Fajina Al declararse la independencia de Yucatán respecto de España, la Península solamente contaba con cuatro caminos en buen estado, éstos eran los que salían de Mérida para Izamal, Tekax, Campeche y Sisal. Ante la necesidad de más vías de comunicación para promover el desarrollo económico del estado, las autoridades expidieron una serie de leyes que fijaban que todo el peso de la construcción, reparación y mantenimiento de los caminos carreteros recayera en las fajinas, obligación que todo yucateco sujeto a servicio personal debía cumplir, ya fuese trabajando personalmente en la construcción y reparación de los caminos de rueda, o bien cubriendo el salario de otra persona para que en su lugar desempeñara aquella faena. Estas labores fueron a lo largo de más de media centuria (siglo XIX), la base del desarrollo caminero de Yucatán. Por otra parte, el término de fajina también fue aplicado para designar el trabajo no pagado que el peón realizaba en beneficio de la hacienda. En la hacienda henequenera la fajina consistía en realizar tareas que demandaban un gran esfuerzo y que no eran directamente productivas, tales como el albarradeo, la apertura y conservación de caminos, el desmonte de terreno para futuras siembras, etcétera. Estas labores se realizaban de manera colectiva por los trabajadores de la hacienda. La fajina terminaba al alba y a los peones se les ofrecía una bebida caliente o un poco de licor como reconocimiento a su labor. La fajina resultó a menudo una carga injusta y a veces insoportable para los sirvientes por los muchos abusos que se cometían por ese concepto, en donde los peones eran obligados a ejecutar labores más pesadas.