Demografía

Demografía  (Siglo XVI) La demografía maya, anterior a la Conquista Española, sigue siendo todavía algo muy indefinido y discutible entre los especialistas. La discrepancia entre las cifras es una muestra de la falta de información suficiente como para lograr estimaciones más homogéneas y cifras que a su vez correspondan a los hechos de este largo período. Así, por ejemplo, para el apogeo Clásico, J.H. Spinden estima una población de 8,000,000 para el mundo maya, en su conjunto, y una tercera parte de esta cantidad para la Península. S. Morley considera que fueron 13,000,000, mientras que E. Thompson no cree que haya rebasado los 2,000,000 o 3,000,00. Por lo que se refiere a la Península en el momento de la llegada de los españoles en 1528, las divergencias son todavía mayores. H. O. Wagner propone la cifra de 8,000,000 a 10,000,000, mientras que M. W. Jackeman y S. Morley calculan 1,375,000 y 1,600,000 respectivamente. El primer documento con valor censal de que se dispone para Yucatán son las Tasaciones de 1549 que arrojan según Cook y Borah, unos 58,444 tributarios o jefes de familia que con un promedio de cuatro por familia darían cerca de 233,776 personas. Si a esta cantidad se agregan los de Uaymil-Chetumal, y del Petén, obtenemos para la Península 280,000 a 300,000 habitantes. Si consideramos los estragos de la conquista militar y sus consecuencias, así como las enfermedades que asolaron a la población entre 1528 y 1549, es posible y sensato pensar que en este breve período de 21 años, la población se redujo en un 40%, por lo que debió ser de unos 500,000 pobladores al inicio de la Conquista.

Otros investigadores proponen un decremento de 60%, lo que daría una cifra de aproximadamente 750,000, cercana a la que proponen Cook y Borah, de 800,000 habitantes. Para la segunda mitad del siglo XVI disponemos de las Relaciones Geográficas, recopiladas entre 1579 y 1581 y con base en éstas, utilizando el método de porcentajes y el número de tributarios, Cook y Borah estimaron para 1543 un total de 476,200 y para 1579-1581, 141,436. Otras fuentes demográficas disponibles son la Carta, de Hernando de Sopuerta que trae adjunta una Memoria de los franciscanos de 1580, conteniendo el número de pueblos e indios casados, la Memoria de los conventos, vicarías y pueblos de la Gobernación de Yucatán (aunque sin cifras de valor) y la lista inserta al final del Memorial, que el provincial fray Pedro Cardete y fray Alonso de Ortega enviaron al Real Consejo de Indias en 1586. Con ello, Cook y Borah estiman en 1580, 33,600 casados y en 1586, 80,683 «almas de confesión»; valiéndose de diferentes factores consignan para 1580, 134,400 personas y para 1586, 134,740. Estas estimaciones son ligeramente menores a las de las Relaciones Geográficas, que fueron de 141,436 en 1579-1581. De acuerdo con la lista, de 150 y 147 pueblos correspondientes a 1549 y 1580, Yucatán había perdido de su población indígena en sólo 31 años, un 42% de su totalidad.

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Factores incidentes en la despoblación de Yucatán. El reacomodo de la población a través del programa de congregación efectuado por los frailes, durante los años 1550, concentró a todos los indígenas que vivían en rancherías y pueblos pequeños en asentamientos más grandes. De los más de 400 poblados existentes, muchos de ellos históricos, sólo subsistieron 160, cantidad que se redujo considerablemente en años posteriores, y que a principios del siglo XIX apenas llegó a 224. Ello provocó la reacción de los indígenas quienes poco a poco abandonaron los poblados y formaron rancherías en los bosques, hasta alcanzar 900 en 1700 y más de 1,500 en 1800, con menos de 50 habitantes en su mayoría y otras con más de 1,000, formando así nuevos pueblos. El programa de congregación desarticuló la organización social indígena y expuso a la población al hambre y a las enfermedades, pero también contribuyeron los desastres naturales. Según Landa, varias epidemias diezmaron a la población en 1566, 1569 y 1570. Cogolludo refiere más hambrunas en 1571-1572 y 1575-1576, y Molina Solís informa de «una grande hambre que padecieron los habitantes de Yucatán, principalmente los indios, los cuales, en busca de alimentos, abandonaron su domicilio, y se andaban vagando por los bosques (…). Informaban algunos religiosos franciscanos que los pueblos se despoblaban, que los indios huían y que todos, sin remedio, se irían a las soledades del Petén si no se les socorría con dinero para que comprasen comida».

