Beneficencia social Conjunto de fundaciones o instituciones y de los servicios que se refieren a ellas, a sus fines y a los haberes y derechos que les pertenecen. A la virtud de practicar el bien o de hacer obras útiles en provecho del prójimo se le llama también obras de caridad. De ello dimanan los variados nombres de obra pía, sociedad caritativa, fundación benéfica, etcétera. Desde el siglo pasado se comenzó a utilizar el término beneficencia, que amparaba hospitales, asilos diversos, patronatos, loterías, sociedades de socorros mutuos, etcétera. Se le dividía en dos campos: la beneficencia pública y la beneficencia privada. Recientemente se prefirió adoptar el término de asistencia, dividiéndolo en dos partes: la asistencia médica, que se refiere a lo relacionado con la promoción, conservación, restauración de la salud y rehabilitación, y la asistencia social, que abarca el amplio campo de la atención a los variados problemas sociales, como son la ancianidad, la orfandad, la mendicidad, la pobreza, etcétera. Cada una de estas partes puede ser del orden oficial o del privado. Un nuevo concepto es el de seguridad social, que produce instituciones que además de proveer el cuidado de la salud, atienden aspectos sociales, laborales y económicos. Con fines de exposición sistematizada, se ha preferido separar todo lo relativo a asistencia médica en artículos aparte para los organismos e instituciones en relación con la salud, incluyendo las de seguridad social y de rehabilitación, por lo que en esta parte se tratará solamente lo relativo a los problemas sociales dentro del término beneficencia, cuyo uso es más popular.
Entre los mayas había también la idea de socorrer a los enfermos y desvalidos, para lo cual se tenían sacerdotes-médicos que visitaban a los enfermos y se les llevaba alimentos a los ancianos que vivían solos y a personas que no podían valerse por sí mismas. Landa consigna que inclusive llegó a haber asilos, sostenidos por las autoridades, donde se alojaba a personas en las condiciones mencionadas. Las autoridades civiles y religiosas proveían los alimentos, ropas y otras cosas necesarias. Esta era la forma de ayuda que puede clasificarse de oficial o pública, pues con seguridad habría familias o personas que hacían acciones semejantes, constituyendo la beneficencia privada. Aún con el cambio de organización política, las actividades oficiales persistieron en los primeros años de la Colonia, mantenidas por las autoridades indígenas de las comunidades rurales y a veces estimuladas por los frailes franciscanos.
En Mérida fue donde más claramente se fueron identificando los problemas sociales y comenzaron los esfuerzos para resolverlos. Como se necesitaban permisos de las autoridades eclesiásticas y de las civiles encabezadas por el rey de España, los trámites eran largos y engorrosos, pero aún así, durante la época colonial, se fundaron varias instituciones, unas oficiales y otras privadas. Después de la Independencia en 1821, éstas siguieron funcionando bajo los lineamientos previamente establecidos, pero entre 1850 y 1852, el gobierno federal, con base en diversos decretos, se hizo cargo de los fondos económicos de las instituciones, formándose el llamado Fondo de Consolidación, que involucró los bienes y capitales eclesiásticos, que fueron nacionalizados, y los de otras instituciones oficiales y privadas (18 en total) cuyos capitales fueron liberados poco a poco y liquidados por la Federación después de larguísimos trámites y reclamaciones que duraron más de 20 años.
En 1865 el gobierno imperial creó el Consejo Departamental de Beneficencia de Yucatán y nombró para Mérida un consejo particular integrado por distinguidas damas humanitarias.
En el año de 1903 se decretó la Ley Orgánica de la Beneficencia Privada, en la que se considera que son obras de beneficencia privada las siguientes: I. El establecimiento y dotación de hospitales, orfanatorios, manicomios, casas de expósitos, montepíos, cajas de ahorros, agencias de trabajo para obreros, asilos de mendigos y en general toda institución que tenga como fin único asistir enfermos o socorrer a los menesterosos. II. El establecimiento y la dotación de colegios, escuelas o institutos de instrucción primaria, preparatoria o profesional, los de educación moral y civiles. III. El establecimiento y la dotación de escuelas y talleres para la enseñanza de oficios y artes útiles. IV. El establecimiento y la dotación de escuelas de bellas artes. V. El establecimiento y la dotación de bibliotecas. VI. Cualesquiera otros establecimientos o dotaciones que, a juicio del Poder Ejecutivo del Estado, tengan un fin análogo a cualquiera de los que ya quedan expresados.
