Díaz, Porfirio (visita a Yucatán) En febrero de 1906, Olegario Molina Solís, gobernador del estado en ese entonces, invitó a venir a Yucatán a Porfirio Díaz para que presenciase la inauguración de varias obras de singular importancia. El progreso material reflejado en Mérida, mediante el auge de la hacienda henequenera, propiciaron la visita. Cuando se hicieron públicas la invitación y la aceptación, la sociedad yucateca, propietaria de grandes caudales, empezó a organizar el itinerario, fiestas y homenajes que se brindarían en honor al presidente. Porfirio Díaz llegó a Yucatán a bordo del cañonero «Bravo» y su comitiva, a bordo del «Fürst Bismark», vapor alemán propiedad de la Compañía Hamburg Amerika Linie. Arribaron a Progreso en la mañana del día 5. Díaz llegó acompañado de su esposa, el estado mayor, el vicepresidente de la República, el ministro de Comunicaciones, los ministros de Alemania y de Italia y numerosos funcionarios, empleados y damas distinguidas. Fue recibido por el gobernador del estado y otros altos funcionarios.
Inmediatamente después del desembarco pasó a la estación de ferrocarril de vía ancha que lo trasladó a Mérida. Aquí lo esperaba el presidente del Ayuntamiento, los miembros del consejo municipal, los de la junta directiva de las fiestas, empleados de las oficinas públicas tanto locales como federales, las comisiones de los gremios y corporaciones, y los invitados para el acto. Mérida había sido adornada con arcos triunfales que atravesaban las calles y avenidas principales. Ese mismo día se ofreció a los invitados un banquete en el palacio de gobierno; al terminar presenciaron desde los balcones un desfile al cual se llamó «Paseo de las Antorchas». El día 6 fue inaugurado el hospital O’Horán, el Asilo Ayala y la Penitenciaría Juárez. El acto comenzó con un discurso por Luis F. Urcelay, vicepresidente de la junta del hospital O’Horán, posteriormente Luis Rosado Vega recitó una poesía de su inspiración. Acto seguido, Díaz declaró inaugurados los edificios. En la noche, Molina obsequió al presidente un banquete, en donde brindó por el general diciendo que éste era un ejemplo para todos los mexicanos. Después se dio un gran baile en la Lonja Meridana en honor a Carmen Romero Rubio de Díaz. La concurrencia fue inmensa; el lujo y ostentación de las damas invitadas denotaba la enorme riqueza obtenida a través de la producción del henequén, fruto de la mano de obra del peón acasillado.
El día 7, Díaz visitó la hacienda Chunchucmil, situada en el municipio de Maxcanú. En ese entonces el dueño de la hacienda era Rafael Peón. Aquí se le ofreció la fiesta más típica y atractiva de las organizadas durante su estancia en Yucatán. Todo el trayecto desde Mérida hasta Chunchucmil fue adornado. Díaz y su comitiva llegaron a las 11:15 de la mañana donde fueron recibidos con el Himno Nacional, ejecutado por la banda de artillería. La casa principal era un verdadero palacio por su fachada, dimensiones y decorado. En el pórtico fue inscrito en mármol lo siguiente: «Al héroe de la paz señor general don Porfirio Díaz, Presidente de la República. Se dignó honrar con su visita esta hacienda. Chunchucmil, febrero 7 de 1906». El presidente, después del recibimiento, recorrió la casa de máquinas donde observó dos desfibradoras «Vencedora Prieto», que se pusieron a funcionar para que los invitados pudieran apreciarlas; después pasaron a los locales que servían para empacar, al tendero y al departamento de calderas, visitaron el hospital, la botica, la tienda y ocho casas de los sirvientes; Díaz manifestó satisfacción por el buen trato dado a los trabajadores y por las condiciones sanas en las que vivían; posteriormente pasaron a la huerta y de ahí al gran salón en donde se dio un banquete. Doscientas personas estuvieron presentes en el almuerzo. A la hora de la champaña, Joaquín Peón, en nombre del propietario de la hacienda, ofreció la fiesta al presidente y dirigió unas palabras a la concurrencia, donde expuso la relación de mutua conveniencia y utilidad del propietario y el jornalero, rechazando los ataques que habían recibido por parte de algunos escritores nacionales que los acusaban de esclavistas. Díaz respondió que como había podido constatar, en Yucatán no existía tal esclavitud que describían los calumniadores contra el estado, que le había encantado visitar una finca de campo, porque había podido ver con sus propios ojos, la manera en que el henequén se producía y el estado que guardaba la población rural; agregó que las manifestaciones de cariño recibidas por el pueblo le hacían notar que éste estaba contento, reiterando que los rumores de la esclavitud no eran más que calumnias.
Después, dos indígenas mayas se le acercaron y obsequiaron un ramo de flores y unas fotografías de la hacienda; uno de ellos pronunció un discurso en maya, en el cual mencionaba que era un honor contar con la presencia de tan distinguida persona y lamentaba el no poder haber conocido a su esposa. Díaz agradeció los presentes manifestando que aquellas vistas de Chunchucmil las conservaría como un recuerdo de una de las notas más simpáticas de su visita a Yucatán y como un recuerdo de la raza maya. Posteriormente, se organizó una vaquería, retornando a Mérida, donde en la noche hubo un paseo histórico que representó la conquista del pueblo maya por los españoles, la evangelización y el mestizaje. En él participaron jóvenes y adultos de la clase social alta. Para concluir las actividades del día asistió a un baile de la clase obrera de Mérida.
El día 8 fue agasajado en la hacienda Dzodzil, propiedad de Olegario Molina; allí se realizó una velada para despedirlo, que según testigos presenciales fue de una belleza y magnitud impresionantes. Esta hacienda era una de las más hermosas que existían en todo Yucatán, todo era portentoso, las fachadas, decorados, parques, jardines, huertas y todo lo que en ella existía, se habla del famoso Partenón construido en una de las glorietas de su parque y del cenote de la hacienda que fue decorado con luces. Para que Díaz y su comitiva estuvieran más cómodos, durante el viaje hasta la hacienda, Molina mandó construir un ramal que entroncando con la línea férrea principal, Mérida-Progreso, llegaba hasta la puerta de Dzodzil. El presidente fue recibido con todos los honores y se le ofreció una velada en la que la orquesta fue dirigida por el maestro José Cuevas. Tomaron la palabra grandes personalidades como José Peón Contreras, José Inés Novelo y Justo Sierra, al final hubo un espectáculo de juegos pirotécnicos. El presidente se retiró a las 12:30 de la noche. El día 9 salieron rumbo al puerto Progreso donde se embarcaron con destino a Veracruz y de allí a la Ciudad de México.