Orfebrería Arte de labrar los metales preciosos. Los indígenas mayas, en el período prehispánico, no conocieron la orfebrería debido a la carencia de metales preciosos en la Península de Yucatán, aunque los adquirieron y usaron a través de la importación de objetos procedentes de otras áreas de Mesoamérica. Se sabe que los mayas practicaron el pulido del pedernal y la obsidiana, labraron impresionantes dibujos en piedra, esculpieron el jade y el feldespato, pero desconocieron el arte orfebre. Con la llegada de los españoles a la Península se introdujo este arte, que se fue generalizando posteriormente. Las primeras Relaciones de los encomenderos, las Cartas de Indias y las Crónicas de Lizana, Landa y Cogolludo relatan que entre los soldados de Francisco de Montejo y los primeros frailes, llegaron artesanos que introdujeron las artes mecánicas y manuales y las difundieron por toda la Península. Así, entre albañiles, zapateros, sastres y escultores, llegaron plateros y orfebres que empezaron a labrar ornamentos para las recién fundadas iglesias, medallones, cadenas, hebillas, cálices, incensarios, palmatorias y candelabros de plata y oro, cucharas y otros objetos de uso personal. Con el tiempo se fueron formando grupos de orfebres que perfeccionaron en Yucatán el arte de la filigrana. (Véase: Filigrana). Entre los primeros orfebres sobresalió el fraile franciscano Julián de Cuartas, natural de Almagro, España, quien llegó a Yucatán a los 19 años y enseñó a los indígenas la arquitectura, pintura, entalladura, escultura y el oficio de dorador, de acuerdo con las técnicas españolas. Entre los frailes llegaron algunos plateros que comenzaron a labrar y pulir ornamentos y luego sus discípulos, muchos de ellos indígenas, extendieron este arte hasta la confección de alhajas y toda clase de joyas de oro y esmaltes. A partir de esos primeros artesanos y aprendices, se empezaron a formar grupos de orfebres y plateros que desarrollaron el esmalte, la filigrana, el cincelado, el repujado, el grabado y las montaduras de piedras preciosas. Con el paso del tiempo, los frailes artesanos concentraron la elaboración de objetos de culto religioso, mientras que los indígenas y mestizos se dedicaron a hacer alhajas para el adorno personal. En la actualidad, la tradición de fabricar objetos eclesiásticos se ha perdido completamente, sólo se ha conservado la manufactura de objetos para el adorno personal. Con el tiempo, los orfebres y plateros se organizaron en pequeños talleres artesanales o gremios, donde había tres categorías básicas de trabajadores: los aprendices, que eran familiares de los plateros u orfebres, o muchachos entregados por alguna familia del lugar; los oficiales o empleados, que eran los que ya habían aprendido el oficio y trabajaban en el taller por un pago; y los maestros, que eran los jefes del taller, a cuyo cargo estaba la organización y distribución de tareas y la responsabilidad de la transmisión del oficio. Aun cuando no existe información sobre la cantidad de plateros y orfebres durante la Colonia y la Independencia, se sabe que a fines del siglo XIX y principios del XX había talleres en Mérida, Valladolid, Peto, Ticul, Motul e Izamal. En la actualidad, las técnicas tradicionales de la joyería se conservan y se trabajan en 15 poblaciones del estado: Mérida, Valladolid, Peto, Motul, Tekax, Halachó, Oxkutzcab, Izamal, Ticul, Hunucmá, Maxcanú, Temax, Tizimín, Baca y Muna.