Se consideró que sólo tendrían carácter de beneficencia las obras en las cuales no existiera la idea de lucrar y que podían ser temporales o permanentes. Se señalaban las características legales para ser considerado benefactor, así como sus derechos y prohibiciones, y la facultad del Estado para vigilar las instituciones. Para ayudar al Ejecutivo en estas labores se creó la Junta Especial de Beneficencia. En años posteriores se fueron multiplicando las instituciones privadas por lo que también se modificaron y actualizaron las disposiciones legales sobre ellas.
Para sistematizar la exposición del tema, se han seleccionado los siguientes campos de acción: 1. Ancianidad; 2. Defunción; 3. Dotes; 4. Enfermedad; 5. Institucional; 6. Maternidad; 7. Mendicidad; 8. Muchachas; 9. Muchachos; 10. Niños; 11. Orfandad; 12. Pobreza; 13. Presidiarios y 14. Prostitución.
Dentro de cada campo de acción se comenta en forma somera el problema que representa y se consignan, en orden cronológico, las instituciones que surgieron para ayudar a resolverlo, con el nombre con que debe hacerse su localización en esta obra para obtener más datos específicos de ellas.
1. Ancianidad. Parece que en siglos anteriores no había problemas con las personas ancianas, pues no hay comentarios sobre ello ni se creó alguna institución para albergarlos. Más bien se les consideraba como fuente de sabiduría, por lo abundante de sus experiencias, y contaban generalmente con el respeto, cariño y cuidado de sus familiares.
Se considera que fue en 1940 cuando por primera vez una institución (Asilo Brunet-Celarain) estuvo dedicada exclusivamente a recibir ancianos. Por promoción de grupos religiosos, se fundaron otras: Asilo de San Vicente de Paúl (1980); La Divina Providencia (1983) y Posada Guadalupana para Ancianos (1992). En algunas poblaciones del interior del estado se han fundado también instituciones: en Progreso, Albergue para Ancianos San Joaquín (1980); en Valladolid, Casa del Anciano San Vicente de Paúl (1986); en Tizimín, Albergue para ancianos los Tres Reyes (1986) y en Hunucmá, Albergue para Ancianos Bajo la Mirada del Señor (1991).
Según datos del censo de población de 1990, en todo el estado hay 106,405 personas de 60 años y más; entre los municipios, Mérida tiene 47,000; Tizimín 3,688; Valladolid 2,617 y Umán 2,088. La delegación estatal del Instituto Nacional de la Senectud informó en 1992 que hay unos 28,000 afiliados en la entidad.
2. Defunción. Dentro de este rubro se considera aquellas instituciones cuyo móvil principal era reunir cierta ayuda económica para los familiares de los socios fallecidos. Algunas de estas sociedades también daban ayuda en caso de enfermedad.
Desde los primeros años de la ciudad de Mérida, se comenzó a utilizar como cementerio el área norte, donde en 1572 se erigió la ermita de Santa Lucía. Siendo pequeña la ciudad, céntrico el cementerio y bajas las cuotas que se cobrarían por la Iglesia, durante la época colonial no hubo problemas derivados de las defunciones. Pero en 1821 se suprimieron los entierros en Santa Lucía y se abrió el nuevo Cementerio General en terrenos de la finca Xcoholté al suroeste de la ciudad, más allá de los límites urbanos. Aparte de la lejanía, posiblemente las cuotas fueron mayores, aunque en épocas de epidemias la recolección de cadáveres e inhumación eran gratuitas y el Ayuntamiento se ocupaba de ello. Normalmente, los velorios se efectuaban en la casa del fallecido, pero había que alquilar el medio de transporte, que eran carretas; posteriormente, hubo tranvía mortuorio tirado por mulas cuya línea iba de la plaza grande al cementerio y a principios de este siglo se utilizaron las carrozas motorizadas. Más reciente es la implantación de las salas de velación en las funerarias.
