Fiestas mayas (prehispánicas)

Fiestas mayas (prehispánicas)  Según las fuentes históricas, los mayas prehispánicos solían celebrar, principalmente, fiestas religiosas calendáricas, que eran por lo menos de tres categorías: las que se hacían en los meses que formaban el año, las del año nuevo y las del ciclo de 52 años. Las fiestas de los meses eran celebradas especialmente por gremios, formados por gente de diversos oficios, como médicos, pescadores, cazadores, agricultores, comerciantes, etcétera, y las del año nuevo tenían por objeto procurar la buena suerte de éste. Los mayas combinaron en tal forma su sistema calendárico en general, que sus años sólo podían comenzar por uno de estos cuatro signos: Kan, Muluc, Ix y Cauac, de tal manera que los años se nombraban conforme a uno de dichos signos. Cada año estaba regido por una serie de divinidades conocidas como Bacacb, Chaac, Pauah Tun, Uayeyab y Acantun, a los que correspondían a la vez, según fuera el caso, un color y un punto cardinal. Cada Bacab, como regente del año, tenía otros cuatro nombres, agüeros o manifestaciones divinas. El arqueólogo Wladimiro Rosado Ojeda ha configurado una relación de fiestas mayas:

.

Fiestas del año nuevo Kan. Al año kan cuyos agüeros eran Hobnil, Kanal Bacab, Kan Pauah Tun y Kan Xib Chaac le correspondía el punto cardinal del Sur y por tanto el color amarillo. Era considerado un buen año, exento de miserias, pues Hobnil, según los indígenas, no había pecado, al igual que sus hermanos. Sin embargo, era necesario practicar ciertos ritos para evitar acontecimientos nefastos o enfermedades propias de este período. Los preliminares de la fiesta se efectuaban en la casa de algún señor importante de la población. Eran adoradas las estatuas de cuatro dioses: Kan Uayeyab, Bolon Ts’acab, Itzamná Kauil y Kanal Acantún. La estatua de Bolón Ts’acab era llevada a casa del señor importante, colocándola en un sitio espacioso para que pudiera ser adorada por todo el público. La de Kan Uayeyab se llevaba a unos montículos de piedra situados al Sur. Todo el camino que conducía de la casa del señor citado hasta los cúmulos de piedra se limpiaba y adornaba. El elemento masculino de la población, incluso los señores principales y el sacerdote iban a buscar a Kan Uayeyab, que habían depositado en dicho rumbo. Allí el sacerdote le incensaba con 49 granos de maíz molido, llamado sacah, ofreciéndole, además, una gallina degollada. La ofrenda de los señores se llamaba chahalté, que conforme a R. Roys deriva de chahal, gotas de goma usada como incienso. Posteriormente, metían el ídolo dentro de un estuche o litera de madera, llamada kanté, un árbol o madera amarilla, al cual se le colocaba encima una figura idolátrica, llamada can hel, «insignia», según Roys. En esta forma se le conducía entre bailes y alegrías a la casa del señor importante, para colocarlo frente a la otra estatua. Durante el camino los señores y sacerdotes ingerían una bebida sagrada llamada picula kakla, elaborada con 415 granos de maíz seco. A Kan Uayeyab le ofrendaban un pan con semillas de calabaza y otro de maíz en forma de corazón.

Algunos otros ofrendaban sangre, cortándose las orejas, que era untada a la estatua del otro dios, ubicado en el mismo lugar, llamado Kanal Acantún. Luego se llevaba la efigie de Bolon Ts’acab al santuario y la otra al Oriente donde al parecer debía permanecer un año.

El resto de la fiesta del año nuevo consistía en fabricar otra estatua, la de Itzamná Kauil, a la que se reverenciaba incensándole tres bolas de kik, o resina del caucho. En su honor sacrificaban a un perro o a un hombre. Para esto reunían en el patio un gran cúmulo de piedras y ponían al hombre o al perro que debían sacrificar sobre una especie de altar elevado. Desde ahí era arrojada la víctima, que caía sobre las piedras y se le sacaba el corazón para ofrendarlo entre dos platos a esta divinidad. Se hacían ofrendas de comida y, por último, bailaban unas mujeres ancianas.

