Ferrocarril urbano

Ferrocarril urbano  El 15 de septiembre de 1880 entró en funcionamiento el primer ferrocarril urbano de Mérida. Fueron sus propietarios Eusebio Escalante e hijo y Manuel Dondé Cámara. La dirección de la obra estuvo a cargo de Olegario Molina y apadrinó la puesta en funcionamiento de los tranvías el gobernador del estado, Manuel Romero Ancona. Once años atrás se iniciaron los trabajos y se fueron estableciendo las líneas de comunicación y transporte por las calles más céntricas y pobladas de la ciudad. La primera línea fue tendida de la esquina de Las Dos Caras (calles 65 y 58) hasta el costado norte de la plaza de La Mejorada, frente a la estación del ferrocarril Mérida-Progreso. Le siguieron las líneas de las calles de los Hidalgos, la de Santa Ana y la de Santiago. De igual manera, se tendieron vías hacia puntos más alejados, pero de gran interés para la población como el Cementerio General, el Rastro Público y el pequeño poblado de Itzimná. Desde la plaza principal se partía para llegar a cualquier extremo de la ciudad. Otros empresarios como Waldemaro G. Cantón y Genaro Cervera solicitaron concesiones al Ayuntamiento para tender líneas del tranvía dentro de la ciudad, pero no llevaron a efecto ninguna obra y finalmente pasaron sus concesiones a Escalante y Dondé Cámara, cuya empresa llevó, en un primer momento, el nombre de Tranvías del Centro de la Ciudad de Mérida.

En su época, el tranvía urbano tuvo fama de ser un medio de transporte seguro, cómodo y que no sufría accidentes peligrosos. El precio del pasaje era muy módico, cinco centavos por persona a cualquier punto de la ciudad. En las oficinas de la empresa se expendían 50 boletos por dos pesos, lo que reducía el costo unitario a cuatro centavos. Los conductores de los carros anunciaban su llegada a las esquinas con una cornetilla y tiempo después se sustituyeron por campanillas accionadas con la mano o el pie. Para 1890, las líneas del tranvía ya tenían una longitud de 21,950 metros y se extendían de Norte a Sur desde el pueblo de Itzimná hasta el Cementerio General y de Oriente a Poniente de La Mejorada a Santiago. Más tarde, esta última línea se amplió desde Chuminópolis hasta la Penitenciaría Juárez. Para la construcción de la vía que conducía al Rastro y a Itzimná, se ampliaron las estrechas calles con el fin de que tuvieran el ancho suficiente para el tendido de rieles y para no entorpecer el tráfico de los carruajes particulares, motivo por el cual se tuvieron que comprar los terrenos aledaños o indemnizar a los propietarios de los mismos. En el costado sur de la plaza principal, la empresa compró un amplio local donde instaló sus oficinas y desde ahí dirigió el movimiento de los carros y las demás operaciones que realizaba. Para un funcionamiento más adecuado, cambió su nombre al de Compañía de Tranvías de Mérida, constituida por escritura pública el 18 de junio de 1891 y que comenzó a funcionar el 1 de julio de ese mismo año. El capital social fue de 400,000 pesos, que estuvo dividido en 400 acciones al portador. En el año de 1891 las vías crecieron a 25,372 m, circulaban 15 carros diarios que daban 369 viajes redondos del centro a los extremos de la ciudad y se usaban 125 mulas para tirar de los carros. En los domingos y días feriados aumentaba el número de carros y de viajes, en tanto, durante las fiestas principales se ponían en movimiento los 38 coches que poseía la Compañía por ese tiempo. También contaban con dos carros destinados exclusivamente para conducir al mercado las carnes frescas de ganado vacuno y porcino, que se sacrificaban en el rastro. El primer depósito para los tranvías estuvo ubicado en la tercera calle de los Baqueiro (hoy calle 57 entre 56 y 54), pero por decreto del Congreso del Estado se trasladó al poniente de la ciudad, entre las calles 86 y 88. Durante el gobierno de Olegario Molina Solís se pavimentaron las calles de Mérida, por lo que fue necesario sustituir los primitivos rieles por otros más gruesos, llamados de ciudad. Los rieles delgados sirvieron para ampliar las rutas de los barrios y para abrir otras nuevas. Ya iniciado el siglo XX, debido a las dificultades económicas que atravesó la casa E. Escalante e Hijo, las acciones de la Compañía pasaron a manos del Banco Peninsular Mexicano. Para 1919 se empezó a sustituir la tracción animal por la mecánica, empleando motores de gasolina. El tranvía de Mérida funcionó hasta 1930, cuando la introducción del servicio de camiones urbanos lo desplazó.

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