Barrios

Barrios

(Mérida) Desde la fundación de la ciudad, los españoles destinaron algunos lugares para que en ellos tuvieran asiento las familias indígenas. Esos lugares constituyeron lo que hoy conocemos como barrios de la capital: el de Santiago al Poniente y en la misma dirección el de Santa Catalina; el de San Sebastián al Suroeste; el de San Cristóbal, al Sudeste; y en la parte norte el de Santa Ana. En estos barrios establecieron sus viviendas de palma todas las familias humildes de los indígenas, repartidas en razas y en cada uno de ellos se construyeron en el transcurso de los años iglesias o parroquias destinadas exclusivamente para los fieles de esos lugares. Como la ciudad aún no estaba desarrollada, los barrios referidos venían a ser verdaderos pueblos situados a poca distancia de la ciudad; pero cuando ésta fue creciendo, los barrios formaron ya parte de la misma. Cada uno tenía su cacique y demás autoridades subalternas y sus moradores estaban obligados a pagar tributos a la Real Hacienda.

El de Santiago estaba poblado por indígenas, así como el de Santa Catalina y San Sebastián; y el de San Cristóbal fue destinado para los indígenas mexicanos que ayudaron a Montejo en la tarea de pacificación de los mayas. El barrio de Santa Lucía estuvo ocupado por esclavos negros o mulatos y más adelante, cuando se fundó el barrio de Santa Ana, estuvo poblado por indígenas. Estos barrios no fueron fundados al mismo tiempo, sino que su existencia data de diversas épocas, según las necesidades de la población. La división de parroquias que vino como consecuencia del establecimiento de los barrios, fue de gran importancia para la vida entera de la sociedad, porque toda ella se desarrollaba según las normas eclesiásticas de cada parroquia. Carrillo y Ancona dice que «la ciudad estaba dividida en parroquias por razas: esto es, la Sagrario-Catedral era para los que se llamaban españoles o blancos; la del Santo Nombre de Jesús para los negros y pardos; la de Santiago para indígenas de barrio y criados de españoles y la de Guadalupe para indígenas de las afueras de la ciudad y de su partido». La vida civil en cada uno de esos barrios era relativamente independiente, puesto que reconocían a sus propias autoridades aun cuando éstas estaban sujetas al dominio español; los contratos celebrados entre los naturales eran respetados en sus términos y en ellos campeaban la buena fe y la justicia. Toda reclamación que tuvieran que hacer a las autoridades españolas estaba dirigida por los «defensores de indios» y se asegura que en los barrios americanos no existían encomenderos como en los demás pueblos de la provincia. No existen fechas exactas de las fundaciones de los barrios, pero se asegura que los primeros que se levantaron fueron los de Santiago, Santa Catalina, San Sebastián y San Cristóbal, y más adelante, Santa Lucía y Santa Ana. Existen además otros barrios como el de La Mejorada y San Juan.

Santiago. En sus inicios fue un modesto asentamiento de mayas labradores, cuyo centro era la primitiva iglesia de paja que más tarde fue transformada en otra mayor, cuya edificación se concluyó en el año de 1637. Este barrio era la antesala del camino al puerto de Sisal. Ahí se erigió un arco místico, hoy desaparecido, que se ubicaba próximo a la célebre Casa de la Punta de Diamante (cruzamientos de las calles 64 y 75). La plazuela ubicada frente al templo fue arreglada en 1839 para convertirla en parque. En 1899, la familia Pinkus Troncoso mandó construir una residencia en el terreno de la calle 72, entre 59 y 61, la que posteriormente fue vendida para albergar al Colegio Americano, que la ocupa hasta nuestros días. En la calle 59 hay una finca residencial, hoy funciona ahí el supermercado San Francisco de Asís, que a principios de siglo fue ocupada por un grupo de alemanes y después por Salvador Alvarado. Más tarde fue adquirida por el ex gobernador José María Iturralde Traconis y desde entonces fue conocida como Quinta Iturralde. Frente a esa antigua construcción se encuentra la Quinta Loreto que todavía conserva su uso como casa habitación. De 1902 a 1906 se realizaron las edificaciones del Hospital O’Horán y el Asilo Ayala; este último, en la actualidad, da cabida al Instituto de Cultura de Yucatán. Con motivo de la conmemoración de la batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1908 se inauguró la avenida Reforma (comprende la calle 72 desde el cruce de la 57, hacia el Norte, hasta el pórtico del Asilo Celarain).

San Juan. A principios del siglo XVII fue construida la ermita de San Juan Bautista contigua a la iglesia, cuya construcción se inició en 1769. Por esas mismas fechas se erigió el Arco de San Juan, en la calle 64, a la salida del Camino Real hacia Campeche. Más tarde, el extremo poniente de la plaza fue acondicionado como jardín público dotado con enverjados, bancas de hierro y plantas de ornato. En el centro se colocó la estatua de una mujer joven elaborada en bronce. Los edificios que sobresalen en este barrio son los que ocupan el Colegio Consuelo Zavala, la Hemeroteca del Estado José María Pino Suárez (antes funcionó en ese local el Registro Civil) y otro en la confluencia de las calles 62 con 69, donde funcionaban bodegas de la empresa Zaldívar que más tarde sirvieron a la Cordelería San Juan y después al cine del mismo nombre. Actualmente hay ahí una panadería. En este barrio se encuentra también la pequeña iglesia conocida como La Candelaria, inaugurada en 1609.