.

Fiestas del año nuevo Muluc. Pertenecía al Bacab cuyos agüeros eran: Kan Tsik nal, Chacal Bacab, Chaac Pauah Tun y Chaac Xib Chaac. Le correspondía el punto cardinal del Este y, por lo tanto, el color rojo. Era considerado año bueno, sin embargo, era necesario hacer ciertas ceremonias y sacrificios para evitar algunos males que podían acaecer como falta de agua, criar muchos hijos los maizales y enfermarse de los ojos. La fiesta era semejante a la anterior. Estaba a cargo de un señor principal. Los dioses que se reverenciaban eran: Chaac u Uayeyab, K’inich Ahau, Yax Cocah Mut y Chaac Acantún. La estatua de K’inich Ahau era llevada a casa del señor citado y, utilizando el camino que iba desde ella hasta los dos cúmulos de piedra situados al Oriente, los señores y el sacerdote iban a buscar la estatua ya anteriormente depositada allí de Chaac u Uayeyab. Se le ofrendaba sacah y chahalté, se le degollaba una gallina y se transportaba la estatua sobre un palo rojo, chacté, o litera, entre actos devotos y danzas guerreras llamadas Holcan ok’ot, Batel ok’ot, a casa del señor para depositarla frente a la estatua de K’inich Ahau. Allí todos los concurrentes le ofrendaban con panes fabricados de yemas de huevo, de corazones de venados, y otros de pimienta desleída, viandas que se repartían luego entre los mismos concurrentes. Los que querían ofrecían a Chaac Acantún, cuya imagen estaba en dicha casa, sangre de las orejas, todo esto con las consabidas ofrendas de copal. Luego se transportaba la estatua al templo y la de Chaac u Uayeyab a la parte norte de la población, donde la dejaban en sus respectivos montones de piedra. Enseguida comenzaba el ceremonial correspondiente al año nuevo. Éste consistía en quitar del templo las estatuas de los ídolos que hasta entonces había tenido, poniéndose en su lugar la nueva de Yax Cocah Mut y en el patio un altar de piedra esculpido, «en el cual quemaban de su incienso y una pelota de la resina o leche kik» (Landa). Al ídolo en cuestión le ofrecían ardillas sacrificadas y «un paramento sin labores —dice Landa— el cual tejiesen las viejas que tenían por oficio bailar en el templo para aplacar a Yaxcocahmut».

El festejo propiamente dicho consistía en ofrecer siempre a Yax Cocah Mut bebidas de maíz, pan y cabezas de pavos; autosacrificios a Chaac Acantún y se realizaban dos bailes: uno efectuado en zancos y otro hecho por las ancianas, sosteniendo en sus manos unos perros de barro que cargaban a su vez en la espalda unos panes; se sacrificaba, además, un perrito virgen y con el lomo negro. Estos últimos rituales eran con el objeto de evitar los males referidos y que podían acaecer en ese año.

.

