Barrera Vásquez, Alfredo

Barrera Vásquez, Alfredo  (1900-1980) Eminente mayista, filólogo, paleógrafo, maestro, dibujante y poeta, nacido el 26 de noviembre en Maxcanú, Yucatán y fallecido el 28 de diciembre en Mérida. Pasó su primera infancia en las haciendas que administraba su padre, y fue allí donde comenzó a hablar maya con los campesinos y sus hijos, compañeros de juego. Su educación primaria la inició en Mérida en la Escuela San Rafael, a cargo de maristas, pero fue clausurada y él seleccionado junto con otros dos muchachos para continuar sus estudios en España (Madrid y Andalucía) donde permaneció hasta 1916. Uno de sus primeros maestros en Mérida fue el presbítero Daniel López Otero que había sido cura en Maxcanú, quien al retornar a España se encontró con su antiguo alumno en la escuela donde estaba internado. Desde niño demostró sus aptitudes para el dibujo y la pintura, afición que siguió cultivando en forma autodidacta en España. A su retorno a Yucatán en 1917, ingresó a la Escuela de Bellas Artes del Estado, de la que fue estudiante y secretario. Tuvo como maestro de arqueología a Teobert Maler, a quien ayudó en la copia de documentos mayas. Después estudió en el Instituto Literario y a fines de 1919, partió a la Ciudad de México donde ingresó a la Academia de San Carlos para estudiar pintura y grabado; también asistió a cursos en la Escuela Nacional Normal de Maestros, pero condiciones económicas lo obligaron a ganarse la vida, primero como dibujante, después como administrador.

En 1922 regresó a Mérida y fue profesor en la Escuela de Bellas Artes, en el Departamento de Educación Pública y en la Facultad de Ingeniería. Tuvo nexos con el propietario de la hacienda donde quedaban ubicadas las ruinas de Chichén Itzá, Edward Thompson, investigador de documentos mayas y cuestionado explorador del cenote sagrado de aquel centro arqueológico. Al regresar a la Ciudad de México ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras y al Museo Nacional de México. Ya licenciado en 1923, fue miembro del cuerpo de investigadores de esta última institución en donde había ocupado con anterioridad algunos puestos. Ese mismo año obtuvo una beca de la John Guggenheim Memorial Foundation. Estuvo dos años en los Estados Unidos de América en la Universidad de Tulane en Nueva Orleáns, con Herman Bayer, Frans Blom y Arturo Gropp, que lo ayudaron en sus investigaciones documentales; en la Universidad de Chicago con Manuel J. Andrade, su principal profesor en lingüística y tradiciones populares, asistió al Oriental Institute para estudiar métodos de investigación filosófica y a la Newberry Library para la investigación documental; en la Universidad Brown de Providence continuó sus investigaciones documentales; en la Universidad de Columbia en Nueva York tuvo como maestro y consejero a Frans Boas. Retornó primero a México y de nuevo a España para estudiar allí letras hispánicas. En 1937, a su regreso a Mérida, fue nombrado director del Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán al cual reorganizó totalmente y fundó, integrada al mismo, la Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona, que tendría como finalidad la colección de bibliografía yucateca. Asimismo, fundó la Academia de la Lengua Maya, en donde trató de introducir conocimientos de lingüística moderna y métodos científicos de investigación filológica. En ese mismo año descubrió que El Misceláneo fue el primer periódico editado en Yucatán y no El Aristarco Universal, como se pensaba. Colaboró con artículos para el Diario del Sureste. Consiguió que el Museo pasase a formar parte de la Universidad de Yucatán, pero tuvo que ausentarse (auspiciado por una beca de la Fundación Rockefeller) para cumplir obligaciones académicas y obtener su doctorado; a su retorno, nuevamente fue becado, esta vez por la Carnegie Institution para trabajar con Sylvanus G. Morley en la preparación del libro La civilización maya que había sido traducido al español por Adrián Recinos, pero cuya revisión y organización final quedó a su cargo. En 1939 fundó el Boletín de Bibliografía Yucateca.