Debido posiblemente a los costos cada vez mayores de los sepelios, se organizaron las sociedades tipo mutualistas, en las que los miembros pagaban una cuota pequeña cada vez que fallecía algún otro socio y al momento de su propia muerte, la Sociedad entregaba a los familiares la cantidad recaudada.
La más antigua es la Sociedad de Beneficencia La Fraternal (1883), fundándose luego las siguientes Sociedades de Socorros Mutuos: El Bien Recíproco (1894); Carrillo y Ancona (1897); la Unión Obrera (1899); de Artesanos (1901); Sociedad Mutualista de Profesores (1909) Y Sociedad Benefactora Caridad (1911).
El Mutualismo Médico fue un programa de la Asociación Médica Mexicana que se extendió a todo el país, fundándose en Mérida un comité en 1921.
En un Directorio Peninsular del año 1943 se consigna que existían las siguientes: Sociedad de Socorros Mutuos de Trabajadores del Comercio en General; Sociedad Mutualista Sin Rival; Unión Mutualista de Sastres de Mérida y Sociedad Mutualista Yucatán.
Dentro del ámbito paraestatal, la primera institución de seguridad social que hubo en el país fue Henequeneros de Yucatán (1938) que estableció el pago por defunción. La burocracia federal, desde 1936, quedó amparada por el Estatuto Jurídico de los Trabajadores al Servicio del Estado, que a través de la Dirección de Pensiones entregaba la «paga de marcha» (tres meses de salario) a los familiares de los empleados fallecidos, que desde su creación (1956) otorga el ISSSTE. También disfrutan de ello los derechohabientes del IMSS y del ISSTEY.
Las actualmente denominadas sociedades mutualistas son para formación de capitales, aunque algunas incluyen seguro de vida para los socios. Por lo demás, desde hace muchos años, las compañías de seguros de vida han cubierto el aspecto de las defunciones.
3. Dotes. Estas fundaciones, con el nombre genérico de Obra Pía, se establecieron para darles a las doncellas pobres una dote para poder casarse. Se mencionan las de Juan Muñoz (1580); la de Juan de Argáez (1590) y la de Juan de Dios Bermón (1595). La de Alonso de Ulibarri (1705) daba dotes a las jóvenes que querían profesar de monjas. La costumbre de las dotes matrimoniales fue desapareciendo a finales del siglo XVIII.
4. Enfermedad. El objetivo principal de estas asociaciones era ayudar a los enfermos pobres, procurándoles atención médica y medicamentos. Después se contrajo solamente a cubrir los gastos que por estos conceptos erogaran los socios y algunas de ellas incluían además los gastos por defunción.
La más antigua fue la Hermandad de Santa Lucía (1575). Para auxiliar a los enfermos de fiebre amarilla de Sinaloa en 1884, se constituyó una Junta de Caridad del Estado de Yucatán. En 1906 se fundó la Sociedad Española de Beneficencia que en 1917 inauguró su propio hospital; ese mismo año se fundó la Beneficencia de Dependientes.
Para el año de 1943 se consignan como existentes las siguientes: Caridad Obrera La Esperanza; Sociedad de Beneficencia Caridad; Sociedad de Socorros Mutuos de Trabajadores del Comercio en General; Sociedad Mutualista Sin Rival; Unión Mutualista Yucatán. Al aparecer las instituciones de seguridad social las sociedades mencionadas ya no tuvieron objeto y se disolvieron. Con otros propósitos surgieron posteriormente dos organismos: Albergue San Vicente de Paúl (1963) para familiares de enfermos foráneos recluidos en el Hospital O’Horán y enfermos foráneos que necesitaran atenciones de tipo consulta externa y OSANE (Organización de Servicios y Ayuda para la Navidad de los Enfermos), fundada en 1969. La más reciente es la Institución de Beneficencia Privada Millet Cámara (1985) que entre sus objetivos tiene el procurar atención médica y quirúrgica a personas de escasos recursos económicos.
5. Institucional. En este rubro se clasifica a las agrupaciones que tienen como objetivo proporcionar ayuda no a individuos sino a instituciones.