Fiestas del año nuevo Ix. Le pertenecía el Bacab cuyos agüeros eran Sac Cimi, Sacal Bacab, Sac Pauah Tun y Sac Xib Chaac. Correspondía a este año, el punto cardinal del Norte y por tanto el color blanco. Este año era considerado como el de los más terribles en el calendario maya, pues acaecían, si no se hacían los debidos ritos para impedirlo, muchas calamidades, como mal de ojo, invasión de la langosta, falta de lluvias, mucho sol, sequía en las milpas de maíz, debilitamiento físico o desmayos en la gente, hambre y robos, todo lo cual daba por resultado el abandono de pueblos, pleitos entre los individuos de una localidad hasta terminar en guerras con los de otras y cambios de los señores que gobernaban o de los sacerdotes. El año sólo era bueno en cosechas de algodón. Los dioses que se reverenciaban eran Sac Uayeyab, Itzamná, Kinich Ahau Itzamná y Sac Acantún. Una vez que era llevada a la casa del señor principal la estatua de Itzamná, los participantes de la fiesta se encaminaban desde dicha casa a los montones de piedra situados en el rumbo norte de la población, en busca de la otra estatua, la de Sac Uayeyab que el año anterior se había depositado en dicho lugar. El camino, como siempre, era adornado profusamente. Llegados al sitio se sahumaba a Sac Uayeyab, se le degollaba una gallina, se le ponía en un palo o litera, llamada sachia o sakté, «madera blanca», y entre danzas llamadas Alcab Tan Kam Ahau, devociones y tomando la bebida acostumbrada de maíz, el cortejo la conducía a casa del señor principal para ponerla frente a la estatua de Itzamná. Allí se le hacían ofrendas de bebidas y comidas, figurando entre éstas unos panes de codorniz y la cabeza de un pavo, todo lo cual era repartido entre la concurrencia. Se untaba con sangre de autosacrificios la imagen de Sac Acantún, sahumándola juntamente con las otras dos imágenes y en el último de estos días aciagos se conducía la estatua de Itzamná al templo y la de Sac Uayeyab al Poniente, donde se le iría a buscar el año próximo.

Para evitar los males a que nos hemos referido se erigía la efigie de K’inich Ahau Itzamná, colocándola luego en el santuario y ofreciéndole bastantes cosas entre acompañamiento de sahumerios, oraciones y autosacrificios. Entonces comenzaba el festejo propiamente dicho, que era general y en el que estaba obligada a participar toda la población. Consistía principalmente en una gran cantidad de bailes, figurando entre ellos los de las ancianas, así como en renovar el oratorio del templo o hacer uno nuevo, más pequeño, alrededor del cual se efectuaba otra serie de ofrendas y sacrificios que terminaban en libaciones.

.

Fiestas del año Cauac. Pertenecía este año al Bacab cuyos agüeros eran Hosan Ek, Ekel Bacab, Ek Pauah Tun y Ek Xib Chaac. Correspondía a este año el punto cardinal del Oeste y por lo tanto el color negro. Las divinidades que se adoraban eran Ekel Acantún, Ek Uayeyab, Chi-Chaac Chob, Ek Balam Chaac, Ah Canuol Cab, Ah Buluc Balam y Uac Mitún Ahau. Era año de mal agüero, pues el sol muy fuerte arruinaba los maizales, así como las hormigas y ciertos pájaros devoraban las siembras, todo lo cual acarreaba muchas muertes, males que se podían contrarrestar por medio de la celebración de ciertos ritos. La estatua de Uac Mitun Ahau se llevaba a casa del señor principal y luego los festejantes se encaminaban rumbo al Oeste de la población a buscar la de Ek Uayeyab, que ya anteriormente había sido depositada en dos cúmulos de piedra situados en dicho punto.

Como siempre, el camino era adornado. Se sahumaba a Ek Uayeyab, se le ofrecía una gallina degollada y, en señal de muerte, un buitre negro y una calavera; posteriormente era colocado sobre un palo o litera, yax ek, «negro verdoso o amarillo» y era conducido a casa del señor para ponerla frente a la otra estatua. Durante el camino era reverenciada con devociones y danzas entre las que figuraba la de Xibalba ok’ot, «baile del demonio», y los señores y sacerdotes del cortejo tomaban la bebida acostumbrada de maíz. Ya en la casa se hacían otra serie de ofrendas, oraciones y sahumerios. Se untaba a Ekel Acantún con sangre de autosacrificos humanos, Uac Mitún Ahau era conducido al templo y Ek Uayeyab a los montones de piedra situados al Sur. Con el fin de evitar las desgracias propias de este año se ponían en el templo las estatuas de Chi Chaac Chob, Ek Balam Chaac, Ah Canuol Cab y Ah Buluc Balam. Allí les hacían varias ofrendas, entre ellas dos pellas de kik que era una resina vegetal, flores, una piedra preciosa, un gorro sacerdotal, pan y una clase especial de iguanas.