Tras el hambre apareció la sequía, la peste y las enfermedades como el sarampión y tabardillo y las plagas de langosta que arruinaron las cosechas durante las dos últimas décadas del siglo. Otro factor que significativamente influyó en la demografía de la segunda mitad del siglo XVI fue el trabajo forzado como servicio personal y la granjería del añil que por su insalubridad provocaba enfermedades y muertes. Todo ello generó inquietud y descontento entre la población indígena, que incapaz de sublevarse, huía a las regiones boscosas del Oriente y del Sur donde, libres de adversidades se dedicaban a sus cultivos y actividades. Calificados de «apóstatas» por los colonizadores españoles, estos pobladores indígenas cuyo flujo, aunque poco importante, pero continuo y que no aparece en las estadísticas de la época, debió constituir un número muy significativo y explicaría en gran medida la brusca caída de la población india en la segunda mitad del siglo XVI. Así, tendríamos que en comparación con los 232,576 habitantes en 1549, la pérdida demográfica fue del 27% en 37 años, mucho más realista que los 37% y 42% calculados con base en las Relaciones Geográficas y los informes franciscanos.

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Siglo XVII. Las fuentes demográficas del siglo XVII son escasas y hay que atenerse a las cifras de los franciscanos que en 1601 atendían a 41,101 indios tributarios y de los seglares que cubrían 7,024, mismos que al aplicarles el factor de conversión 3.4 suma una población de 163,625 habitantes. En comparación con las cifras de 1586, significa que desde 1549 no hubo recuperación, aunque el índice de disminución se redujo.

De acuerdo con Francisco de Solano 130,000 mayas de confesión eran administrados por los franciscanos y 17,256 por el clero secular, que con el factor de conversión de 1.67 representa una población de 247,917 individuos, cifra que para María Cristina García Bernal, en apoyo a la sugerencia de Solano, incluye a todos los pobladores de la Península. La Minuta de los Encomenderos de Yucatán de 1607, publicada en el Epistolario de la Nueva España, de Francisco del Paso y Troncoso, constituye la segunda fuente documental para el siglo XVII y en ellas se enlistan las 137 encomiendas de Yucatán, 118 particulares y 19 del Adelantado Montejo puestas en la Corona, con un total de 48 254 tributarios, que al aplicarles el factor 3.4 da 164,064 indios para 1607. La Descripción de la Nueva España en el siglo XVII, de Vázquez de Espinosa, señala que en 1609, 91,500 indios dependían de los franciscanos y 25,100 de los seculares, haciendo un total de 116,600 que con el factor de conversión de 1.67 daba una población de 194,722. Así, las cifras existentes en el comienzo del siglo XVII de 163,625, 164,064 y 194,722, aproximadas o exageradas, en el último caso, pues incluye a los naborías y mexicanos de otro régimen tributario, indican que la disminución demográfica en la última mitad del siglo XVI finalizó y que en el inicio del siglo XVII se recuperó ligeramente.

De 1609 y hasta 1639 no existe información y de la Relación historial eclesiástica de la provincia de Yucatán de la Nueva España, escrita en 1639, por Francisco de Cárdenas y Valencia, García Bernal estima un total de 124,150 personas, 25,751 de confesión administradas por los seculares y 98,675 por los franciscanos, que al aplicarles el factor 1.67 da una población india de 207 497 individuos, cifra semejante a la obtenida por Cook y Borah de 209 365 personas. Además de representar un repunte demográfico, esta cifra indica la recuperación de la dinámica de la población maya, no obstante los desastres naturales y epidemias que la afectaron enormemente. Ya en 1643 se dispone del recuento total tributario de ese año, reproducido por Cogolludo, que alcanzaba 61,526 individuos, que al aplicarles el factor de 3.4 daban una población india de 209,188, a la que si le suman los 9,423 indios reducidos en 1644 a sus poblados de origen, se ratifica a la recuperación demográfica india a mediados del siglo XVII.

