Nación un juicio de amparo que arrojó en 1944 una resolución absolutamente favorable para el acusado, devolviéndole a la sucesión la finca que había sido embargada precautoriamente por la Nación. Maler, que con toda su fuerza defendió el patrimonio de la Nación, murió en la miseria.