Para esta fiesta hacían una bóveda que llenaban de leña por lo alto y por los lados, dejándole puertas para poder entrar y salir; después se colocaba en lo alto de la leña un cantor con un tambor a cuyo ritmo bailaban abajo unos individuos que llevaban en las manos unos manojos de largas varillas atados, con las cuales pasaban y salían respectivamente por las puertas. Llegada la tarde todos dejaban las varillas y se iban a descansar a sus casas. Al atardecer regresaban de nuevo con mucho gentío, cogiendo todos sus haces de varillas para encender la leña.

.

Fiesta de Pop. En el mes de Pop comenzaba el año maya y era cuando, por lo tanto, se efectuaba la gran fiesta del Año Nuevo, en honor al mismo tiempo de «todos los ídolos» (Landa). La caracterizaban varios ritos importantes como la purificación, la renovación del fuego y los pronósticos. La purificación consistía en expulsar de las casas y de los templos a los demonios, efectuándose para ello una limpieza general y la destrucción de los utensilios en unas y otros. A. Tozzer hace ver que Landa no se refiere a los utensilios de piedra, ni a los ídolos. Los objetos señalados se echaban fuera de la población y se prohibía severamente tocarlos. Precedía el festejo una gran quema de copal fresco, preparado por el sacerdote, prolongados y severos ayunos consistentes principalmente en abstención de mujeres, sal y pimienta, ayunos que a veces duraban hasta tres meses, nunca menos de trece días, y a los que estaban obligados los sacerdotes, señores e individuos principales. El resto del pueblo los podía hacer si quería.

Un asunto importante era la elección de los chaaques o ayudantes sacerdotales. Llegado el día propicio se reunían en el patio del templo todos los hombres, muy limpios y engalanados, sobre todos los grandes señores y los sacerdotes, desprovistos de la pintura negra que habían tenido cuando los ayunos, pero a la que sustituían ahora con otra de color rojo. Cuantos concurrían llevaban la mayor cantidad posible de ofrendas, consistentes en comidas, bebidas e incluso licor. El gran sacerdote se sentaba entonces en medio del patio, trajeado con la pomposa vestimenta correspondiente a su jerarquía, y purificaba el templo con copal que tenía junto a sí. Todo este público quedaba cercado por un cordón sostenido por los chaa-ques en las cuatro esquinas. Procedíase entonces a arrojar a los demonios y luego a encender el fuego nuevo, que probablemente se hacía con el barrenador de fuego, así como a orar e incensar, pero esto último con gran ceremonia, pues poníanse en fila todos, comenzando por los señores principales, y uno a uno iban pasando a recibir del incienso (copal) que tenía el sacerdote. Acto seguido se consumían todas las viandas y bebidas, hasta embriagarse, no faltando por último quienes repetían en otros días del mes esta fiesta, pero ya por su cuenta y desde luego no con tanta solemnidad. Dice J.E. Thompson que en este mes de Pop los sacerdotes preparaban sus pronósticos para el año, ya sea consultando los libros, ya fijándose en el tiempo que hacía en cada día del mes. Así, por ejemplo, si el quinto día, que en realidad era el sexto del mes, era lluvioso, el sexto mes del año, Xul, lo sería también.

.

Fiesta de Uo. En este mes, los sacerdotes, entre los que estaban incluidos los curanderos, comenzaban a prepararse con ayunos y otros actos para la fiesta que debía efectuarse en el siguiente mes. Los oficiantes se reunían en casa del señor principal, portando sus vestimentas especiales. El dios tutelar era Kinich Ahau Itzamná. El rito tenía por objeto, después de la debida purificación para echar al espíritu malo, invocar al dios con oraciones, ofrendas, encenderle fuego nuevo y quemarle copal, a la vez que eran colocados sobre la hierba los libros sagrados a los que se les untaba con un compuesto de cardenillo y «agua virgen» obtenida en ciertos lugares de los montes a donde no llegaban las mujeres. Enseguida, el más instruido de los sacerdotes abría un libro y conforme a él decía las cosas que habían de suceder en el año, advirtiendo a los presentes lo que debían hacer. Se elegía el señor a cuyo cargo estaba la fiesta del año venidero, quedando sus hijos obligados a efectuarla en caso de morir el padre.