San Sebastián. Fue comunidad de indios desde principios del siglo XVII. La iglesia fue su primera construcción y data de esos años. Un edificio contiguo a la iglesia, conocido como El Cuartel, se encuentra en el ángulo suroeste de la plaza. En 1881 fue destinado a hospital militar; más tarde, en 1919, sirvió como cuartel de artillería, después fue mercado y museo, sucesivamente. Hoy sirve como oficinas de la Secretaría Estatal de Educación. A partir de 1901 hubo en el costado poniente de la plaza, sobre la calle 72, un colegio para varones llamado Escuela de San Sebastián. En aquellos años se edificaron las escuelas municipales María Antonia Ancona y general Manuel Cepeda Peraza. Al poniente del barrio se hallaba el Rastro Municipal, sitio en el que actualmente funcionan dos centros, uno deportivo y el otro dedicado a la capacitación de la mujer. En el cruce de las calles 64 y 75, en la desviación conocida como «Punta de diamante», hay una casona en cuya fachada se ve una placa de mármol que la denomina «Cuna de la Revolución».

San Cristóbal. La iglesia fue concluida en 1796. Dedicada ahora a Nuestra Señora de Guadalupe fue inaugurada aún inconclusa. El atrio rodea el templo en sus extremos sur, poniente y norte. Está limitada por la casa cural. En 1883 la plazuela recibió el nombre de Reforma, pero hace algunos años fue cambiada a Ignacio Allende. La residencia de Eleuterio Solís, inaugurada en 1920, se ubicó en el costado sur del parque y dio cabida durante una época al cine Esmeralda. De las antiguas casonas del barrio se recuerda aquella en la que habitó Manuel Crescencio García Rejón, que más tarde sirvió para el Liceo de Niñas y ahora da cupo a locales comerciales. La residencia que hoy ocupa el Colegio Mexicano fue de la familia Esquivel Milán. Destacan en el barrio tres casas en las que se aprecian puertas enmarcadas con el cuerpo de una serpiente cuyas cabezas descansan en el piso.

Mejorada. Los primeros edificios de importancia se construyeron en el siglo XVII: la iglesia (1624), el convento de los franciscanos y el hospital. Tomó su nombre del que se dio a la capilla de Nuestra Señora del Tránsito, de estilo barroco, que recordaba al madrileño de La Mejorada. Anexo al templo se levantó el convento, que fue cerrado en 1820. Por Decreto de 1861 se estableció ahí el Hospital General de San Juan de Dios, que funcionó hasta la apertura del O’Horán. Más tarde, fue destinado para la Escuela de Artes y Oficios y al cierre de ésta, a viviendas para familias de soldados acantonados en el Cuartel de Dragones. Hoy en día, ese edificio está ocupado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Yucatán. En el siglo XVIII, se construyó (cruzamiento de las calles 50 con 61) el Arco de Dragones, de corte colonial. Una cuadra más adelante, 50 con 63, el Arco del Puente. La antigua plazoleta de La Mejorada fue ocupada casi 40 años por la Estación Central de Ferrocarriles hasta que en 1923 se reacondicionó como parque. Más tarde, a principios del siglo XX se inauguró en el barrio la Planta Eléctrica de Mérida. En el cruzamiento de las calles 57 y 42 se construyó el pequeño Mercado del ChemBech y después, en el predio número 445 de las calles 57, el cine Alcázar. Dentro de los límites del barrio también se encuentra la Quinta del Olvido, que ahora pertenece al fraccionamiento del Carmen. Una de las pocas casonas del rumbo, la que ocupa hoy el Instituto Benjamín Franklin, en alguna ocasión sirvió como Comandancia Militar. Otra, al costado sur del parque, fue residencia familiar. Hoy funcionan ahí oficinas municipales de Obras Públicas.

Santa Lucía. Ubicado a tres cuadras de la Plaza Grande debe su nombre a una modesta ermita de los primeros años de la Colonia. En ese sitio se levantó una iglesia, cuya construcción comenzó en 1575. El atrio del templo durante muchos años sirvió como panteón, hasta que fue inaugurado el Cementerio General. El parque actual alberga un obelisco central dedicado al coronel Sebatián Molas. Sus portales, en escuadra, tienen 23 arcos. Once miran al Oriente y once al Sur, más uno de acceso por las calles 55 y 60. El fundador del puerto de Progreso, Juan Miguel de Castro, vivió en el predio número 491 de la calle 55. En este céntrico barrio funcionaban las escuelas primaria y secundaria María González Palma y el Colegio San Agustín. Antes dio cabida a la Ana María Medina. Casonas bellas de este barrio son el predio de las calles 55 y 62, cercano a los Portales, casa en la que habitó el compositor yucateco Augusto Cárdenas Pinelo y en la que actualmente funciona la Biblioteca Central del Estado. La Casa del Diezmo, anexa a los Portales, en la calle 60, aún conserva viejos arcos y columnas. En las calles 55 con 60 se encuentra la llamada Casa del Zapatero.

Santa Ana. La primera construcción importante de este barrio fue la iglesia edificada en el extremo norte de la plazuela y concluida en 1783. En 1880 se construyó el parque, en cuyo costado se colocaron una fuente y el busto de Andrés Quintana Roo. Entre 1898 y 1902 se iniciaron los trabajos para la construcción del Paseo de Montejo y más tarde en 1906, fue inaugurado el monumento a Justo Sierra O’Reilly. En el barrio funciona actualmente la escuela Andrés Quintana Roo. Frente al parque estuvo muchos años el cinema Encanto. En el predio número 432 de la calle 60 vivió José María Pino Suárez, ex gobernador de Yucatán y vicepresidente de la República durante la administración maderista.