En 1945, fue nombrado director del Instituto de Alfabetización para Indígenas Monolingües, puesto que desempeñó hasta 1948. En 1949 tuvo a su cargo las cátedras de lingüística y sociología de los países latinoamericanos, a invitación de la Universidad de Tulane; en 1950 fue destinado por la UNESCO como jefe de programa para el estudio del uso de las lenguas vernáculas en la educación. Estuvo en París dos años. En 1953, fue designado experto de la UNESCO para colaborar con la administración del entonces territorio de Somalia ex italiana. Su tarea consistió en organizar un centro piloto que preparase a los nativos para usar sus propios recursos con técnicas desarrolladas, mejorar su salud, conocer el alfabeto latino y adquirir una segunda lengua de uso internacional. Fundó el Centro en la localidad de Dinosor y vivió en Somalia durante tres años. En 1957, fue designado experto de la UNESCO con objeto de ayudar al gobierno boliviano a poner en marcha la ley de alfabetización, pero un infarto lo incapacitó para continuar en esta organización; regresó a Yucatán a fines de 1958, y en 1959 se le nombró director del Instituto Yucateco de Antropología e Historia, cargo que tuvo hasta 1976; después fue director de la Biblioteca Central. Se desligó de la administración pública yucateca y pasó a ser jefe del Departamento de Filosofía y Lingüística del Centro Regional del Sureste adscrito a INAH-SEP. Durante su gestión como director del Instituto Yucateco de Antropología e Historia organizó ciclos de conferencias y dos centros docentes: uno fue el Centro de Estudios Mayas que con el apoyo moral de la Universidad, estableció la carrera de filólogo maya; otro, un Centro para la carrera de arqueología y antropología social que luego se convirtió en la Escuela de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán. Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua correspondiente de la Real Española y de la Academia de la Historia Franciscana de Washington, y miembro de la Sociedad Mexicana de Antropología casi desde la fundación de ésta; desempeñó los cargos de secretario (1977-1980) de la Comisión Electoral del Estado y profesor asociado de la Universidad de Alabama desde 1965 hasta su muerte. Fue presidente del Instituto Interuniversitario para Investigaciones Sociales en Yucatán que patrocinó la Universidad de Chicago y cuyo edificio, por gestiones suyas, pasó a ser propiedad de la Universidad de Yucatán para la Escuela de Ciencias Antropológicas. Recibió en 1964 la Medalla Eligio Ancona. También, entre otros reconocimientos, obtuvo el otorgado por la Secretaría de Educación Pública en razón de 30 años al servicio del magisterio.

Desde los años veinte inició sus actividades como escritor. Fue autor de una gran cantidad de ensayos y estudios sobre los temas más variados, entre ellos: lingüística (cotejó textos indígenas coloniales, realizó traducciones e investigaciones sobre la lengua maya), escritura jeroglífica (incursionó en el estudio de los códices mayas y el calendario), antropología aplicada (elaboró diversas cartillas de alfabetización para indígenas monolingües), arqueología (participó en estudios interdisciplinarios con arqueólogos), antropología social (escribió, entre muchos otros, trabajos sobre las artesanías y la religiosidad entre los mayas), etnohistoria y etnobotánica. Su extensísima bibliografía incluye, además, secciones y artículos periodísticos, cuentos y poesía. Entre las docenas de títulos están: «La Cultura Maya» (1937); «Algunos datos acerca del arte plumaria entre los mayas» (1939); «La identificación de la Deidad E de Schellhas» (1939); «Horóscopos Mayas o el Pronóstico de los 20 signos del Tzolkín, según los libros del Chilam Balam del Kaua y de Maní» (1943); «El pulque entre los mayas» (1944); «El idioma español en Yucatán» y «La lengua maya de Yucatán», ambos trabajos para la Enciclopedia Yucatanense (1944); Cuentos mayas (1947); El libro de los libros de Chilam Balam, en colaboración con Silvia Rendón (1948); The Maya Chronicles, en colaboración con Sylvanus G. Morley (1949); La historia de los mayas de Yucatán a través de sus propias crónicas (1951); Canto a Bolivia, poema (1958); El libro de los Cantares de Dzitbalché (1959); Fuentes para el estudio de la medicina nativa en Yucatán (1963); La Ceiba-Cocodrilo (1976); Cruz: poema en cinco puntos cardinales y Nomenclatura etnobotánica maya, ésta en colaboración con su hijo Alfredo Barrera Marín, ambas en 1976; Obras completas: (Estudios lingüísticos I) (1980); Diccionario Maya-Español Cordemex (1980); Obras completas: (Estudios lingüísticos II) (1981); ¿Lo ignoraba usted? (1986), recopilación de artículos publicados en el Diario del Sureste de 1942 a 1943.

Como bien expresa Leopoldo Peniche Vallado, la extensa obra de Alfredo Barrera Vásquez, desde los primeros balbuceos de su juventud, abarca la creación literaria y artística en general, poesía, narración, artes plásticas, y la investigación científica, lingüística, antropología, historiografía, bibliografía, docencia. Esto es: una vida consagrada por entero al cultivo de la inteligencia en todas sus manifestaciones honrosas, y puesta siempre al servicio de las causas humanas de más noble prosapia moral.