Odontología En la época prehispánica se practicaban dos tipos de intervenciones: las limaduras y las incrustaciones. En un mural de Tepantitla (Teotihuacán) se representa la escena de esta intervención, que se realizaba por motivos estéticos o para significar la posición social o jerárquica, y nunca con fines terapéuticos, aunque eran comunes las caries, alveolitis y gingivitis. El tema de la odontología prehispánica en México ha sido principalmente estudiado por Samuel Fastchlit y Javier Romero. La práctica más antigua fue la limadura del borde de los incisivos superiores; después se realizaron las incrustaciones ornamentales de estas piezas con materiales tales como jade, pirita, turquesa, entre otros, que eran fijadas con un cemento preparado para ello y cuya fórmula es muy semejante a los cementos usados actualmente. Para hacer la cavidad en el diente se empleaban finos instrumentos de obsidiana y pedernal. Un autor extranjero afirmó que «entre los aborígenes mexicanos existía un grado de inmunidad a las caries y que por lo consiguiente el odontólogo no existía como profesional». Esto es erróneo, pues nunca ha existido inmunidad a las caries; si la presencia de ésta es menor, podría deberse a que en América no se consumía azúcar y a que los mayas tenían la costumbre de lavarse la boca después de comer. Además, el Popol Vuh menciona a aquéllos que «ejercían el oficio de sacar los gusanos de los dientes, causantes de su mal» y hasta ahora, aquél que realiza las extracciones dentales recibe el nombre de Jotscoj, en sentido literal, sacamuelas. En el mismo pasaje del Popol Vuh se relata que estos curadores le extraen a Vucub-Caquix todas sus piezas dentarias, aflojadas por haber recibido un tiro de cerbatana en la boca y se las remplazan con granos de maíz; esta falsa prótesis fue realizada a propósito, pues el objetivo era acabar con Vucub-Caquix, quien así muere de inanición. En el Museo de Antropología de Mérida se exhiben algunas piezas dentarias con incrustaciones, procedentes de Chichén Itzá, Labná y otros sitios; en Jaina se han encontrado también muchas piezas. En la época Colonial, los barberos y los sangradores fueron los únicos que realizaban extracciones dentarias y los boticarios y yerbateros proporcionaban algunos remedios para variadas afecciones comunes, como encías inflamadas, úlceras y aftas bucales, movilidad dental, mal aliento, odontalgias, entre otras. En el siglo XVI, fray Gaspar de Molina, franciscano, atendía enfermos e introdujo el publicán de la dentusa y del gatillo, que inventara el sangrador y dentista del rey Felipe IV. A principios del siglo XVIII, Marcos de Barbosa utilizaba la llave inglesa o turco para las extracciones, que se usó hasta el siglo XIX. Entre 1760 y 1790, aparecieron varios escritos de frailes que señalaban algunos remedios para la patología bucodental, mencionando plantas que eran de uso popular desde la época prehispánica. Pasada la lucha por la Independencia, comenzaron a llegar odontólogos graduados franceses, entre los que se recuerda a uno apellidado Doisson en 1845; otro fue Duclé y uno más Briand, de quien se escribió que extraía dientes con electricidad. Un antiguo estudiante de medicina, de los cursos del doctor Vado, llamado Severo Lara, se graduó de flebótomo o sangrador en 1870 y además era sacamuelas, refiriéndose que en 1871 utilizaba la llave de garengeot. En 1864, Federico Smith, que se decía dentista de Londres y Nueva York, con 11 años de práctica en la América hispana y que hablaba bien el castellano, ofrecía la colocación de dentaduras completas sin resortes y obturaciones de piezas dentales con oro y con la pasta llamada «hueso artificial»; su consultorio estaba ubicado en la planta baja de la casa de don Darío Galera (63 por 60). Para 1866, el odontólogo J.M. Gilkey ofrecía enseñanza a los jóvenes que deseaban estudiar el arte dental, lo que fue el origen de algunos practicantes sin estudios formales que trabajaron en Yucatán en la segunda mitad del siglo XIX y a principios del XX; sus primeros discípulos fueron su hijo Juan Gilkey y Juan de la Cruz Monforte y luego Miguel J. Monforte, Gregorio Patrón, Braulio Tamayo y José María Vallado. El dentista Gilkey residía en Nueva York y trabajaba en Yucatán de noviembre a mayo. En su consultorio, ubicado a un costado del obispado, en 1875, trajo el equipo especial para aplicar el protóxido de ázoe o gas hilarante