Tabaco

Tabaco  Nicotiana tabacum. Familia solanáceas. Planta herbácea de hasta 2 m; hojas alternas grandes elípticas a oblongas, viscosas; flores monopétalas, tubulosas, rosadas o rojas; fruto capsular con semillas numerosas y pequeñas. Es oriunda de América, desde Estados Unidos de América y las Antillas hasta el norte de Argentina. Se cultiva con algunas variedades para obtener tabaco rubio, negro, principalmente, ya que las demás especies del género Nicotiana son silvestres, y existen más de 10 en la República; en la época prehispánica, en Yucatán se cultivaban dos a tres especies; de aquí fue llevada a Las Antillas, donde fue conocida por los españoles en 1492. Las primeras noticias acerca del tabaco y su uso las dio Gonzalo Fernández de Oviedo. Se dice que el misionero catalán fray Ramón Ponce remitió en 1518 al rey Carlos V la semilla de la planta y que éste mandó sembrar en sus jardines. Otras fuentes consignan que fray Francisco Ruiz hizo un envío al cardenal Cisneros y que el obispo de La Española se la regaló al Papa León X. Por otra parte, Jean Nicot, embajador de Francia en Portugal recibió la planta de un ciudadano flamenco recién llegado de La Florida y la envió en 1560 a la reina Catalina de Médicis. A partir de esto, comenzó a difundirse su uso en Europa y por eso posteriormente Linneo dio el nombre genérico de Nicotiana a la planta. El nombre con que inicialmente la designaron los españoles fue erróneo pues en arawak la palabra tabaca corresponde a la pipa para fumar. En cambio la palabra cigarro sí tiene origen correcto, pues deriva de la arawak sikale, que designa el cigarro, que en quiché y mam es sik, que también son nombres de la planta como en tzetal y kekchí «may», tzotsil «muy», yucateco y chortí «kutz», totonaco «askut», zoque «tsu». En yucateco el polvo de tabaco esmay y de ahí que al cigarro se le llame chamal.

Aparte de servir para fumar (Véase: Tabaquismo), se le atribuyeron a la planta otras propiedades, como la de ser preventiva del ataque de serpientes y de los señores de la muerte. Era empleada por chamanes para obtener ligeros estados tóxicos y hacer sus predicciones, así como para curar a pacientes mascando la hierva y escupiéndola sobre su cuerpo.

Durante la Colonia, el cultivo y venta del tabaco fueron monopolizados por el gobierno; los indígenas casi dejaron de sembrarlo, pero surgieron criollos y mestizos que celebraron contratos de producción; a éstos se les llamó contratistas y a sus plantíos: vegas del rey. Después de la Independencia quedó libre el cultivo y venta del tabaco y sujeto a un impuesto llamado alcabala del tabaco, que era dado en remate por el gobierno al individuo interesado. Posteriormente se suprimió la alcabala, con lo cual se ampliaron las superficies cultivadas, sobre todo en el Sur (Ticul y Tekax), poco en el Oriente (Espita y Tizimín) y algo en los Chenes, cuya producción era considerada de muy buena calidad. En la época de la Guerra de Castas se perjudicaron los plantíos; después volvió a tomar impulso el cultivo y desde mediados del siglo XIX el producto se exportaba a los estados del Golfo y aun a Nueva Orleáns. En esta época, una de las primeras fábricas de puros que se montaron en Mérida fue La Adelita, de Rogerio G. Cantón, en la esquina de las calles 59 y 60. A ésta sucedieron otras como: La Flora, de Genaro Seguí; La Atala y La Amazona de Joaquín Suárez Cámara; La Aurora, de Joaquín D. Zavala; la Bella Meridana, de Lorenzo Seguí; La Conchita, de José María Oviedo y El Comercio y La Carmelita, de Felipe Ibarra; éstas dos últimas daban trabajo a 300 personas. Según crónicas, en 1878 existían en Yucatán 21 fábricas. Desde 1870 se traía papel de España para cigarrillos, tabaco rubio de Virginia, EUA, y tabaco fuerte de Cuba, por lo que en 1878 habría cinco fábricas exclusivas de cigarrillos, cuatro en Mérida y una en Ticul; entre ellas La Carmencita, de José B. Mangas; La Oriental, de A. Rivas; La India Yucateca, de José M. Mendoza y La Serpiente, de Manuel Arjona. En 1884 se fundó La Nacional, de Gregorio Grajales, quien importó maquinaria moderna y dio trabajo a 125 operarios; fue la de más larga vida, pues subsistió hasta 1935. A la Exposición de París de 1899 concurrieron, además de la de Grajales, las fábricas El César, de Remigio López; El Progreso, de Flores y Compañía; La Dalia, de G. Gómez y La Carmencita, comprada por Clemente Cepeda Villajuana, que pocos años después la vendió a la firma Barbará y Compañía. En 1905 apareció otra fábrica La Libertad, de la empresa Sánchez Castro y Compañía, y en 1925 se fundó La Paz, por Agustín Vales Castillo. Como todas las otras fábricas ya habían desaparecido, ésta y La Nacional fueron competidoras hasta 1935, cuando cerró la segunda. Pero ahora la competencia fue con los productos de una compañía nacional El Águila, que en 1964 compró La Paz y llevó la maquinaria a Tabasco. Desde antes de esas fechas sólo el área de Ticul producía Tabaco, que aún compraba El Águila; posteriormente, por 1976 desapareció esta empresa y ya no se sembró más tabaco en la entidad. Un reciente esfuerzo, 1998, se ha hecho con un empresario egipcio para cultivarlo en Espita.

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