Ocón, Juan Alonso de

Ocón, Juan Alonso de  (1597-1660) Obispo de Yucatán, de 1638 a 1642. Nació en la Rioja Castellana, en el Redal, de la villa de Ocón, España, de donde su padre Juan Alonso de Ocón tomó el segundo apellido. Estudió en la Universidad de Alcalá de Henares, en el Colegio de San Ildefonso, graduándose de doctor en sagrada teología. Llegó a ser catedrático de filosofía, luego de teología y regente de esta última facultad. Recibió la Orden del presbiterado dentro del clero secular en diciembre de 1622. Fue cura de la parroquia de Elechosa en la Arquidiócesis primada de Toledo y después promovido a la de Santa Cruz de la corte de Madrid. Llegó a obtener en esta capital española, la fama de literato, orador elocuente y sabio. Al quedar vacante la sede episcopal yucatanense, por la muerte de Gonzalo de Salazar, el rey Felipe IV designó para ella a Ocón el 9 de marzo de 1638 y el Papa Urbano VIII otorgó las bulas el 8 de julio de ese mismo año. No pudo venir de inmediato por lo que el nuevo obispo consagrado dio poder al arcediano de la iglesia Catedral de Mérida, Gaspar Núñez de León, y al canónigo Francisco Ruiz, para que en su nombre tomaran posesión del obispado. Éstos gobernaron del 16 de mayo de 1639 al 10 de octubre de 1640, en que Alonso de Ocón llegó a Yucatán. López de Cogolludo señala que era riguroso en los exámenes de los ordenados, y personalmente los observaba, que recorrió el obispado y reformó lo que a su parecer era necesario, favoreció a los religiosos que se enfrascaron en la reducción de los indios alzados de Bacalar y que ordenó que se escribieran algunas conclusiones de las materias de todos los sacramentos en columnas latinas y por correspondencia, lo mismo en otras en el idioma de los naturales, en el cual se habían de conferir todas aquellas materias. Molina Solís, por su parte, agrega que este obispo fomentó la instrucción de la juventud, promovió la reforma de las costumbres protegió y estimuló la enseñanza y estudio de las ciencias y letras y especialmente contribuyó al estudio y enseñanza de la lengua maya.Fue tanto su interés en este idioma que bajo su presidencia se celebró en la escuela de San Francisco un certamen literario, en el cual las tesis, las conclusiones y las argumentaciones se hicieron todas en lengua maya y en el cual participaron personas doctas y diestras en dicha lengua que había por entonces en la provincia. Carrillo y Ancona, en El Obispado de Yucatán, anota que Alonso de Ocón «… impulsó de modo tal el desarrollo literario en el país, que estimuló cual nunca se viera, hasta el de la lengua indígena, sosteniéndose en ella misma solemnes actos académicos, y proclamándosela poderoso auxiliar de las lenguas sabias y de las orientales, para las mejores interpretaciones bíblicas.» En la visita general de la Diócesis, que realizó en 1642, confirmó a más de 68,000 personas, además de que pudo observar la dificultad que los indígenas tenían para pagar las obvenciones a través del tributo de cera y algodón. En ese entonces se acostumbraba que el varón contribuyera con una libra de cera y la mujer con una pierna de patí o tela de algodón, dos veces al año, una en la fiesta del santo patrón respectivo, y otra en el día de la conmemoración de los fieles difuntos. Por tal motivo, expidió el 28 de febrero de 1643 un edicto, por el cual, so pena de excomunión mayor, prohibió a todos los curas, incluyendo a los frailes, que recibiesen de los indios dicho tributo como pago. Ordenó que se dejasen libres a los indios de contribuir en especie e impuso penas para aquéllos que se prestasen a pagar en la forma prohibida. Sin embargo, la disposición episcopal no fue bien recibida por los franciscanos, quienes no le reconocieron la facultad para excomulgarlos. El provincial de la Orden, Diego de Cervantes, si bien ordenó a los frailes que por el tiempo de la escasez no exigieran en especies las obvenciones, desconoció la jurisdicción episcopal y manifestó que llevaría sus quejas a la Real Audiencia y al Consejo de Indias. El gobernador de ese entonces, el marqués de Santo Floro, se unió a los frailes y escribió al rey contra el edicto episcopal. Por su parte, algunos caciques indígenas se unieron a esta protesta. Tal fue el caso del cacique del pueblo de Cholul, que se presentó ante Ocón, acompañado de otros indios principales para decirle que «…daban y seguirían dando la cera y las mantas a los curas doctrineros con mucho gusto porque en esta costumbre nos criaron nuestros padres y abuelos, y como desde niños vimos que ellos ofrecían esta limosna para nuestros padres espirituales y para nuestras iglesias, las damos nosotros de todo corazón.» Los franciscanos se unieron y lograron incluso suspender la excomunión del guardián de Hunucmá que había desobedecido el edicto. En 1642, después de tres años de episcopado, el rey declaró a Ocón obispo del Cuzco en el Perú. Salió de Mérida el 7 de agosto de 1643. Dejó el gobierno de la mitra en manos del deán Gaspar Núñez de León, que rigió hasta el 22 de enero de 1644, en que fueron despachadas las bulas relativas a la traslación del obispo a la sede del Cuzco, declarándose en su virtud vacante la de Yucatán. En su nuevo obispado permaneció cerca de siete años y en marzo de 1651 fue elevado a la dignidad de arzobispo en la metrópoli de Las Charcas. Tras haber gobernado por nueve años consecutivos, falleció en la Ciudad de Plata a los sesenta y tres años de edad. En Cuzco fundó los colegios de San Antonio y de San Bernardo con cátedras de gramática, artes y ciencias sagradas.