Terminaban el rito consumiendo las comidas y bebidas, hasta llegar a la embriaguez, y bailaban a veces la Ok’ot uil o la Ok’ot bil, «danza de la luna o del mes», o «de las ranas», de ser cierto el último nombre, según Roys. La fiesta se llamaba en maya Pocam, o sea, purificación. A. Tozzer cree probable que se refiera a la purga de los sacerdotes.

.

Fiestas de Sip. Este mes estaba dedicado a tres fiestas: la de los médicos, la de los cazadores y la de los pescadores. La de los médicos llamada Ihcil Ix Chel, baño de Ixchel, según Roys, se hacía en honor de Itzamná, Cit Bolon Tun y Ahau Chamahes (A. Tozzer). Era efectuada en casa del curandero o médico que habían sido elegidos entre ellos y en el día que seguía al que había terminado la del mes precedente. Reuníanse dichos señores con sus mujeres, llevando unos paquetes en donde guardaban sus objetos de oficio que sacaban para la ceremonia, como idolillos de la diosa Ix Chel y unas piedras pequeñas llamadas am, nombre que, según el Diccionario de Motul, se da a ciertas pequeñas arañas negras con manchas rojas encima. Ofrendaban al fuego nuevo el copal que les daba el sacerdote, al mismo tiempo que los ayudantes les embadurnaban con betún azul, igual al empleado en los libros sacerdotales. Se envolvían las cosas de nuevo y con los paquetes a cuestas danzaban la Chactun yab, «Gran herida», según Roys. Terminada esta danza se sentaban los hombres aparte de las mujeres y «sorteando la fiesta para el otro año, comían de los presentes y emborrachábanse muy sin asco, salvo los sacerdotes que dizque había vergüenza y guardaban el vino para beber a solas y a su placer» (Landa). La de los cazadores se efectuaba también en la casa particular de alguno del gremio, podían concurrir igualmente sus mujeres. Los dioses de la caza que se reverenciaban eran Acanum, Suhuy Ts’ip, X-tabai y varios más. El ritual comenzaba con la debida purificación, quemar copal, preparar el fuego nuevo y betún azul. Mientras el brasero estaba encendido, los chaaques pintaban con el betún unas calaveras de venado que habían traído los cazadores y con las que se bailaba, sosteniendo en sus manos cada bailarín una calavera y una flecha. Esta danza, hace ver J. E. Thompson, tenía por objeto propiciar que la época de cacería fuera buena. Se hacían en esta ocasión autosacrificios de las orejas y lengua, pasándose a través de ésta siete hierbas. El final consistía en un baile con borrachera y las respectivas ofrendas del sacerdote y sus ayudantes.

La correspondiente a los pescadores era semejante a la de los médicos y cazadores, con la diferencia de que ahora los implementos eran los que se untaban con el betún y de que el autosacrificio de las orejas consistía en hacerse incisiones a la redonda, pues en la ocasión anterior se las horadaban. Efectuaban una danza, de carácter burlesco, llamada Choh om, «pintada de índigo» (Roys). Los dioses propiciatorios eran Ah-kak-ne-xoc, Ah-puh-ha’ y Ah Citz Ts’amal Cum, según Roys, el primero se traduciría como «tiburón con cola de fuego», el segundo «el que mueve el agua y dirige el pescado», y el tercero, «el padre o dios de la olla sumergida». Adoraban también un palo grueso y erguido. La fiesta comenzaba en los pueblos del interior y se prolongaba en la costa. «Y allá —dice Landa— hacían muy grandes pesquerías y regocijos y llevaban gran recado de redes y anzuelos y otras industrias con que pescan.»

.

