Día de Muertos

Día de Muertos  En el año de 731, el Papa Gregorio III estatuyó la fiesta de Todos los Santos en la región central de Italia. El Papa Gregorio IV convenció a Luis, el Piadoso, rey de Francia, para conmemorar el día de Todos los Santos, lo que se hizo el 1 de noviembre de 835. Así, esta celebración se extendió a todo su reino. La Iglesia oriental celebraba la fiesta de los Santos del Antiguo Testamento el domingo anterior a la Navidad, lo cual comenzó a practicarse en Inglaterra desde el año 1222. San Odilón, obispo de Cluny, inició la conmemoración de los difuntos y escogió un día después de Todos los Santos, llamando así el 2 de noviembre como Día de los Fieles Difuntos. Esto se universalizó en 1557 por el obispo Eustaquio de París y de ahí se derivó la costumbre de recitar oraciones junto a las tumbas. Los mayas no tenían algún día especial para los difuntos. Pero cerca de estas fechas efectuaban dos ceremonias dignas de tomarse en cuenta. Dice Landa que el mes de Xul estaba dedicado a Kukulkán; este mes maya comenzaba el 24 de octubre y terminaba el 12 de noviembre; la fiesta, llamada chik-kabán, se iniciaba el nueve de noviembre y duraba cinco días y cinco noches, tiempo durante el cual se le llevaba a su templo muchas ofrendas de objetos y alimentos y se creía que el último día bajaba Kukulkán para recibir las ofrendas. La otra fiesta se llamaba olob-tsab-kam-yax, que significa «dar y recibir lo azul». Estaba dedicada a todos los dioses. Se efectuaba al inicio del mes de Mol, o sea el 3 de diciembre. Para esta fiesta todo el pueblo llevaba sus utensilios, que eran untados con el betún azul; además, se juntaba a todos los niños y niñas y se les daban unos golpecitos en la parte exterior de las muñecas, para que fuesen hábiles en sus labores. En un calendario consignado en los libros de Chilam Balam de Maní y Tizimín, los días 31 de octubre y 1 de noviembre se califican como días malos; el 2 de noviembre, además de mal día, se señala que «toma su fuego el Ah-tok y para el 7 de noviembre indica que se juntan los demonios. Los calendarios utilizados fueron de los años 1553 y 1554, sin que mencionen las festividades religiosas católicas. Si bien ya se había fijado el 1 de noviembre como día de Todos los Santos, no fue sino hasta 1557 que se estatuyó en Europa el Día de Difuntos. Las primeras autoridades eclesiásticas en Yucatán encontraron que el pueblo maya celebraba tres eventos: una fiesta para todos los dioses, un acto para los niños y un día especial en que Kukulkán bajaba para recibir ofrendas. Realizaron el sincretismo religioso fijando el 31 de octubre para los niños, el 1 de noviembre para los santos (en lugar de los dioses) y el 2 de noviembre para los difuntos. Esto último fue un proceso más lento, dado que no había cementerios. Sólo a los altos dignatarios se les construían tumbas o eran enterrados en un templo; el pueblo enterraba a sus muertos bajo el piso de sus casas; a veces se les incineraba y las cenizas se guardaban en algún recipiente o se confeccionaban máscaras; en estos casos se les veneraba en los domicilios y se hacían ofrendas de alimentos a sus almas, llamados Hanal-pixán, que significa precisamente «comida para alma», en la fecha particular de cada quien. Cuando los franciscanos comenzaron a construir iglesias y conventos, se fijó el terreno al sur de cada edificio para que sirviera de cementerio general, ya que la gente importante era enterrada dentro de las iglesias. En las localidades sin templos, las autoridades seleccionaban algún terreno para efectuar las inhumaciones. Esta situación subsistió durante toda la época colonial, sin que hubiese referencias al Día de Difuntos. Después de la Independencia, a partir de 1821, se dictaron disposiciones para establecer cementerios en todas las localidades y se prohibieron los entierros en las iglesias o en sus cercanías, lo cual fue reforzado en 1857 por las Leyes de Reforma. Es probable que en esta época se iniciase la celebración del Día de Muertos, estimulada por el clero. Pero en muchos sitios o para muchos creyentes, la fecha de celebración del ritual de ofrecimiento de alimentos a las almas es el «ochavario», o sea 8 ó 9 de noviembre, para solemnizar su partida después de haber visitado la Tierra en este período. Esto coincide con lo señalado en el Códice de Maní, de que el 7 de noviembre «se juntan los demonios».

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