Olegario Molina y Compañía, sucesores

Olegario Molina y Compañía, sucesores  Esta empresa fue establecida en 1881 por Olegario Molina Solís para exportar azúcar y henequén y dedicarse al desarrollo de caminos y al mejoramiento de alcantarillados. Uno de sus primeros trabajos fue la mejora de caminos y alcantarillados de Mérida. Inicialmente su participación en el mercado henequenero fue muy reducida. Sus esfuerzos se encaminaron a la búsqueda de nuevos mercados en Europa y Cuba, pero no tuvo mucho éxito. También intentó estimular la exportación de otros productos, principalmente sal, pieles, palo de Campeche, chicle y huesos, tratando de evitar la excesiva dependencia del henequén pero las altas tasas de fletes e impuestos demasiado onerosos impidieron que dichas industrias se convirtieran en una alternativa para el estado. La participación de Molina Solís en el transporte, importación de artículos de lujo de Europa y de Estados Unidos y la adquisición de bienes raíces entre 1880 y 1890, le permitieron reforzar la compañía, pese al poco éxito que había obtenido hasta ese momento. Para la década de los 90, la compañía había abandonado sus propósitos de diversificación de mercados y productos, y se había convertido en una de las principales casas exportadoras de henequén hacia Estados Unidos. Además, Molina cumplió su participación en la economía estatal adquiriendo su propia compañía naviera, que llegó a ser la tercera empresa transportadora de henequén del estado fundó y presidió el Banco Yucateco. Intentó desbancar a la H. W. Peabody and Company de Boston, Massachusetts, que en 1890 se convirtió en la principal casa exportadora de henequén suplantando el liderazgo de Eusebio Escalante. El esfuerzo más importante se realizó entre enero de 1894 y junio de 1895, cuando Olegario Molina logró unir a Escalante y a Rafael Otero Dondé, otro exportador importante, paa tratar de alzar los precios de henequén y presionar a la Peabody y luego retener la producción de fibra para forzar un alza en los precios de exportación. El resultado fue un fracaso completo, viéndose obligados Molina y sus socios a vender su henequén por debajo del precio de compra. En 1897, fundó la cabuyería La Industrial en unión de sus hermanos Manuel y Augusto, su sobrino Ricardo, sus yernos Avelino Montes y Rogelio Suárez y sus socios Enrique Muñoz Arístegui, Rodulfo Cantón, Leandro León Ayala, Rafael Peón y otros inversionistas. Se construyó un moderno molino de cordel y se le dotó de equipo sofisticado. La empresa tuvo un éxito inicial, pues casi toda su producción fue adquirida desde 1899 hasta 1902 por la McCormick Harvesting Machine Company, el principal manufacturador de equipo para la cosecha de granos de Estados Unidos. En este último año se integró la International Harvester Company mediante la fusión de las más importantes empresas manufactureras de segadoras agrícolas de Estados Unidos, incluida la McCormick. En octubre, Molina firmó con la International un convenio secreto por el cual se comprometió a deprimir el precio de la fibra a cambio de la exclusividad de las compras del trust estadounidense. Molina perdió su interés en la industrialización del henequén, abandonando la empresa durante ese año. Sin su apoyo, la cabuyería fracasó en 1903. A partir del convenio, los precios del henequén fueron bajando en forma constante hasta 1912, en tanto que el poderío de la Compañía Molina aumentó, merced a las enormes ganancias obtenidas. Molina y su socio Avelino Montes continuaron su expansión económica a costa de muchos medianos y pequeños hacendados arruinados por la política de baja de los precios. Su enorme poderío económico permitió a Molina desempeñar los puestos de gobernador del estado, de 1902 a 1906, y de ministro de Fomento en el gabinete porfirista, de 1907 a 1911. En mayo de 1905, el nombre de la empresa se cambió legalmente por el de Avelino Montes, S. en C. La compañía siguió operando con altas ganancias y un amplio control sobre la economía estatal hasta 1915, año en que el general Salvador Alvarado implementó un proyecto de reformas fiscales en todos los niveles que ocasionaron un cambio estructural en la entidad. Aun cuando conservaron buena parte de sus propiedades, Molina y Montes perdieron de manera definitiva las riendas del poder económico y político local durante el período alvaradista.