La más antigua fue la Sociedad de Jesús María (1852) que dirigió sus esfuerzos a la ayuda de la Casa de Beneficencia para Mendigos. En 1914 se constituyó la Institución de Beneficencia Privada Remigio Nicoli cuyos objetivos eran ayudar a sostener algún orfanatorio, crear y sostener una escuela de artes y oficios y subvencionar alguna escuela primaria que lo necesite, aunque actualmente sólo ayuda a un grupo llamado Familia Educadora en la Fe. En 1956 se creó la Institución de Beneficencia Privada Carlos Vales Millet cuyo principal objetivo era ayudar a las escuelas particulares; la sociedad Kerigma (1978) para fundar una comunidad infantil y finalmente, en 1988, se extendió a Yucatán el organismo internacional llamado Cáritas, que apoya a varias instituciones locales.
6. Maternidad. Aunque la atención de la embarazada y del parto se consideran dentro del aspecto de asistencia médica, ciertas facetas sociales comenzaron a tomarse en cuenta ya entrando este siglo. Así, puede anotarse que el primer esfuerzo estuvo contenido en el programa de la Obra de Protección a la Infancia del año 1930, continuado en 1938 por la Junta de Protección a la Madre y al Niño, que ese mismo año estableció la Casa de la Madre Obrera, la cual funcionó algunos años y desapareció. Muy posteriormente, de 1970 en adelante, el DIF se ha ocupado de estos problemas y actualmente un grupo privado se ha propuesto ayudar en la construcción de la Casa de la Mujer Embarazada.
7. Mendicidad. En las crónicas de todos los pueblos del mundo se consigna su existencia desde lejanos tiempos, siendo los mendigos más bien ancianos e inválidos, que movían la compasión y el sentimiento caritativo de la gente. Después se agregaron los enfermos, sobre todo de lepra, que en la Edad Media formaban en Europa grandes bandas y comunidades; durante la Revolución Francesa se hizo famosa la Corte de los Milagros, pues ya se habían agregado otras personas que explotaban la mendicidad.
En Yucatán, en los primeros tiempos de la Colonia, el fenómeno comenzó a presentarse al desintegrarse la organización indígena y quedar desamparados los desvalidos. A los ancianos se agregaron los impedidos físicamente (ciegos, mancos, con problemas de extremidades inferiores por atrofias o accidentes, sordomudos, etcétera) y con problemas cerebrales (epilépticos, retrasados mentales, dementes, seniles, etcétera), los cuales son vigilados por sus familiares. También se agregó luego la exhibición de gemelos, de niños pequeños y el adiestramiento de niños mayorcitos para implorar la caridad pública. A este conjunto se suma los que en realidad no son más que explotadores de la buena fe, tales como los alcohólicos, drogadictos, falsos enfermos, etcétera. El número de mendicantes es difícil de calcular.
Para ayudar a resolver el problema se ha sugerido realizar estudios socioeconómicos de cada caso; canalizar a los ancianos a los albergues, lo mismo que a los inválidos sin familiares; establecer grupos productivos; tomar en cuenta a los parcialmente impedidos en las bolsas de trabajo, así como aplicar las disposiciones legales vigentes a los que han convertido esto en un negocio.
Han sido muy pocas las instituciones que se fundaron. La primera fue el Hospicio San Carlos (1792) que simplemente fue cambiando de nombres, siendo Casa de Amparo (1821); Casa de Beneficencia (1833); Casa de Beneficencia Brunet (1865). En 1889 se creó el Asilo Celarain, que en 1904 se fundió con el Brunet, constituyendo el Asilo Brunet-Celarain, que por allá de 1920 dejó de recibir mendigos, lo cual obligó en 1934 a crear el Asilo de Mendigos José R. Juanes Domínguez, cerrado en 1963. Desde esa fecha no hay ninguno en Mérida. En Campeche se fundó en 1846 la Casa de Beneficencia, que duró algunos años.
8. Muchachas. La atención de este grupo juvenil es muy reciente. En épocas anteriores las ayudas específicas se limitaban a lo expuesto en dotes. En 1950 se fundó la Casa Hogar Protección a la Joven y en 1955 la Casa Hogar de las Hermanas Trinitarias, más conocido como Asilo de Chuburná.
