Duende de Valladolid

Duende de Valladolid  De acuerdo con lo que refiere Pedro Sánchez de Aguilar, contemporáneo de lo que él considera sucesos verídicos, se trató de un duende o demonio que hizo acto de presencia en la villa de Valladolid alrededor de 1560. El presunto duende solía hacer plática con quienes desearan hablarle. Esto sucedía a las ocho o diez de la noche, cuando las luces de las casas se habían apagado, sin embargo, tenía preferencia por las viviendas de los conquistadores Juan López de Mena y Martín Ruiz de Arce, donde tocaba instrumentos musicales y reía. Afirmaba ser un cristiano nacido en Castilla y rezaba el Padre Nuestro y otras oraciones.

Al principio era totalmente inofensivo, pero llegó el momento en que comenzó a causar trastornos en las casas de los vecinos, en cuyas azoteas arrojaba piedras y producía ruidos extraños, aunque se abstenía de comportarse de esa manera cuando se encontraba en presencia de los dos conquistadores mencionados. Añade Sánchez de Aguilar que acostumbraba molestar a las mujeres, a quienes arrojaba huevos. También expresaba falsos testimonios acerca de algunas doncellas de la villa. El cura Tomás de Lersundi trató de ahuyentarlo, pero sus esfuerzos fueron infructuosos.

El supuesto duende siguió ocasionando problemas hasta que los vecinos realizaron procesiones en honor de San Clemente, lo cual en apariencia tuvo un resultado efectivo, sin embargo, el mismo relato indica que volvió a manifestarse en 1596, cuando Sánchez de Aguilar era cura de Valladolid. El duende se ocupó entonces de prender fuego a las casas de los indios de los alrededores, especialmente de los del pueblo de Yalcobá. Lo mismo hizo en la referida villa, hasta que sus habitantes decidieron marcar con cruces sus respectivas moradas. Justo Sierra O’Reilly considera que hubo algo de cierto en el relato de Sánchez de Aguilar, aunque no acepta que los sucesos en cuestión puedan atribuirse a la acción de un duende. Oswaldo Baqueiro Anduze sugiere que dicho personaje fue producto de la invención de López de Mena y Ruiz de Arce, quienes bien pudieron encontrar, por ese medio, la manera de divertirse a costa de los demás vecinos de Valladolid.

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