Fiestas tradicionales

Fiestas tradicionales  La fiesta del santo patrono constituye uno de los sucesos más importantes de las comunidades rurales yucatecas. Se trata de un acontecimiento periódico, que se celebra en las fechas dedicadas al santo de cada una de las localidades de la región y que incluye actos ceremoniales que no deben confundirse con la fiesta misma. Robert Redfield explica que los aspectos formales de la fiesta expresan diversos valores socialmente reconocidos, como la piedad, el orgullo local y personal, el deseo de divertirse, la sociabilidad, los intereses comerciales y el temor al infortunio en caso de no cumplir con la obligación que conlleva la realización de la fiesta. El autor mencionado agrega que es preciso analizar dicho sistema de valores a partir de las categorías de lo sagrado y lo secular, de tal modo que tales celebraciones se componen de elementos de culto y de diversión. Como acto de adoración, la fiesta significa un compromiso colectivo con el santo, de tal modo que éste recibe ofrendas de los pobladores, mientras ellos esperan recibir a cambio salud y bienestar material. Existe una persona encargada de organizar los festejos, y con este motivo se recurre a un organismo comunitario denominado Conjunta, aunque en esta designación no suelen intervenir criterios estrictamente piadosos, sino que tiene que ver con valores como el prestigio, ya que esto es lo que presupone el hecho de dirigir un acontecimiento de esta magnitud. La persona elegida debe contar con los suficientes recursos económicos para asegurar el lucimiento de la fiesta. Ésta, en su aspecto secular, se asocia con la jarana, pero también con otros bailes populares que denotan un carácter más bien lucrativo.

La corrida de toros constituye otro elemento secular de la fiesta, aunque de importancia secundaria, ya que no en todas las localidades es posible efectuarla. Para su realización, se construye un cerco con troncos y bejucos y una banda de música toca en la plaza en el transcurso de la fiesta. Hay un cierto espíritu de asociación entre la corrida y la jarana, ya que cuando ésta se hace durante las lidias de toros se denomina «vaquería». La comida y la bebida son otros dos factores que intervienen en la realización de las festividades tradicionales. Los componentes básicos de los alimentos que se consumen en estas ocasiones son el maíz, la carne de cerdo y las aves de corral. El primero se utiliza para preparar unas tortillas especiales, atole y tortillas ordinarias. La carne de cerdo se hierve y se preparan tamales o se hace en chicharrón. En algunos pueblos, la cabeza del cerdo se cocina de tal forma que durante una ceremonia especial se entrega a quienes se encargarán de organizar la fiesta en el año siguiente (Véase: Danza tradicional). En cuanto a las aves de corral, se trata principalmente del pavo, aunque en su ausencia suele recurrirse a la carne de gallina. El pavo se prepara generalmente en escabeche o bien, en relleno. En lo que toca a las bebidas, generalmente se sirve aguardiente, aunque en los últimos años se ha extendido el consumo de cerveza.

En los pueblos que confieren gran importancia a la tradición, como algunos de la zona oriente de la Península, los alimentos y las bebidas son obsequiados a los visitantes, como una muestra de hospitalidad. El deber de cumplir con ella recae fundamentalmente en los personajes de mayor prestigio en la comunidad, pero los gastos generales se comparten entre todos los habitantes. En esa clase de pueblos, la responsabilidad de organizar la fiesta se denomina «cuch», que puede traducirse como «carga», término que se refiere a la obligación perpetua que tiene la comunidad de congraciarse con el santo patrono y que se transfiere de manera sistemática de un grupo de organizadores de la fiesta a otro. El ritual correspondiente consiste en la entrega efectiva de algunos alimentos a quienes tendrán dicha responsabilidad el año siguiente, por lo cual se les conoce como «cargadores».

Sin embargo, en X-Cacal Guardia, Quintana Roo, y en otros lugares se conoce a dichos personajes como «diputados», término que de acuerdo con Redfield, tiene connotaciones mucho más seculares que la de «cargadores». Los símbolos principales del «cuch» los constituyen la ya mencionada cabeza de cochino y los objetos llamados «ramilletes», que son palos con papeles de colores y aros.

En su obra Yucatán: una cultura de transición, Robert Redfield hace una serie de comparaciones entre las fiestas de diferentes comunidades de la península yucateca, de acuerdo con su mayor o menor apego a la tradición popular. Así, por ejemplo, las fiestas patronales en lo que actualmente es Quintana Roo tienen algunos rasgos locales que las hacen diferentes de las de Yucatán, ya que en la entidad vecina ha variado la composición del atuendo ceremonial, por citar un ejemplo específico. Sin embargo, la mayoría de estas variantes corresponden a elementos que en Yucatán se han perdido. En Quintana Roo se conservan, sin embargo, las características generales observables en las fiestas de Yucatán, como las nueve noches de plegaria que se dedican al santo patrono. En síntesis, es posible afirmar que en la entidad vecina la preparación de las fiestas tradicionales está más estrechamente vinculada con la organización social y política de la comunidad, y que es más notorio el énfasis del ritual en sus aspectos sagrados. Los personajes que dirigen las actividades de la fiesta son los mismos que ejercen la autoridad civil en el grupo social.

En 1973 el gobierno de Yucatán publicó una obra de Renán Irigoyen titulada Calendario de fiestas tradicionales de Yucatán, que contiene algunas consideraciones generales acerca de estas actividades, así como una relación de las fiestas en cada uno de los municipios de la entidad. Entre las fiestas que destaca en su obra, Irigoyen menciona las de Halachó, dedicadas a Santiago Apóstol; las de Hunucmá, consagradas a la virgen de la Concepción del municipio vecino de Tetiz, y la de los Reyes Magos, de Tizimín. Indica también que una de las fiestas que más se conmemoran en el estado es la del día de la Santa Cruz, las de las vírgenes de la Concepción y de la Asunción, las de la virgen de la Candelaria y las de san Pedro y san Pablo. Asimismo expresa que después del reparto de los planteles henequeneros a partir de la Reforma Agraria cardenista se extendió la costumbre de celebrar las fiestas de los santos existentes en las capillas de las haciendas dedicadas a la producción del agave.

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