Al comparar García Bernal la relación de encomiendas aparecidas en la Minuta de 1607 con la de 1666, la población tributaria en 1666 era el 70% de la de 1607. Así, y al aplicar este porcentaje a los 48,254 tributarios de 1607, tenemos que en 1666 éstos eran 33,585 y con el factor 3 se obtuvo una población total de 100,755 indios de pueblo. García Bernal al estudiar el número de tributarios en las encomiendas vacantes entre 1640 y 1648 determina un porcentaje de 0.625, que aplicándolo a los 61,526 tributarios de 1643 obtiene, en 1666, 38,454 tributarios, y promedia esta cifra con la lista de encomiendas de 1666 estimando 36,020, a la que aplica el factor 3, para alcanzar una población de 108,060 indios. Esta brusca caída de la población india desde la segunda mitad del siglo XVII corresponde a los desastres naturales y sociales (peste, hambre, viruela y fiebre amarilla) que tanto afectaron a la Península en esa época, además de la ilegal práctica del repartimiento que hizo huir a numerosos indios, incapaces de pagar los tributos.

Para fines del siglo XVII sólo existe la lista de encomiendas de 1688 —incompleta pues no figuran las inscritas en la Real Corona— y un informe franciscano de 1700. Por ello, García Bernal comparó 71 encomiendas mediante el método de porcentajes con los equivalentes de la Minuta de 1607, resultando que la población de 1688 es inferior en 86% de los casos a la de 1607 en una proporción de 0.654, es decir, que el descenso demográfico fue de 34.5%, en siete casos creció y en tres fue igual. Para 1688, García Bernal calculó una población india total de 99,942 personas, registrándose un descenso en relación con 1643 de 52.22% y respecto de 1607 de un 39%. Como la «Matrícula y razón individual del número fijo de los indios tributarios de administración y doctrina de cada convento y guardianía…», del 28 de junio de 1700, no incluye las personas de confesión administradas por el clero secular, pero sí a naborías como a no tributarios. García Bernal recurre nuevamente al sistema de proporciones comparando 26 guardianías existentes tanto en 1639 como en 1700, observándose en promedio un descenso de población en la segunda mitad del siglo XVII, ratificando lo ocurrido en 1666 y 1688.

Para 1700 se calculó una población india de pueblo aplicando la proporción de 0.613 a la población de 124,250 personas existentes en 1639, alcanzando 76,165 individuos de confesión y, al multiplicar por el factor de conversión de 1.67, se obtuvo una población india total de 127,195, aproximadamente 130,000 personas. El aumento que se registró de un 23% en 12 años, entre 1688 y 1700, indica, no obstante la hambruna de 1692 provocada por desastres naturales y enfermedades, el comienzo de una recuperación que continuaría en el siglo XVIII.

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Los otros grupos de población durante los siglos XVI y XVII. En los documentos de los siglos XVI y XVII se mencionan dos categorías de indios diferentes a los de la población india ya citada que conformarían en su época la comunidad rural de Yucatán. El primero estaba formado por mexicanos-tlaxcaltecas y de Azcapotzalco que integraron las huestes de Montejo durante la Conquista y que asentados en sus barrios de Mérida consiguieron eximirse en 1582 del tributo por servicios en ésta. El otro grupo formado por los naborías, indios yucatecos establecidos en las villas españolas, Mérida, Campeche y Valladolid, que prestaban servicios personales y/o hacían trabajos artesanales, sometidos a un sistema de tributos distinto al de los indios de pueblo y sobre los cuales la documentación es muy escasa e incompleta. Carentes de información exacta, Cook y Borah, agrupando a todos aquellos que no eran indios de pueblo, calcularon en 1549 algunos cientos de personas que proporcionalmente no significaban nada. Los naborías que pagaban un peso de tributo al año por adulto fueron 500 en 1549, 1,000 en 1580 y 2,700 en 1605. Otras 1,000 personas, entre mexicanos, negros y esclavos integraban el segundo grupo. Para 1639, Cook y Borah mediante fuentes imprecisas de Cárdenas y Valencia, calcularon 2,200 naborías tributarios y a 2,580 en 1644-1645 que con un factor de 4 totalizan 10,320 indios. La población blanca resultó insignificante a mediados del siglo XVI pues la constituían 175 jefes de familia, es decir, cerca de 700 individuos en total. Según Diego Quijada, en 1652, los jefes de familia eran 200 blancos y según López de Velasco unos 300. Para 1580 eran 500 jefes de familias, es decir, aproximadamente entre 1,800 y 2,000 españoles. En 1605, Cook y Borah consideraron a 600 españoles y mestizos jefes de familia con un total de 3,000 personas y para 1639, basándose en Cárdenas y Valencia, calcularon 878 vecinos, 400 en Mérida, 150 en Valladolid, 300 en Campeche y 28 en Bacalar, que con un factor de 5, dan un total de 4,390 españoles. Es hasta 1671 cuando el gobernador de Yucatán, Fernando Francisco de Escobedo, escribe al rey que «los menos de 1,300 vecinos españoles no pueden defender (contra los piratas) 300 leguas de costas» los cuales, con un factor de 5, dan 6,500 pobladores españoles en Yucatán. Negros, mulatos y mestizos eran todavía insignificantes en la mitad del siglo XVI. A fines del mismo siglo ya son 500 los negros y gracias a una carta del gobernador Francisco Ramírez Briceño del 5 de febrero de 1618, sabemos que había ya más de 2,000 negros y mulatos por aquel entonces.