Fiesta de Tzek. Festejo de los propietarios de colmenas y de los dioses de la apicultura. Los festejantes se ponían primero de acuerdo en el mes anterior, Tzotz, efectuando al mismo tiempo un ayuno, que era obligatorio sólo para los sacerdotes y sus ayudantes. La fiesta era sencilla, en honor de los bacabes y Hobnil, y el objeto era que éstos suministraran abundantes cosechas de miel. Se practicaba en casa de uno de dichos señores apicultores y caracterizábase por las actividades de costumbre: oraciones, ofrenda y quema de copal, sólo que sin sacrificios sangrientos. Luego se daban a los chaaques cuatro platos con grandes bolas de copal, platos que tenían pintadas con miel a su alrededor unas figuras, concluyendo todo con mucho derroche de licor.

.

Fiesta de Xul. Era el mes del gran dios Kukulcán, como numen del planeta Venus. Su fiesta, dice J. E. Thompson, puede considerarse como una de las pocas fiestas que merecen llamarse nacionales, porque todo Yucatán tomaba parte en ella.

El festejo se llamaba Chic Kabán, pero de leerse Chic habam significaría, según Roys, «festival del pisote y ramas». Era efectuado en Mayapán, pero a partir de la destrucción de esta ciudad la tradición se conservó en Maní. Cada población principal contribuía por turno a la fiesta, dando cinco banderas de plumas. A veces las daban todas las poblaciones al mismo tiempo. Para celebrarla concurrían a Maní todos los señores y sacerdotes y una gran cantidad de gente de todos los pueblos, habiendo ayunado previamente y hechas sus abstinencias durante los cinco días que precedían a la fiesta. Llegado el día, congregábanse todos los participantes en casa de un señor, que probablemente era el principal de Maní, de donde se encaminaban en la tarde, con solemne procesión, al santuario de Kukulcán o K’uk’ulcán. El templo estaba muy adornado y el rito que se efectuaba en él consistía en poner las banderas sobre el edificio, decir oraciones, colocar sobre una hojas de hierba en el patio a los ídolos que para esta circunstancia habían llevado sus dueños, hacer fuego nuevo, quemar copal en muchos lugares, ofrendar comidas de maíz, pero sin sal ni pimienta, frijoles y pepitas de calabaza, así como bebidas de semillas de calabaza y habas, etcétera. Pasaban cinco días, señores y sacerdotes, entre bailes y oraciones, sin regresar a sus casas, tiempo durante el cual los farsantes o comediantes recorrían las casas connotadas de la población, representando en ellas sus asuntos y recogiendo los presentes que les daban para llevarlos al santuario, «donde acabado de pasar los cinco días repartían los dones entre los señores, sacerdotes y bailadores y cogían las banderas e ídolos y se volvían a casa del señor y de ahí cada cual a la suya. Decían y tenían muy creído que el postrer día bajaba Kukulcán del cielo y recibía los servicios, vigilias y ofrendas.» (Landa).

.

Fiesta de Mol. La fiesta estaba dedicada a todos los dioses; comenzaba en el anterior mes, Yaxkin, «nuevo sol o nuevo día», que daba a su vez comienzo al año agrícola. Se llamaba Olob Sabk’amyax, aunque Roys sugiere que lo que quiso expresar Landa fue Yolob u tzab kam yax, «desean administrar la ceremonia de recibir color azul».

El festejo se caracterizaba por la celebración de tres ritos, el de la iniciación de futuros artesanos, el de la fabricación de dioses y el de los apicultores. Se reunían en el templo los que debían tomar parte en ella, y efectuaban una ceremonia como en las fiestas anteriores. Eran untados con betún los implementos de todos los oficios, desde los sagrados hasta los domésticos, e incluso las columnas de las casas. A todos los niños y niñas sin ceremonia alguna les daban nueve golpecitos en las coyunturas de las manos, acto que tenía por fin el que fuesen expertos en sus futuros oficios, heredados generalmente de sus padres y madres. Para esto las niñas eran encomendadas a una mujer anciana llamada Ix Mol, cuyo traje era de plumas. Como de costumbre, terminaba la fiesta con comerse las viandas ofrendadas y con una borrachera, «salvo que es de creer que aquella devota vieja llevaría con qué emborracharse en casa para no perder las plumas del oficio en el camino» (Landa). Todo esto es lo que hacían al parecer en el mes Yaxkín. «Una de las cosas que estos pobres tenían por más ardua y dificultosa —dice Landa— era hacer ídolos de palo, a lo cual llamaban hacer dioses».

