Dibujo y grabado

Dibujo y grabado  Los mayas utilizaron las técnicas de dibujo para decorar los exteriores e interiores de sus edificios. Se conservan pocos ejemplares debido a los agentes atmosféricos y al derrumbe de los edificios. También se conservan los Códices. Respecto de los murales se han conocido en Uaxactún, Guatemala, en Chacmultún, en el edificio de las pinturas que tratan de escenas de la vida cotidiana cuyos personajes apenas tienen vestidos, pero lucen bizarros, penachos, tocados y portan lanzas y diversos objetos. Dominan los tonos rojo, verde y azul. En Dzulá; en Santa Rita, Belice; en Tulum, donde se encuentran dibujos representando cosas y paisajes y son tres los edificios decorados: el Templo de los Frescos o Estructura Núm. 16, el Templo del Dios Descendente y la estructura superior del edificio principal: El Castillo. En Chichén Itzá, en los edificios del Templo de los Tigres donde encontraron murales con escenas de batalla y aspectos de la vida diurna y religiosa, el Templo de los Guerreros, donde sobresalen dos cuadros de costumbres: la vida del pueblo con sus cabañas y actividades domésticas y otro que representa el ataque de una villa a orillas del agua y el edificio del Templo del Chak-mool. En Bonampak se realizaron los murales del Edificio 1.

Al iniciar la Colonia se utilizaron las piedras labradas de los templos, palacios y adoratorios mayas para construir las primeras casas, iglesias y conventos. Las figuras que decoraban aquellas construcciones fueron destruidas por los frailes al ver en ellos un peligro para la fe católica. En los conventos se colgaron cuadros de imágenes de vírgenes y santos que sustituyeron a los antiguos ídolos. También se pintaron retratos de los obispos de Yucatán, así como numerosos murales al fresco. Al iniciar el siglo XIX esta rama artística yacía en el más completo abandono. En 1844 el progresista magistrado Gregorio Cantón estableció en su propia casa una Academia de Dibujo; puso al frente a un artista foráneo que la abandonó al año siguiente, por tanto se hizo cargo de ella Pedro Casares y Quijano. En 1845 comenzó a editarse El Registro Yucateco, periódico literario bajo la dirección de Jerónimo del Castillo. Ese mismo año abrió un taller de daguerrotipia Antonio Pallás, pero es hasta 1846 que aparece la primera lámina litográfica que consiste en una vista de la Catedral de Mérida, cuyo original pudo ser tomado por Pallás al daguerrotipo, pero la plancha aparece impresa en La Habana. Otro intento de establecer un taller de litografía en Mérida lo hizo Manuel Tiburcio Almeida.

A fines de 1845 el gobierno del estado concedió una beca a Vicente Gahona Pasos para estudiar en Italia. Conociendo las necesidades de su ciudad natal y los anhelos de los periodistas, había procurado aprender las técnicas del grabado en acero, del xilograbado y del dibujo en la piedra litográfica, habilidades que le hicieron distinguirse como dibujante, grabador y caricaturista; desde que comenzó a colaborar en el periódico satírico Don Bullebulle adoptó el seudónimo de «Picheta». Impartió clases particulares y desde 1867, al fundarse el Instituto Literario fue catedrático de dibujo. En 1859 regresó a Mérida José Dolores Espinosa Rendón quien había estudiado en La Habana y trajo el equipo necesario para abrir una litografía. En ella se imprimieron las ilustraciones del periódico La Guirnalda, las del libro Poetas yucatecos y tabasqueños y se imprimió el Repertorio Pintoresco. Abrió también una academia particular en la que enseñó dibujo natural y lineal. A su muerte dejó su equipo al cubano Ricardo Caballero. Hacia 1875 se menciona a Vicente Cervera, dibujante que se dedicó a la enseñanza de su profesión.

Otro yucateco que destacó en este arte fue Juan Gamboa Guzmán quien pintó retratos al óleo, entre otros, el del obispo Carrillo y Ancona. Posterior a estos artistas le siguieron profesores que enseñaban a domicilio o en academias particulares, entre ellos figuran José Sánchez León, catedrático de dibujo natural en el Instituto Literario; José Dolores Farfán, Bruno Gazque y Santiago Bolio, que impartió clases en el Instituto Literario de Niñas; Modesto Cayetano, centroamericano que llegó a Mérida en 1893, abrió una academia particular y enseñó las leyes de perspectiva, y Edmundo Garibaldi, notable por sus trabajos a tinta china.

Entre 1892 y 1893 se publicó el semanario festivo Pimienta y Mostaza, con dibujos de Eduardo Urzaiz Rodríguez. Pero hasta 1910 se tuvo en Mérida un taller de fotograbado que estableció el Diario Yucateco que dirigía Álvaro Torre Díaz. Este taller pasó más tarde a manos de Pedro Guerra Jordán. El 28 de febrero de 1916 se fundó la Escuela de Bellas Artes del Estado, que desde su fundación hasta 1936 tuvo vida independiente, primero como Escuela de Bellas Artes del Estado, luego con el de Escuela Popular de Pintura y Artes Plásticas, después dependió del Departamento de Educación Pública, de la Universidad Nacional del Sureste, otra vez del Departamento de Educación Pública y se llamó Escuela Popular de Pintura y Artes Plásticas; en 1936 dependió de la Escuela de Música y Arte Escénico y vino a quedar como sección de Artes Plásticas de la Escuela Popular de Arte. De 1939 a 1941 volvió a tener vida independiente y se llamó Escuela Popular de Artes Plásticas. Finalmente es una dependencia de la Sección de Artes Plásticas de la Dirección General de Bellas Artes. Su primer director fue José del Pozo; las clases de dibujo las impartían Enrique Cervera, Leopoldo F. Quijano y Modesto Cayetano. En 1916, la Escuela contó con las enseñanzas de Miguel Ángel Fernández, uno de los mejores dibujantes mexicanos, quien enseñó a los estudiantes la técnica impresionista, el divisionismo y el estudio de los colores complementarios. Pintó óleos y acuarelas de numerosos paisajes regionales. Posteriormente se integró Armando García Franchi, dibujante yucateco formado en la Ciudad de México y xilograbador.

Otros grabadores fueron Manuel Cachón y Raúl Gamboa Cantón, como dibujante caricaturista destacó Lucilo Waldemar. En 1938, por acuerdo del presidente Lázaro Cárdenas se les concedió becas para estudiar en la Ciudad de México a Emilio Vera Granados y Francisco J. Vázquez Castillo; ambos se especializaron en grabado. Vázquez se quedó en México y llegó a ser uno de los mejores grabadores de la nación. En 1943 ingresó Raúl Maldonado Cetina como profesor de dibujo. Destacaron en los años 70 Alberto García Maldonado, grabador sobre temas de muerte; Óscar Ortiz, con dibujos a tinta finos y bien trazados y David Sierra, dibujante y caricaturista. Pueden mencionarse también a Rubén Pérez Morales, grabador; Faustino Madera y Jorge Euán, dibujantes, Fernando Castro Pacheco, Fernando García Ponce y Alonso Gutiérrez.

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