Ornitología El conocimiento sobre las aves entre el pueblo maya estuvo estrechamente ligado a su vida, mitología, religión y costumbres. Las aves que criaban para comer eran generalmente guajolotes, faisanes y palomas, que a veces se reservaban también para festividades, tributos, regalos a los señores principales u ofrendas a las deidades. Para alimentarse cazaban también pavos de monte, codornices, cojolitos y perdices. De ahí que tuvieran que conocer los ciclos de vida y reproducción de éstos. Diego López de Cogolludo dice que a la diosa Ix Chel, cuyo ídolo se encontraba en la isla de Cozumel, le eran ofrendados sacrificios de sangre, aves, perros y aun en ocasiones, hombres. En Copán, el juego de pelota tiene ornamentación o marcadores en forma de cabeza de guacamaya. Los arqueólogos han descubierto escondites ofertorios con huesos de pájaros como: perdices, tecolote pigmeo, especies de frugílidos y otras. Las fuentes coloniales y modernas añaden al guajolote a estas listas. En el Códice de Dresden se ve a los chacs sentados en árboles orientadores del mundo, con sus colores correspondientes y unas aves especiales de los mismos colores, posadas en los árboles de Itzam Na. Ahí aparece también Kinich Kakmó, con cabeza de guacamaya y cuerpo humano, llevando una antorcha encendida. En los monumentos se le representa con un glifo que tiene la forma de cabeza de guacamaya. Este dios, según la creencia, bajaba al mediodía para quemar el sacrificio volando como esta ave. Otro personaje divino, Kinchil Kobá, chachalaca de sol, montaba guardia como centinela sobre los itzaes de Tayasal. Su estatua coronaba un cerrito vecino, según refiere Avendaño y Loyola. Su nombre está también en el Chilam Balam. La escena de la tapa funeraria del sarcófago del Templo de las Inscripciones, en Palenque, muestra un ave sobre el árbol estilizado que ahí se representa. Las escenas de los relieves del Templo de los Tableros, en Chichén Itzá, que se refieren probablemente a los árboles direccionales, enseñan en cada una de sus cuatro partes a un ave. En el Popol Vuh, el gato montés, el coyote, el perico pequeño y el cuervo fueron los animales que trajeron el maíz. Ahí se menciona también a un ave llamada Queletzú. El Códice Tro-Cortesiano muestra un ave cabalgando una serpiente henchida de agua y en otra sección de éste, se ve a un pájaro negro bajo torrentes de agua que caen del cielo. En el Chilam Balam de Chumayel se señala que después de terminada la destrucción del mundo fue creado el árbol rojo de la abundancia para que se subiera en éste el oriol amarillo. Después se erigió el árbol blanco de la abundancia para la calandria, el árbol negro de la abundancia para el ave pidz’oy, de pecho negro, y el árbol amarillo de la abundancia para el pájaro pidz’oy, de pecho amarillo. Torquemada, en Relaciones de Yucatán, dice que había dos o tres géneros de patos del campo que eran criados para aprovechar sus plumas. Las mujeres también criaban aves, como cierta especie de pato, maxix, por la hermosura de sus plumas blancas, así como faisanes, palomas, perdices y ruiseñores, por el simple gusto de tenerlos o por sus plumas. Se sabe también que se exportaban plumas a la parte meridional de la bahía de Honduras y su destino más lógico serían las tierras altas. En las islas de la bahía criaban guacamayas y las exportaban al Continente. Los mayas alcanzaron un alto grado de perfección en el arte de la plumaria. Según Tozzer, los mayas utilizaban el brillante plumaje de muchas aves en rituales de pubertad de los varones, como decoración en la indumentaria, en el tocado y en estandartes, cascos de guerra y escudos; incluso había una especie de ave cuyo rico plumaje era empleado como dinero. En Cozumel se han encontrado restos de aves, cuyas plumas muy probablemente fueran utilizadas para la decoración. La lechuza tenía un significado mitológico y era usada en contextos rituales como artículo de ornamentación. Las estelas nos muestran a dignatarios tocados con ricas vestimentas y plumas, sobre todo de quetzal. Los frisos de Bonampak son también un ejemplo ilustrativo. Eran hábiles para atrapar pájaros y utilizaban una liga aplicada a unas varitas. Fray Domingo Basseta, en el Vocabulario de lengua quiché…, dice que llamaban tsarab a la liga con la que atrapaban pájaros. Ximénez, citando a fray Jerónimo de San Román, se refiere a las prácticas religiosas con relación a la caza de pájaros. Para sus ornamentaciones utilizaban, además de las plumas de quetzal, las de otras aves como: