Devoción a María Auxiliadora En 1889 se hizo presente en México la devoción a María Auxiliadora como una acción de ayuda a la comunidad cristiana. El Papa Pío V estableció en el siglo XVI, después de la victoria de los cristianos sobre los turcos en Lepanto, que el título de auxilio de los cristianos, Auxilium Christianorum, fuera universal. Tres siglos después, el sacerdote Juan Bosco impulsó la devoción al promover, en 1863, la edificación de un santuario dedicado a la virgen María en Turín, Italia. En México fue difundida por un grupo de laicos mexicanos pertenecientes a la Sociedad del Círculo Católico de México y se expandió a Yucatán a través de la labor del presbítero Enrique Pérez Capetillo, quien tuvo contacto directo con la obra educativa que los cooperadores salesianos desarrollaban en la Ciudad de México. Fundó en La Candelaria, en 1893, la Asociación de los Devotos de María Auxiliadora. Posteriormente construyó en la iglesia de Santa Ana la capilla de María Auxiliadora, a partir de la cual se difundió por la Península la devoción a esta virgen.