Ortiz Argumedo, Abel (1871-1962) Gobernador de Yucatán por breve tiempo, como resultado del movimiento sedicioso que encabezó en 1915 en contra del entonces gobernador Toribio V. de los Santos. Álvaro Gamboa Ricalde, en: Historia de Yucatán desde 1910, dice que Ortiz Argumedo era originario del estado de Veracruz, sin embargo, en el Diccionario histórico, biográfico de la Revolución Mexicana, Tomo III, en la sección correspondiente al estado de Hidalgo, se dice en referencia a este personaje que nació el 23 de diciembre de 1871 en Ixmiquilpan, Hidalgo, y que murió en la Ciudad de México a fines de 1962. En 1913, se afilió al movimiento constitucionalista de Venustiano Carranza, donde obtuvo el grado de coronel. Por su parte, Gamboa Ricalde señala que en 1914, ofreció sus servicios al gobernador, Eleuterio Ávila, quien lo designó comandante militar de Mérida. Con este cargo contribuyó a la defensa de esta ciudad cuando fue atacada por Patricio Mendoza, jefe del Batallón Cepeda Peraza. La rebelión de Ortiz Argumedo fue originada por el mal gobierno de Toribio V. de los Santos que permitió se infiltraran elementos perniciosos en su administración, que lo desprestigiaron ante la sociedad yucateca. Este movimiento se produjo el 9 de febrero de 1915, cuando Ortiz Argumedo fue comisionado por el gobernador De los Santos, para que combatiera al reducido Batallón Cepeda Peraza, el cual se encontraba internado en los montes cercanos a Temax. El autor citado, considera que esta comisión fue asignada a Ortiz Argumedo con el objetivo político de darle a Alfredo Breceda, uno de los protegidos del nuevo mandatario, la comandancia militar de Mérida. Ortiz Argumedo salió a perseguirlos y estableció su cuartel general en ese lugar. Sin embargo, lejos de cumplir con esta misión se levantó en armas contra el gobierno local proclamando la soberanía del pueblo yucateco, para lo cual contó con el apoyo de amplios sectores de la ciudadanía, encabezados por importantes grupos de hacendados, comerciantes y profesionistas. De los Santos, considerando que sólo contaba con un reducido contingente de tropas para defender la capital estatal, abandonó la plaza el 10 de febrero; después reconcentró sus fuerzas y salió con rumbo a Campeche. Su huida fue entorpecida por el coronel Jacinto Brito que, molesto por la circular que ordenaba reclutar a los yaquis de las haciendas y a los oficiales del extinto ejército federal, para que fueran embarcados a la capital de la República, se adhirió al movimiento argumedista. Por su parte, las tropas rebeldes ocuparon Mérida el 12 de febrero. El primer acto de Ortiz Argumedo fue telegrafiar al primer jefe Venustiano Carranza, a quien expuso los motivos que lo impulsaron en su rebelión. Inmediatamente convocó a una junta de gobierno que él mismo encabezó al autoproclamarse gobernador y comandante militar de la entidad. Los otros miembros de la junta fueron Ignacio Magaloni Ibarra, Leandro Meléndez, Manuel Irigoyen Lara y algunos de los comandantes militares. Como De los Santos, al huir, se llevó todos los fondos que tenía la Tesorería General de Estado, la Recaudación de Rentas, la Jefatura de Hacienda, la Comisión Reguladora del Mercado de Henequén y en general todas las oficinas locales y federales, el nuevo gobierno recurrió a los hacendados y comerciantes, a los que pidió un anticipo de contribuciones. Sin ninguna oposición o inconformidad, los primeros pagaron por adelantado los impuestos correspondientes a un año, mientras que los segundos lo hicieron por seis meses. Argumedo se sostuvo en su posición política, creyendo que Carranza lo dejaría al frente del gobierno del estado. Sin embargo, enterado éste de los acontecimientos, envió al general Arturo Garcilazo, jefe político y comandante militar de las fuerzas constitucionalistas en el territorio de Quintana Roo, a batir a los argumedistas, y nombró a Salvador Alvarado gobernador y comandante militar de Yucatán. En Mérida, Garcilazo se entrevistó con Ortiz Argumedo, a quien le pidió la rendición de la plaza. Al parecer, Garcilazo, quien fue recibido con grandes manifestaciones populares de simpatía y colmado de atenciones, se adhirió tácitamente al argumedismo e intentó incluso convencer a Carranza de no atacar el movimiento, aduciendo el considerable apoyo por parte del pueblo hacia los rebeldes. Ortiz Argumedo buscó por varios medios el reconocimiento de Carranza, pero sus jefes comisionados para hablar con el primer jefe constitucionalista no fueron recibidos por éste y por el contrario, ordenó el ataque. El 28 de febrero de 1915, el cañonero mexicano «Progreso», se detuvo frente al puerto de Progreso con el fin atacar y obtener la rendición de los rebeldes, pero mediante un ardid, los argumedistas lo hundieron. Por otra parte, enterado Alvarado de que Garcilazo, lejos de obedecer las órdenes de Carranza se había unido al movimiento argumedista, envió una comisión para someterlo al orden. Convencido Ortiz Argumedo de lo inútil de sus esfuerzos para con el primer jefe constitucionalista, encaminados a conservar el poder pacíficamente, intentó armar un poderoso ejército para contener a las tropas de Alvarado. Los capitalistas yucatecos le brindaron su apoyo incondicional y le otorgaron cuantiosos préstamos y donativos. Además, pretextando necesitar dinero para los gastos de la defensa del estado, el 2 de marzo ordenó que le fueran entregadas las existencias de oro y plata del Banco Peninsular Mexicano, que ascendían a un millón cien mil pesos, así como los fondos de la Tesorería General del Estado y de la Comisión Reguladora del Mercado de Henequén. Los preparativos fueron intensos, ya que ordenó el reclutamiento forzoso de campesinos del interior y recibió numerosos voluntarios entre los que se encontraron jóvenes provenientes de poderosas familias de la entidad. Con ellos organizó el Batallón de Voluntarios del Comercio, y logró reunir un ejército de cerca de cuatro mil hombres, la mayor parte de los cuales carecían de experiencia militar. Estableció su contingente militar en las haciendas de Pocboc y Blanca Flor, ambas en el estado de Campeche, donde esperó el ataque de las fuerzas constitucionalistas. Por su parte, Alvarado, recién nombrado comandante de la zona sureste del Ejército Constitucionalista, lanzó un manifiesto conminando a los rebeldes a la rendición. Más tarde llegó a Campeche, y el 14 de marzo sostuvo fuertes enfrentamientos armados con los argumedistas, a quienes logró derrotar. Éstos se vieron obligados a replegarse a Halachó, lugar en donde el 16 de marzo se consumó su derrota definitiva. Al día siguiente, Ortiz Argumedo movilizó sus tropas y partió por tren rumbo al oriente. Se trasladó a Valladolid, donde sostuvo una junta con los principales jefes y acordó continuar la campaña de defensa. De allí partió a la finca del Cuyo, donde aparentemente recibiría armas, pero en realidad su objetivo fue embarcarse para el extranjero. Finalmente el 19 de marzo, Salvador Alvarado entró triunfante a la capital del estado. Por su parte, Ortiz Argumedo, en compañía de sus íntimos colaboradores, huyó hacia La Habana, Cuba, llevándose consigo todo el tesoro estatal, además de otros fondos de las oficinas federales del estado y dinero de los particulares, actos que empañaron su figura y la del movimiento que encabezó, con el supuesto fin de mantener los principios de soberanía de los estados.