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La población de Yucatán hasta la Independencia de México. La información demográfica sobre Yucatán del siglo XVII es muy dispersa y poco práctica para definir la evolución poblacional. La recuperación demográfica a fines del siglo XVII, al parecer, sufrió otro duro golpe entre 1726 y 1727 al registrarse una larga sequía que provocó una hambruna pocas veces vista. Según Molina Solís, 17,000 personas murieron.

En 1730 se dio otra hambruna, aunque de menor consecuencia. No obstante, Cook y Borah calculan para 1736 una población de 126,897 indios que, ligeramente inferior a la cifra de García Bernal en 1700, no afecta la tendencia del incremento. A pesar de una sequía y una hambruna desatadas en 1741, García Bernal calcula entre 1741 y 1750 la existencia de 42,147 indios encomendados, es decir, una población de 140,000 indios de pueblo. Esta cifra indica una sólida recuperación demográfica de 1736 hasta 1772, cuando un fuerte huracán destruyó las cosechas durante un año de sequía y de plagas de langosta resultando, sin embargo, en ese año, una población india de 175,000 personas y una población total de 214,974, incluida la población no india que ya alcanzaba 40,000 individuos entre mestizos, blancos, negros y mulatos.

Tras una epidemia de bola que afectó enormemente Yucatán en 1787, Lucas de Gálvez mandó levantar en 1789 un Estado General de la Población de la Provincia de Yucatán, resultando 264,955 indios, 53,866 españoles y mestizos y 45,201 negros y mulatos. De un total de 364,022 personas, el 72.78% lo constituían los indios y por primera vez, este censo registró cantidades por sexo, edad y etnias. Entre 1793 y 1794, Arturo O’Neill ordenó otro censo que, al agrupar a los pueblos por partidos o subdelegaciones, indica el número de tributarios en cada partido y la cantidad total de pobladores por pueblo registró en la Península una población total de 358,287 habitantes, siendo 253,687 indios. Al compararla con la población de 1700 de 130,000 personas, se observa en 93 años un aumento de 95%, no obstante las dos gravísimas hambrunas de 1726-1727 y 1769-1774, que frenaron la recuperación demográfica sin detener un avance global. En 1800, la población india yucateca, después de 250 años, recuperó el nivel de 1549.

Entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX se registraron sucesivas calamidades que afectaron gravemente la población con una sequía y su consecuente hambruna en 1795 y una epidemia de vómito negro. Empero, la más grave fue la sequía y la plaga de langosta de 1804 que afectó enormemente al medio rural. En 1807 un gran huracán azotó la Península destruyendo cosechas y provocando hambrunas, que se repitieron en 1809 y 1810. En 1806 se levantó un censo parroquial, incompleto y actualizado por Nancy Farris, que registró una población india de 272,925 personas y una población total de 388,752 individuos. En 1810, El estado de la población del reino de la Nueva España, de Fernando Navarro y Noriega, incluida la provincia de Tabasco, da cuenta de 528,700 habitantes, correspondiéndole 475,830 a la Península, pues Tabasco tenía aproximadamente el 10% de la población total. Calzadilla estima en sus apuntaciones escritas en 1814, una población total de la Península, incluido Bacalar, de 500,000 habitantes, divididos en 70,000 blancos y «55,000 no ciudadanos» que debían contener las castas. La diversidad de censos y estimaciones realizadas en las postrimerías de la Colonia y sus consecuentes deficiencias no altera el perfil demográfico que, no obstante plagas y epidemias, muestra una notoria recuperación hasta la gran catástrofe que constituyó la Guerra de Castas iniciada en 1847, cuando la población alcanzó su máximo crecimiento en el siglo XIX.