guajolotes, palomas, guacamayas, cardenales, loros, papagayos y patos. En el Libro de los linajes se menciona a unos «pavos rojos de la cresta amarilla». La influencia de los días mayas que aparecen en el Códice Pérez, señalan en el día Ahau al aguilucho y al faisán como aves propicias durante ese día para los hombres. Fray Diego de Landa, en el capítulo L de Relación de las cosas de Yucatán, da las primeras descripciones de las aves de mar y tierra de la Península. Señala que la «abundancia que tiene esta tierra de aves es a maravilla grande, y tan diversas, que es mucho alabar el que de ellas las hinchió como bendición». Describe la crianza de palomas, anadones blancos y tortolillas y relaciona una buena cantidad de pájaros: golondrinas, codornices, carpinteros, papagayos, lechuzas, mochuelos, gallinas ciegas, zopilotes, azores, gavilanes, halcones, garzas, garcetas y menciona también al kambul. En el breve documento «Nueva noticia del país que los españoles encontraron en el año de 1521, llamado Yucatán», en referencia a los naturales de esas tierras se dice: «No tiene otra carne que aves y pescados». Existe un manuscrito del siglo XVI que menciona aves de la región maya-quiché:»Nombres de pájaros en lengua quiché, y otras cosas». En 1841 llega a Yucatán Jhon L. Stephens acompañado por el dibujante Frederic Catherwood y el doctor Samuel Cabot, quien desde su llegada a la Península se dedicó a observar la fauna ornitológica. Documentó y cazó ejemplares para su colección. Observó garzas, patos, pelícanos y otras especies que eran desconocidas en su país. Estudió cerca de 100 pájaros, algunos de los cuales ya habían sido descritos, documentados y dibujados por Audubon, Wilson, Bonaparte y Nuttall. Describió varias especies de pájaros enteramente desconocidos hasta ese entonces. Visitó Punta Arenas, con Stephens, y enumeró una buena cantidad de pájaros de diferentes denominaciones. Posteriormente, publicó en el Journal of Natural History, de Boston, un relato de sus observaciones y ahí da a conocer por vez primera al pavo de monte, Ocellated turkey. Fue el primero en preocuparse por dar una descripción científica de las aves de la Península de Yucatán. Documentó una gran cantidad de géneros y especies: Accipitres, que incluye águilas, halcones, buitres, entre otras aves, y obtiene tres o cuatro variedades en Uxmal, Punta Francesa, Cozumel, Bocas de Dzilam, cenote Mucuyché, Chichén Itzá y en el camino de Nohcacab. Entre los ejemplares se encontraba un halcón, Falco cahinnans, de Lin, llamado por los nativos: cot. Del género Strix encontró tres variedades y del género Coryus también tres especies. Entre ellas el Corvus peruvianus o grajo del Perú, pájaro que se encuentra abundantemente en todo Yucatán y que probablemente es su región nativa. Del género Psittacus recogió cuatro especies, tres de las cuales ya habían sido descritas: Psittacus albifrons, Psittacus guianensis y Psittacus macao. Del género Ramphastos logró un ejemplar: el tucán de pecho amarillo, Ramphastos tucanus. Dos o tres especies más fueron vistas en Macobá, pero no se consiguió capturar algún ejemplar. Del género Momotus obtuvo ejemplares de distintas especies: motmot del Brasil o de cabeza azul, muy común en Yucatán, y otro no descrito. Del Crotophaga obtuvo una especie, Crotophaga ani. Del género Oriolus, incluyendo bajo esta denominación el Icterus y Cassicus, cinco especies. Entre ellas el Oriolus dominicensis, llamado comúnmente oropéndola de Santo Domingo. Del género Cuculus, incluyendo Polophilus, dos especies, y del Picus, tres. Del género Certhia, dos especies. Entre ellas, la nectárida de abdomen amarillo, Nectarinea flaveola,muy común en Cozumel. Del género Trochilus, dos o tres especies, una de ellas conocida: el colibrí de Curissia, Trochilus maugeri. Del Tardus, dos especies, y del Loxia, cuatro. Obtuvo también ejemplares de otros géneros: Emberiza, Pipra, Tanagra, Fringilla, Lanius, Muscicapa, Sylvia, Caprimulqus, Columba, Meleagris, particularmente la especie Meleagris ocellata, el pavo de pintas como ojos, muy común en todo Yucatán, Penélope, Phasianus paragua, especie llamada comúnmente chachalaca, Crax, Tinamus, Ortyx, Cancroma, Jacana y Gallinula. Observó también al quetzal de cabeza violácea, el cual era muy abundante. Stephens publicó una lista de los pájaros estudiados y colectados por Cabot durante el invierno de 1841 a 1842, entre octubre y junio, bajo el título de «Memorandum for the Ornithology of Yucatan», en su libro Incidents of Travels in Yucatan. En 1846, Arthur Morelet viajó a Yucatán para