Cualquiera podía encargar figuras de dioses, previa consulta con el sacerdote, quien debía fijar para dicha fabricación el tiempo propicio, que a veces no era precisamente el de este mes. Si era necesario, el trabajo se repetía o prolongaba otro mes. Inmediatamente de hecho esto, los que deseaban tener dioses se dirigían al carpintero, quien por lo regular se negaba al principio, por temor que a él o a algunos de los suyos sucediese una desgracia, como enfermedad o muerte. Su oficio era en verdad muy honroso, pero lleno de peligros, debido a la relación que tenía con lo divino. Si el carpintero aceptaba, entonces los chaaques daban comienzo a sus ayunos. La forma en que se hacía la fabricación era original. Luego de mandar al bosque por cedro, llamado kuche «árbol de dios», se encerraban los carpinteros, chaaques y oficial en una choza pequeña de paja, aislada y cercada, y conforme se iban terminando las estatuas se las iba encerrando y tapando en unas tinajas que estaban también en la casa. Durante el tiempo que duraba el trabajo, los artífices se hacían autosacrificios en las orejas para untar con esta sangre a los ídolos, ayunaban, se pintaban de negro, encendían copal a los Acantunes, especie de demonios relacionados con los cuatro puntos cardinales y otros tantos colores. «Y no habían de conocer a sus mujeres ni por pienso, ni aun llegar nadie a aquel lugar donde ellos estaban», dice Landa.

En el mes siguiente, el de Chen, se llevaban al patio de la choza los ídolos, donde los bendecía el sacerdote; ya desprovisto de su pintura negra, encendía copal y los ponía en unas pequeñas petacas envueltas a su vez en unos paños para posteriormente entregarlos a sus dueños, dando éstos como paga, animales cazados, aves, alimentos y cacao. Terminaba todo con las consabidas comidas y borracheras. Por último, en este mes de Mol, los propietarios de colmenas efectuaban otra fiesta semejante a la del mes de Tsek, cuyo fin era obtener muchas flores para las abejas.

.

Fiesta de Yax. El objeto de esta fiesta era la nueva vegetación y se llamaba Ocná «los dioses entran a la casa» (Tozzer) o «Renovación del templo» (Landa). Se realizaba en honor de los chaaques, dioses de las milpas de maíz y ayudantes del dios Chaac o del agua. Se hacían de nuevo las estatuas de barro de los dioses, juntamente con sus incensarios correspondientes «y si era menester —dice Landa— hacían de nuevo la casa o la renovaban y ponían en la pared la memoria de estas cosas con sus caracteres». Se tenía asimismo cuidado de lo que pronosticaban los bacabes.

.

Fiesta de Sac. Era la época de una segunda fiesta de los cazadores, igual a la del mes Zip. Debido a haber violado el tabú que prohibía matar animales, sin motivo religioso, por el carácter sagrado que tenían los cazadores, se excusaban y purificaban celebrando un ritual con un festejo que tenía por objeto aplacar el enojo de los dioses, furiosos contra los detractores y sus siembras, por lo que habían hecho, «porque tenían por cosa horrenda —refiere Landa— cualquier derramamiento de sangre si no era en sus sacrificios». Verificábase asimismo, durante tres días, la fiesta movible del día Ahau, a la que precedían ayunos y en la que no faltaban borracheras y ofrendas de copal y otras cosas.

.

