Bajos inundables En la Península de Yucatán los bajos inundables constituyen una de las más importantes manifestaciones de su hidrología superficial. Conocidos con el término ak’alche (del maya ak’al, aguada y che, árbol, vegetación), son depresiones del terreno, más o menos amplias y originalmente arboladas, cuyos fondos permanecen cubiertos por una lámina de agua estancada, durante todo o la mayor parte del año, debido a que sus declives, que se inclinan de la periferia hacia el centro, permiten el escurrimiento y captación del agua de lluvia. Después de ser desmontados y en épocas de sequía intensa, siendo los declives prácticamente imperceptibles a simple vista, los bajos inundables dan la impresión de constituir llanuras a nivel. No obstante, las pendientes del terreno son suficientes para favorecer el escurrimiento de las aguas pluviales, desde sus bordes, siempre más altos, hasta los sitios de menor cota, a partir de donde se comienzan a extender sobre la superficie del terreno. La permanencia del cuerpo de agua así formado se explica, primero, porque en estas depresiones, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte del territorio peninsular, el movimiento del agua a través del subsuelo se dificulta por la composición de éste, dominantemente arcillosa, muy fina y compactada, que lo hacen casi completamente impermeable, y segundo, porque la concavidad que los caracteriza es lo suficientemente pronunciada, como para que en determinados sitios la superficie del suelo alcance a trasponer el límite superior de fluctuación del manto freático. Las capas impermeables del subsuelo impiden el desalojo de los excedentes de agua hacia el sistema hidrológico subsuperficial que caracteriza a la Península yucateca, lo cual conduce a la formación de un manto freático montado, que se despliega por encima del nivel de circulación de las aguas subterráneas, y con una dinámica distinta y relativamente independiente.
Diversos estudios acerca de la agricultura prehispánica en las tierras bajas mayas, han descubierto evidencias del aprovechamiento agrícola de los bajos inundables, acondicionados mediante la construcción y operación de ingeniosas obras hidráulicas, que se conocen actualmente como campos elevados. Esto constituye testimonio fehaciente de que los antiguos mayas practicaban la agricultura intensiva, aunque su desaparición se remonta a un punto de la historia anterior a la Conquista, sin que sus causas hayan sido esclarecidas del todo. Por otro lado, un somero recuento de las actividades agrícolas en la Península yucateca, durante los años posteriores a la llegada de los españoles, pone de manifiesto que los bajos inundables fueron considerados terrenos marginales para la agricultura, salvo, probablemente, el cultivo de la caña de azúcar en determinados sitios, debido al anegamiento permanente que afecta los suelos. Durante la Colonia y, más tarde, hasta principios del presente siglo, la extracción del palo de tinte o palo de Campeche (Haematoxylon campechianum L.) con propósitos comerciales, fue el principal aprovechamiento de los bajos inundables, a los que se mantuvo como tierras marginales, prácticamente excluidas de la agricultura, tanto de la milpera de tumba-roza-quema, como de las plantaciones henequeneras. En las últimas décadas, se ha considerado que los bajos inundables constituyen espacios apropiados para la agricultura, gracias a la presencia de extensas superficies con suelos suficientemente profundos y sin piedras, condiciones necesarias para el empleo de maquinaria agrícola, y con ella, el impulso de programas para modernizar el agro yucateco. Como contraparte, su drenaje interno, insuficiente para desalojar las aguas pluviales que reciben, propicia contenidos de humedad desfavorables para el crecimiento de los cultivos y el uso de tractores e implementos mecánicos. El establecimiento de sistemas artificiales de drenaje, no sólo no parece haber sido satisfactorio, sino que ha alterado el equilibrio de la humedad del suelo, originando falta de agua donde antes había exceso. En la Península de Yucatán, los bajos inundables se localizan en diferentes rumbos, cubriendo distintas extensiones. Los más amplios se ubican principalmente en los estados de Campeche y Quintana Roo. En el primero, hacia el sur del paralelo de 20° LN, hasta alcanzar la frontera con Guatemala; en el segundo, su área de distribución abarca casi desde el litoral norte, extendiéndose desde poco antes del límite con el estado de Yucatán hasta la costa del Caribe, continuando hacia el Sur, más allá de los límites con Belice. De Este a Oeste, los bajos inundables quedan comprendidos entre los contornos naturales de la Península; es decir, las líneas litorales del Mar Caribe y del Golfo de México. Entre las principales áreas donde aparecen bajos inundables están Maxcanú, Becanchén y Tzucacab en el estado de Yucatán; el llamado Valle de Edzná, Champotón y Escárcega, en el de Campeche, y Valle Hermoso, Álvaro Obregón y Pucté, en el de Quintana Roo.