Salinas

Salinas  La explotación y comercio de la sal en Yucatán data de tiempos prehispánicos. Los mayas utilizaron este producto natural para su intercambio comercial con otras comunidades de Mesoamérica. En tiempos recientes se han localizado vestigios del sistema de embarcadero que usaron para tal intercambio, consistente en terraplanes o rellenos de piedra en puntos determinados como Emal, Dzilam de Bravo, Xtampú y Celestún. La sal explotada provenía de las charcas existentes a lo largo de todo el litoral yucateco, que fueron motivo de disputa entre los pueblos indios. Durante la Colonia, los puntos de mayor actividad salinera fueron Real de Salinas, Xtampú, Chuburná, Dzilam, Mina de Oro y El Cuyo. En la real cédula del 23 de abril de 1580 se ordenó, para todas las salinas de la Nueva España, que ningún español, mestizo o mulato podía establecer su vivienda donde se produjera sal con el fin de que no tuviera tratos con los naturales del lugar, ni ocuparlos en otras actividades; sólo se les permitía estar de paso por esos lugares en un lapso no mayor de tres días, so pena de una multa de 10 pesos y la expulsión inmediata. Por la importancia del comercio de la sal, se instituyeron severos castigos para quienes fueran hasta las charcas salineras a comprar sal a los indígenas, por considerarse que la iban a tomar por la fuerza o pagar bajos precios por ella. Entre las penas estaban la pérdida de la sal comprada al infractor, de cuyo valor la tercera parte se aplicaría al fisco, el otro tercio al hospital de San Juan de Ulúa, en Veracruz, y la parte restante para el denunciante y el juez que ejecutara la resolución. Los que tuvieran permiso para adquirir el producto, no podían hacerlo en los caminos sino en los tianguis dispuestos por los indígenas para ese fin y directamente con los que explotaban las charcas. También se prohibió que quienes explotaban la sal tuvieran cabras, cerdos y vacas, porque podía deteriorarse la calidad del producto. En el período colonial, todas las salinas fueron propiedad de la Real Hacienda. Los tipos de sal que se producían abundantemente en Yucatán desde tiempos prehispánicos eran la saltierra, sal en grano y sal espumilla. La primera se obtenía del asiento de los blanquizales, la segunda de charcas o canales y la tercera de la espuma que arrojaban las olas en determinados sitios. La sal era, además de un importante recurso para la minería en tiempos de la Colonia, la única forma rápida para conservar las carnes y pescados que se comerciaban en las ciudades y tianguis.

Para la extracción de la sal, los salineros se metían en el agua hasta la cintura y con las manos amontonaban toda la sal que podían; la transportaban luego a la playa donde la ponían en pilas en forma de cono que cubrían de paja, le prendían fuego por encima y con esto conseguían formar una costra gruesa y fuerte que la preservaba de la lluvia hasta que era transportada a los mercados de consumo. En la costa norte de Izamal las salinas eran de uso común, en tanto que en Chuacá muchas fueron apropiadas por españoles que la extraían y especulaban con ella a pesar de las disposiciones reales, aun con lo arduo del trabajo para su extracción, la producción diaria de cinco hombres alcanzaba las 20 fanegas. De 30 a 34,000 fanegas anuales se producían en tiempos de malas cosechas y 80,000 cuando eran buenas, de las cuales la mayor parte se exportaba.

A principios del siglo XX, el cultivo y explotación de la sal marina, tanto en Yucatán como en Campeche, seguía siendo una actividad industrial significativa; aunque sin peso en la balanza económica, debido a las contingencias climáticas a las cuales siempre ha estado expuesta. Los sitios salineros se concentraban en cinco puntos: en el litoral del puerto de Celestún, en el puerto de Progreso, en los departamentos de Motul, Temax y en el de Tizimín, en Yucatán, y en Real de Salinas, en Campeche. Una parte de los criaderos o charcos de cuajar sal en estos sitios eran artificiales, es decir, formados por la mano del hombre, y otros naturales, como Mina de Oro, con 3 km de longitud, los de Río Lagartos, del Paso de San Fernando, de Emal y de El Cuyo. Las cosechas de sal se realizaban en el intervalo entre los nortes del otoño e invierno y el período de lluvias del verano. En 1910, el español Joaquín García Ginerés, en su texto Yucatán. Proyectos y apuntes económicos (1910), señaló que deberían aprovecharse las privilegiadas condiciones de nuestras costas para establecer una salinera en forma, bajo el punto de vista industrial. «Los terrenos desde Celestún hasta más allá de El Cuyo, son inmensa zona impregnada de sal; estas aguas son las más ricas en sal porque no hay ríos que desemboquen, lo que conserva inalterable la salobredad natural y por las cálidas aguas del Golfo».

En la actualidad, las salinas de Celestún, al igual que otras en la costa, todavía se explotan como se hacía antiguamente: bajo el sistema de resecamiento de blanquizales o sea la saltierra, aunque los cambios en la ecología del litoral han acabado con numerosas charcas. Sin embargo, hay sitios como Las Coloradas, donde la sal se explota mediante sistemas técnicos modernos desde 1946, cuando los hermanos Joaquín y Roger Roche Martínez construyeron una laguna artificial y establecieron la empresa Industria Salinera de Yucatán, con una refinería de sal adquirida en Estados Unidos. En los 70, para alimentar de agua a la laguna se extraía abundantemente del brazo de mar que nace en Río Lagartos. Este líquido se transportaba de la laguna receptora a otras por medio de un canal de 5 km de longitud. El proceso de evaporación se realizaba al sol y al aire libre. En el ciclo 1975-1976, Las Coloradas produjeron 270,000 toneladas, de las que 112,000 fueron comestibles; poco antes del huracán Gilberto levantaron una cosecha de 509,000 toneladas del mineral; pero luego del meteoro la producción se desplomó hasta 65,000 toneladas, que con el paso de los años se ha ido incrementando paulatinamente. La producción salinera de Yucatán tiene como principal competidora a la de Guerrero Negro, en Baja California.