conocer la región. Traía instrucciones de la Academia de Ciencias y Artes de Dijón, para recabar datos del lugar. Posteriormente, en una memoria explicativa de 1850 presentó 84 especies de pájaros de esos lugares. Entre 1879 y 1882, E. DuCane Godman y O. Salvin publicaron en la revista Biologia Centrali-Americana, diversos artículos y estudios sobre la flora y la fauna de México y Centroamérica. Ahí documentaron algunas especies de aves de la Península de Yucatán. A. Boucard publicó en 1883 On Collection of Birds from Yucatan. En 1889, el naturalista Osbert Salvin viajó a Yucatán para estudiar la fauna ornitológica y publicó después una lista de pájaros de las islas y costas de la Península y de la bahía de Honduras. Durante 1896, F. M. Chapman publicó Notes of Birds Observed in Yucatan. En 1906 aparece Aves. Vertebrata from Yucatan, de L. J. Cole. En 1908, Rafael de Zayas Enríquez incluyó una lista de aves con su correspondiente clasificación científica en su libro Yucatán. J. L. Peters viaja a Yucatán y poco después publica en 1913 una lista de pájaros colectados en el territorio de Quintana Roo en el invierno y la primavera de 1912. L. Griscom publica, en 1926, los resultados ornitológicos de la expedición Mason-Spiden a Yucatán. En 1936, dos zoólogos de la Universidad de Michigan llegaron a Yucatán para estudiar la vida y los hábitos de las aves. Su objeto primordial consistió en interpretar las figuras convencionales de aves tan abundantes en el arte maya. Entre los investigadores estaban Josselyn Van Tynet, quien era el encargado de la sección de aves del Museo Universitario de esa institución. Éste fue tal vez el primer estudio ornitológico sistemático en esta región. Su centro de operaciones estuvo en Chichén Itzá. Melvin A. Traylor Jr., del Field Museaum of Natural History, editó en 1941, Birds from the Yucatan Peninsula. Durante 1943, P. Brodkar publicó Birds from the Gulf Lowlands of Southern Mexico, editado por el Museo de Zoología de la Universidad de Michigan. A. S. Pearse, del Departamento de Zoología de la Universidad de Duke de North Carolina, EUA, realiza un estudio de la fauna yucateca e incluye un apartado de aves que fue publicado en el capítulo correspondiente en la Enciclopedia Yucatanense. Nuevamente, Pearce investigó en 1938 algunas costumbres de las aves que habitan en las cuevas de Yucatán para la Carnegie Institution of Washington. Sylvanus G. Morley escribió en 1946, en The Ancient Maya: «Se ven volar sobre los árboles aves de brillante plumaje: loros, guacamayas, tucanes, garzas, colibríes y muchas aves de caza; el famoso pavo de monte Meleagris ocellata, que no se encuentra en ninguna otra parte salvo en la Península de Yucatán y que es más semejante a un faisán que a un pavo, perdices y otros pavos silvestres, codornices, guacos o faisanes, ‘cojolites’ o faisanes negros, palomas y ‘correcaminos’, buitres, gavilanes y águilas se ciernen majestuosamente por los aires, sin que falten las bandadas de avecillas menores». Durante los años anteriores a 1955, R. A. Paynter Jr. estudió los pájaros de la región y publicó The Ornithogeography of the Yucatan Peninsula, obra editada por el Museo Peabody de Historia Natural de la Universidad de Yale. En 1958, Santiago Pacheco Cruz da a conocer su Diccionario de la fauna yucateca, en el que incluyó una gran variedad de aves, dando su descripción respectiva y la mitología y leyenda de algunas especies. Durante los inviernos de 1961-1963, Anne LaBastille Bowes y Ramón Castillo Pérez recogieron leyendas referentes a pájaros en pueblos de Yucatán y Campeche y posteriormente publicaron un libro titulado Birds of the Mayas. La investigación más completa realizada sobre las aves de Yucatán fue realizada por Helga María Hartig, en la que presenta una nomenclatura metódica cotejando las sinonimias vulgares en maya yucateco, español, inglés, con la científica. Fue publicada en 1979, con el título de Las aves de Yucatán. También existe un estudio de J. García y J. Correa: Las aves del refugio faunístico Río Lagartos, así como un estudio realizado por la Universidad de Colorado sobre las aves canoras de Yucatán. En el transcurso de 1989 fue editado el libro Aves de México, de Roger Tory Peterson y Edward L. Chalif, que incluye todas las aves de México, Guatemala, Belice y El Salvador; 1,038 especies descritas, incluidas las aves accidentales y casuales, señas de campo, distribución, hábitat, tamaño y voz. En él se encuentran descritas todas las especies que habitan en el territorio de la Península de Yucatán.