Rutineros o serviles Organización política formada entre 1808 y 1810, opositora a los vientos liberales que empezaron a fluir a partir de la abdicación de Fernando VII en 1808 y la convocatoria en 1810 para un Congreso Constituyente en Cádiz, que se concretó en la proclamación de la Constitución de la Monarquía en 1812. Estos hechos permitieron que en Yucatán se promoviera el régimen constitucional, al que los rutineros se opusieron por considerar que ponía en riesgo el orden social y defendieron el sistema de la monarquía absoluta. Las reformas que enfrentaron a las dos principales organizaciones políticas, sanjuanistas y rutineros, fueron las referidas al derecho de los colonos a gobernarse por sí mismos, eximir a los indios de todo servicio personal a cualquier corporación o funcionario público o curas párrocos, y la abolición de las obvenciones que los indígenas pagaban a los párrocos. Las obvenciones que comenzaron por ser limosnas que los indios daban a los misioneros franciscanos y después se convirtieron en contribuciones obligatorias, fue uno de los puntos más discutidos por dejar sin recursos para su manutención a un gran número de gente que dependía en gran parte de ellas. Los rutineros se resistieron a la aplicación de las reformas frente a los sanjuanistas, quienes tuvieron la oportunidad de promoverlas e implantarlas en 1813, por el respaldo jurídico político que les otorgó la Constitución de Cádiz. Quizás una de las expresiones que nos muestra una de las diferencias sustanciales entre estas dos fuerzas políticas antagónicas es la de Rubio Mañé en su libro sobre los sanjuanistas: Austeridad y abnegación abundaba entre los sanjuanistas. Ambiciones y apetitos entre los rutineros. Otra expresión y espacio de confrontación fue, en 1813, en el Seminario de San Ildefonso, cuando estudiantes quemaron un cepo, en el que se les aplicaban las sanciones, acción que fue protegida por algunos catedráticos sanjuanistas y que llevó a la renuncia del rector ante la inconformidad de los estudiantes por el intento de investigar los hechos. Al querer influir en el obispo para la designación del nuevo rector y no lograrlo, los profesores sanjuanistas renunciaron y quedaron mayoritariamente en el Seminario maestros rutineros. Un elemento propio de este partido fue que no era un grupo homogéneo, al interior se manifestaban los propiamente católicos, los volterianos y los que consideraban a la religión como un elemento de control y dominio de los más ignorantes. Al regresar Fernando VII a España en 1814, desconoció la Constitución de Cádiz, declaró nulos los decretos expedidos y restauró el régimen absolutista; en plena ventaja política, los rutineros iniciaron la represión y encarcelamiento de los sanjuanistas y restituyeron por principio la obligación de las obvenciones a los párrocos y el servicio personal de los indígenas. Situación que cambió en 1820 cuando por presiones políticas Fernando VII se vio obligado a reconocer la Constitución que antes había desconocido. De esta manera los rutineros, al verse en desventaja y temiendo que los sanjuanistas ejercieran represión como ellos lo habían hecho, se incorporaron a las logias masónicas e incluso a los sanjuanistas declarándose y fingiendo ser constitucionalistas, paso que significó la desarticulación y posteriormente la desaparición de los rutineros. Con la llegada de la imprenta, en febrero de 1813, los dos partidos pudieron publicar sus periódicos, el de los rutineros se llamó El Sabatino y los artículos de Pedro Manuel Escudero y Aguirre, Jerónimo Santander y el franciscano Domingo Sáenz vieron la luz en sus páginas.
Entre los principales rutineros figuran: Pedro Elizalde, Pedro Manuel Escudero y Aguirre y su hermana Josefa, Juan Nepomuceno Rivas Vértiz, canónigo Joseph María Calzadilla, racionero Joseph Zavalegui, Juan José Duarte, Ignacio Basilio Rivas, José Ignacio Rivas y Chacón, curas Diego O’Horan, Francisco de Paula Villegas, Manuel Pacheco, Antonio Maiz, Leonardo Santander y fray Domingo Sáenz.