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El siglo XIX. Al finalizar la Colonia, en diciembre de 1820 el gobernador Echeverri ordenó un Censo General de la Provincia que se realizó a principios de 1821, y abarcó de la Península hasta El Carmen, pero que careció de información sobre Mérida, Campeche y Bacalar, la cual fue completada por Salvador Rodríguez Losa, quien publicó el citado censo, desconocido hace poco.

Hasta 1846, las cifras encontradas en distintos informes se contradicen no sólo entre sí, sino con relación a la tendencia general de la evolución demográfica. Durante este tiempo, Yucatán sufrió graves trastornos y posibles alteraciones demográficas muy notorias al ocurrir grandes hambrunas, una entre 1822-1823 por falta de lluvia y la más grave y última sequía de importancia que registra la historia, entre 1834 y 1835, así como una epidemia de cólera entre 1833 y 1834 que pudieron alterar la evolución demográfica, pues según Molina Solís murieron 65 000 personas. Las variaciones enormes en las cifras se debieron también a las diferencias de los sistemas de cálculo.

En 1846, el Censo aporta la cifra de 504,635 habitantes mientras que la Matrícula de Hacienda, con 125,744 contribuyentes con cinco por cada uno, arroja según Joaquín García Rejón un total de 628,720 habitantes. En sus Estadísticas de Yucatán, José María Regil y Alonso Manuel Peón, no obstante estimar que la cifra de 628,720 es demasiado alta, consideran que la del censo es demasiado baja y según sus cálculos dieron la cifra de 575 000 personas. Para Cook y Borah, el crecimiento demográfico iniciado en 1740, continuó ininterrumpidamente hasta 1847, al estallar la Guerra de Castas, pero admiten que desde 1840 se moderó y redujo su ritmo. La epidemia de cólera en 1833 y 1834 constituye la causa de esta disminución. La Guerra de Castas asoló con dureza a la población, principalmente entre 1847 y 1853, provocando la muerte de un gran número de personas por violencia e inanición, la emigración a otras regiones y/o países y un movimiento migratorio temporal. Parte del territorio —70,000 km2— se sustrajo al control gubernamental adquiriendo una plena autonomía mantenida hasta 1901.

La otra y grave epidemia de cólera de 1852 y 1853 afectó también el porcentaje de la población. Ninguna información confiable existe para conocer este período, al no haberse efectuado algún censo y darse puras estimaciones, las cuales responden en algunos casos más a intereses políticos que al propósito de descubrir la realidad demográfica yucateca. Empero, como lo hicieron Cook y Borah, utilizando diversas cifras es posible estimar que los indios sublevados y dispersos en 1860 eran 100,000, que tras la guerra contra el Imperio, entre 1868 y 1869, habitaban Yucatán y Campeche 363,000 personas, que sumadas a los 100,000 insurrectos, totalizan 463,000 individuos. Al comparar las cifras del censo de 1846, podría decirse que durante la guerra murieron de 100,000 a 120,000 seres humanos. Francisco Martínez de Arredondo, con el fragmentado censo de 1850, calcula una población de 299 455, cifra demasiado baja ya que no incluye a los sublevados, pues supone un déficit de 275,000 individuos desde 1846.

Con el censo de 1854 ocurre lo mismo al reportar una cifra más baja aun de 256,381. Resulta claro que la mortífera plaga del cólera en 1853 causó estragos entre la población y que tales condiciones impidieron efectuar un censo completo y las cifras poseen más un valor indicativo que un valor absoluto. El censo de 1861 registra una cifra de 197,254 personas, al no contemplar a Campeche —ya separado de Yucatán— y fue descalificado por el propio gobierno yucateco, el cual en 1862 ordenó otro censo que reportó 148,437 individuos en pueblos, villas y ciudades y 99,619 en haciendas, sitios y ranchos, es decir, 248,516 habitantes, sin contar Campeche. Manuel Cirerol calcula para 1869, 282,934 personas asentadas en Yucatán, es decir, un notorio aumento de 34,778 individuos, y considera como baja la cifra porque «muchos evitan ser empadronados por malicia».