9. Muchachos. Como en el caso anterior, las pocas instituciones de atención son más recientes aún: en 1986 se creó Hogares Juveniles; al año siguiente, la Fundación Juan Enrique Millet Rendón y en 1990, la Fundación Alborada.
10. Niños. En este rubro se ha agrupado a las instituciones cuyo móvil es la atención de niños no huérfanos, abarcando variados campos de acción, tales como la educación y enseñanza, cuidado de la salud, alimentación, convivencia social, deportes, etcétera.
Se puede asentar que el primer establecimiento que atendió este ramo fue la Casa de Beneficencia, fundada en Campeche en 1849. En Yucatán el primer organismo fue la Sociedad Protectora de la Niñez (1912), que realizó sus actividades en el puerto de Progreso durante breve tiempo. En Mérida se inician estas acciones en 1920 con el Bando de Piedad de Yucatán. Después se fundaron la Casa del Niño (1923), Obra de Protección a la Infancia (1930), Obra de la Santa Infancia (1935), Junta de Protección a la Madre y al Niño (1938), Casa del Niño Pobre (1938), Club San Ignacio de Loyola (1950), Escuela Hogar de Mérida (1968), Niños de la Calle (1988), Grupo San Vicente (1990), Vida Juvenil (1990), Albergue Amor y Vida (1990), Fundación Remigio Aguilar Sosa (1992) y Casas de Cuidado Diario (1992).
11. Orfandad. Parece que el problema de los huérfanos se resolvía antes a nivel familiar, pues no se mencionan organismos que lo atendieran. El primero que hubo fue en 1849 en Campeche, llamado Casa de Beneficencia, no exclusivo, pero que abrió un departamento de cuna para niños expósitos. En Mérida, en 1854, el gobernador interino Rómulo Díaz de la Vega promovió el establecimiento de una Casa Cuna, pero el proyecto no se realizó. En 1904 se fundó el llamado popularmente Asilo de Chuminópolis, cuyo nombre oficial es Casa Hogar María Monserrat, siendo el único durante muchos años, hasta que en 1961 se fundó la Casa Cuna de Mérida, dependencia del DIF. Poco después, en 1967, abrió sus puertas el Hogar de Niños Ejército de Salvación y en 1982 se estableció la Comunidad Infantil Buena Nueva (Kerigma).
Debe anotarse que en estas últimas instituciones no sólo se reciben huérfanos, sino también niños abandonados por sus padres y familiares, tanto de Mérida como del interior y aun de otros estados próximos.
12. Pobreza. Aunque sea el denominador común de casi todos los rubros sobre los cuales se realizan las acciones de beneficencia, hoy varias instituciones cuyos objetivos no son tan específicos como los rubros anotados sino que se enfocan a ayudar a las personas, familias y comunidades para que mejoren su ambiente y su situación económica. La primera mención corresponde en 1852 a la Sociedad de Amigos Fieles; luego, en 1865 al Consejo de Beneficencia de Mérida, pero las acciones definidas a largo plazo se inician en 1870 con las Voluntarias Vicentinas. Se incluye la Junta Central de Socorros (1884) y la Junta de Auxilios (1916), creadas por promoción gubernamental aunque de efímera duración. Un caso especial es el denominado El Capital de los Pobres (1969). Las instituciones recientes son Misión de Amistad (1971), Comedor del Amor (1983), Asociación Mexicana para la Superación Integral de la Familia (1985) y Grupo Compartir (1986).
13. Presidiarios. A ayudar en alguna forma a las personas privadas de la libertad y a sus familiares, solamente se han dedicado dos instituciones: en 1590 la Obra Pía de Martín de Palomar y en 1985 la Pastoral Penitenciaria.
14. Prostitución. Únicamente se han mencionado dos instituciones cuyo objetivo era dar albergue y medios de subsistencia a mujeres que abandonaran el ejercicio de la prostitución y desearan reincorporarse en forma honesta a la sociedad. Estos establecimientos fueron: en 1701, la Casa de Arrepentidas que decayó en 1745, siendo sustituida y continuada su labor en 1749 por la Casa de Recogidas, que funcionó hasta 1800.