Orquestas de baile Desde la época de los mayas prehispánicos, existían conjuntos que actuaban en las danzas religiosas, las cuales contaban con varios instrumentos de percusión y de aire, por lo que se les puede considerar como orquestas, y están representadas en el Códice de Dresden y el Códice de Madrid, así como en los Murales de Bonampak. Al establecerse la Colonia, las autoridades tanto civiles como religiosas promovieron la celebración de festividades, en las cuales actuaban conjuntos musicales que contaron con instrumentos de cuerda, como la vihuela, la guitarra y el violín. Estos grupos eran también utilizados por los particulares, sobre todo los ganaderos, para sus bailes populares, que recibieron el nombre de “vaquerías” y que todavía se efectúan en la Península de Yucatán. En los siglos XVIII y principios del XIX, los españoles organizaban bailes y saraos, amenizados por conjuntos de cámara, en los cuales se tocaba música europea como: lanceros, minué, polkas, principalmente. Tras la Independencia, estas costumbres continuaron. Para mediados del siglo XIX, adquirió renombre la orquesta del maestro José Jacinto Cuevas. Posteriormente, otros músicos integraron orquestas, no sólo en Mérida, sino también en otras poblaciones; así puede mencionarse que en 1871, a raíz de la fundación del puerto de Progreso, Wenceslao Encalada formó una orquesta con 26 músicos y en 1899, para la inauguración del parque de ese puerto, actuó la Orquesta de Victoriano Martí. La introducción de los ritmos antillanos, como el son, el danzón, la rumba, las montunas, entre otros, amplió el repertorio de las orquestas y las piezas europeas pasaron de moda, aunque el vals y la polka siguieron siendo populares. Después de la Primera Guerra Mundial, se extendió la música estadounidense, introduciéndose el jazz, blues, charleston. En la década de los 20 fue famosa la Orquesta Esmeralda, del trompetista Hernán Molina, que no sólo amenizaba bailes, sino también se presentaba en algunas salas de cine, que en esa época proyectaban películas mudas; la introducción del vitáfono y equipos de sonido acabó con la actuación de las orquestas en los cines. A partir de entonces las populares orquestas de baile que destacaron en la ciudad de Mérida fueron la Orquesta de Eleázar Méndez, violinista, de muy gratos recuerdos; la Orquesta Víctor, de José Barrios, trompetista; la Orquesta de Alfonso Madariaga, saxofonista, que alcanzó mucho prestigio; la Orquesta Principal, de Julián Molina, trompetista; la Orquesta Colonial, de Juan B. Poot, violinista; la Carta Clara, de Horacio Barrera, pianista; la Orquesta del Chel Peña y sus Pilotos; la Orquesta de José “Pipirín” González, trompetista; la Orquesta de Secundino Pech, saxofonista y clarinetista; la Orquesta de Víctor Soberanis, trompetista; las orquestas de cada uno de los hermanos Canto: Nico Canto, trompetista; Gener Canto, trompetista, y Leonel Canto, xilofonista y acordeonista; la Orquesta Montejo, de Fernando Cardeña, que alcanzó gran prestigio; la Orquesta de Rubén Darío Herrera, que grabó muchos discos con excelentes jaranas y la Orquesta de Ponciano Blanquet, que fue la mejor en la década de los 70. En esa época se inició un cambio en la integración y repertorio de las orquestas y así destacaron el conjunto Los Aragón, de Ruy Medina, saxofonista; y el conjunto Los Babys, el cual tuvo proyección nacional a través de los medios televisivos de la Ciudad de México. Además de estas orquestas meridanas, tuvieron mucha popularidad la Orquesta de Arturo González, de Ticul, y la Orquesta de Francisco Rejón, de Tizimín. Con motivo de los carnavales, se han presentado varias orquestas de la capital del país, entre ellos, la Orquesta de José Gamboa Ceballos y la Orquesta de Ramón Márquez, muy celebradas por sus interpretaciones de danzones; la Orquesta de Juan S. Garrido y la Orquesta de Pablo Beltrán Ruiz. También hubo orquestas cubanas como las femeniles Orbe y Anacahona y la famosa Marianao de Mariano Mercerón.