Otras estimaciones continúan siendo bajas como las de la Dirección General del Registro Civil, que considera para 1878 una población de 240,524 habitantes y de Serapio Baqueiro que informa que en 1881 existían 260,629 individuos. El Primer Censo Nacional de 1895 reporta una cifra de 294,806 pobladores. Las cifras oficiales sobre la población tanto de Yucatán como de Campeche son de poca consistencia para poseer una visión integral de la demografía de Yucatán durante la segunda mitad del siglo XIX. Campeche fue creado en 1858 con una población oficial de 86,455 habitantes, cifra que fue aumentada posiblemente por intereses políticos, pues la mejor estimación de su población real es de 80,000 personas, incrementándose progresivamente hasta 86 542 individuos, registrada por el censo de 1900. La población india insurrecta refugiada en Quintana Roo, que los investigadores consideran en 100,000 para 1862, bajó progresivamente hasta unos miles de indios cuando su capital Chan Santa Cruz, hoy Felipe Carrillo Puerto, fue ocupada por tropas federales en 1901. Más que ninguna otra, esta población sufrió una violenta disminución ante la separación de grupos enteros como los de Kantunil Kin, Lochá y de Chichanhá, pero principalmente por las hambrunas y plagas que la diezmaron. Se proponen cifras decrecientes para este grupo, que no guardan más que un valor indicativo de una tendencia.

Mientras la población de Yucatán y Campeche se recuperaba progresivamente desde los años 70 del siglo XIX, la de los indios rebeldes disminuía violentamente, manteniéndose la población total estancada hasta que su territorio, ocupado por el ejército federal, pudo aumentar su demografía en el siglo XX con migraciones provenientes de Yucatán y del resto del país. Aquí Cook y Borah yerran en sus cálculos sobre la población peninsular, pues nunca consideran a la población insurrecta, ausente en las estadísticas, pero toda una realidad en el territorio que ocupaba y defendía contra la agresión del ejército.

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El siglo XX. Durante el siglo XX, la evolución demográfica de la Península de Yucatán se ha medido regularmente cada 10 años, excepto en 1921. En el aspecto territorial sólo se ha registrado un cambio significativo al crearse el territorio federal de Quintana Roo en 1902 y, como estado libre y soberano en 1974. Quintana Roo resulta peculiar, pues su población india no fue registrada en 1900, pero se añadió supuestamente a la de Yucatán. Bajo la administración militar en 1910 continuaba reacia al contacto con los «blancos» y por órdenes del general Salvador Alvarado, gobernador de Yucatán, fue devuelta Chan Santa Cruz a los mayas. Durante el período revolucionario de 1910 a 1921 el incremento de la población peninsular persistió, aunque fue menor que durante la década anterior. Se recuperó inmediatamente después de 1921. Campeche fue el único estado que tuvo un ligero descenso en su población, que se recuperó a partir de 1940, pero su caída no fue por efecto de la Revolución, sino por el aumento de la emigración superada por una mayor tasa de natalidad y mejores atenciones a la salud a partir de los años 40. Desde siempre Yucatán ha sido la zona más poblada de la Península y su densidad demográfica mayor que las de las otras entidades vecinas, pero a partir de 1930 ha venido reduciéndose proporcionalmente, mientras que Campeche y Quintana Roo han crecido regularmente de 1940 a la fecha. A partir de 1970, Quintana Roo experimenta un enorme incremento debido al desarrollo de la zona turística de Cancún. La densidad demográfica por km2 se incrementó 2.95 veces en el conjunto de la Península, sólo que mientras en Yucatán y Campeche este aumento fue de 2.71 y 2.85 respectivamente, en Quintana Roo fue de 9.25 veces, constituyéndose en la zona de mayor atracción proporcional en la Península. La Península de Yucatán recuperó el nivel de población que poseía en 1846 a partir de 1940 y en 1960 alcanzó el grado poblacional estimado al momento del primer intento de conquista por Montejo en 1528.

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