Fiestas de Mac. El objeto de la fiesta que hacían los viejos correspondientes a este mes, fiesta llamada Tup kak «apagar el fuego», era pedir a los chaaques y a Itzamná buen año de lluvias y cosechas. La precedía una ceremonia en el patio del templo, efectuada por el sacerdote y sus cuatro ayudantes, sentándose estos últimos en las cuatro esquinas, sosteniendo unas vasijas de agua. Se quemaba copal y luego se prendía un haz de varillas colocadas en medio. Mientras la hoguera ardía se le iban echando los corazones de los animales dispuestos para la ceremonia, haciéndose los corazones de copal cuando faltaban animales grandes. Acabado de echar, se apagaba el fuego con el agua que tenían los chaaques.

Para la fiesta se ponía en medio del patio, ya bien desyerbado, un cúmulo de piedras con sus escaleras y adornado con ramas. Se reunían en el lugar los sacerdotes, sus ayudantes y el pueblo y se efectuaba la purificación de costumbre, echándose por medio de copal a los malos espíritus. Luego se untaban con betún azul los tramos de las escaleras, excepto el primero para el que se empleaba lodo de un pozo y se le dedicaban a los chaaques y a Itzamná las consabidas oraciones acompañadas de ofrendas de copal y de otras cosas. «Esto acabado, se consolaban comiendo y bebiendo lo ofrecido y quedaban confiados del buen año con sus servicios e innovaciones». (Landa).

.

Fiesta de Muan. El festejo ritual de Muan lo efectuaban en honor de Ek Chuah, dios del cacao y los comerciantes, Chaac y Hobnil. Se llevaba a cabo en la casa de uno de los propietarios de plantíos de cacao. El acto se concretaba a oraciones a los dioses citados, acompañadas de ofrendas de copal, plumas finas de un ave y animales sacrificados, entre los que figuraban un perro con manchas color cacao e iguanas azules. Se daba a cada ayudante sacerdotal una mazorca de cacao y todo terminaba en comerse las viandas, beber tres veces licor y alegría en general.

.

Fiesta de Pax. Fiesta guerrera celebrada en este mes con el objeto de vencer a los enemigos. Era llamada Pacum Chaac «Recompensa al dios de la lluvia», según Roys. La precedía una vigilia de cinco días en el santuario de Cit Chaac Koh «puma de pluma roja» (Roys), y que parece era un dios de la guerra (J. E. Thompson). La efectuaban los señores y sacerdotes de los pueblos chicos, que se juntaban con los de la población mayor. Se hacían ofrendas de copal y otras cosas, con las oraciones correspondientes y se bailaba la danza guerrera Holcán Okot. Para mantenerse sólo contaban con los dones hechos al santuario. Los acompañaba durante ese tiempo el Nacón o Gran Capitán al que con grandes ceremonias se le iba a buscar a su casa, llevándolo en hombros al templo e incensándolo como si fuese la estatua de un dios.

El día de la fiesta se repetían las oraciones y ofrendas, se hacían las ceremonias de purificación y del fuego, idéntica esta última a la del mes Mak. Paseábase y sahumábase al Nacón alrededor del templo, sacaban los chaaques el corazón de un perro, se comía y bebía todo lo que en ese sentido había sido ofrecido y se regresaba solemnemente al Nacón a su casa donde era efectuado un festejo con la consiguiente embriaguez, en la que tomaban parte todos los ilustres visitantes, menos el Nacón. Al día siguiente el Nacón se reunía con sus huéspedes que habían permanecido en su casa, les obsequiaba mucho copal y exhortaba a los sacerdotes y señores de las poblaciones a efectuar en éstas sus fiestas correspondientes, con el fin de que el año fuera próspero en cosechas. Dichas fiestas se llamaban Sabacil Than, que puede sugerir la ley de pintarse de negro, o más probablemente los conjuros que hacían mientras estaban pintados de negro; estas fiestas por lo regular duraban hasta el mes de Pop. La costeaba un rico del poblado, al que se escogía para ello y en cuya casa finalizaba el festejo, consistente en las consabidas purificaciones, oraciones, ofrendas de copal y terminando con bailes y embriaguez general.

.