como anestésico en las extracciones, lo cual causó sensación, siendo comentado por la prensa y el doctor Sauri lo alabó en amplio artículo. En 1876, se anunció como cirujano dentista Eduardo Rodríguez, informando que «preparaba polvos dentríficos (sic) inmejorables para asear y preservar la dentadura»; ofrecía servicios a domicilio o en su consultorio de La Mejorada. El doctor José Ricardo Sauri, en la revista La Emulación, menciona haber realizado repetidas veces el delvidamiento de las encías con una lanceta ordinaria para facilitar la erupción de los primeros dientes y fue quien por primera vez indicó la anestesia general con cloruro de etilo que aplicó en 1885 el doctor Ermilo Solís Alcalá en la persona de Mauricio Ayuso para que el dentista Miguel J. Monforte hiciera la extracción de varios molares. Desde 1881, Juan de la Cruz Monforte y Esquivel ejercía la odontología, pero en 1887 se graduó como médico; afirmaba que «según su experiencia, los últimos molares casi siempre salen cariados». Se consigna que hacia 1882 las familias pudientes, en sus viajes a Europa gastaban 100 francos en sus visitas a gabinetes dentales y traían «un agua para los dientes». En 1889, se anunciaban como dentistas J.F. Castaldi y Manuel Isaac, éste último de la Facultad de La Habana y Filadelfia. Entre 1894 y 1898, el doctor Juan Miró, médico general, reportaba haber realizado extracciones dentales a los trabajadores de la hacienda Cauacá con un fórcep universal, aunque ya era sabido que los dentistas utilizaban diversos fórceps, según la pieza que se tratara. Desde años anteriores, para el tratamiento de las piezas dentales cariadas, se usó la esencia de clavo y el químico Joaquín Dondé mencionó una planta llamada campanilla (Thevetia neriifolia), en maya, akits, que contiene un jugo lechoso que, aplicado con algodón en las muelas cariadas, las hace salir en pedazos. En los primeros veinte años del siglo XX la odontología en Yucatán estuvo a cargo de profesionales yucatecos, formados en el extranjero, y algunos estadounidenses. En 1901, el cirujano dentista George S. Sluyton anunció la ubicación de su consultorio en la calle 61, cerca de la plaza principal; también en ese año, Juan de la C. Monforte publica su retorno de Estados Unidos de América, y que trae instrumental y materiales para hacer coronas de oro, dentaduras de puente y sin paladar, así como un nuevo medicamento anestésico sin los peligros de la cocaína. En 1904, Esperanza Ávila Pantoja se graduó de doctora en cirugía dental en el Pensylvania College of Dental School, en Filadelfia, siendo la primera yucateca en obtener ese grado. El doctor M. Rivas Trowbridge, en 1905, hacía la colocación de lo que llamaba «puentes Bridgework». Para 1907, en el Álbum artístico, se anuncia el gabinete electrodental del cirujano dentista Álvaro Morales, mencionando su retorno de los Estados Unidos y que poseía aparatos electrodentales. Hacia 1910, el cirujano dentista Guillermo Lugo publicó un boletín dental donde alude a los productos para el aseo bucal en boga en esos años: bicarbonato de sodio, sin abuso; el carbón vegetal, bien pulverizado, pero recomienda el uso del jabón de Castilla, que contiene potasa, ofreciendo extracción dental gratuita para los pobres. En ese año se anunciaron los dentistas Severiano de Diego, Cayetano Rojas Aguilar y Alfredo Cano Hernández, este último graduado en Filadelfia. En 1911, llegó William Milke, graduado en Estados Unidos América. En 1912, se publicó un directorio con 17 odontólogos en el que, aparte de varios ya mencionados, aparecen Santiago Albor, Gonzalo Cárdenas, Adolfo Casares Villamil, Evaristo Manzano, Emilio Ontiveros, Gregorio Patrón Correa, Manuel Suárez, Braulio Tamayo y Carlos Lanaux, estadounidense que apareció en Mérida de 1906 a 1915. En 1922, siendo gobernador Felipe Carrillo Puerto y primer rector de la naciente Universidad Nacional del Sureste, el doctor Eduardo Urzaiz, surgió la necesidad de satisfacer la demanda de atención dental y la primera acción consistió en regularizar la práctica de aquéllos que ejercían la odontología en el medio, lo cual quedó bajo la responsabilidad de la Facultad de Medicina, cuyos profesores impartieron, a partir del 1 de febrero de 1923, un curso que duró un año y del cual egresaron Alonso Patrón Mimenza y Nicolás A. Patrón Gamboa. Se cerró la escuela, pero volvió a funcionar en 1926, y en 1928 los alumnos obtuvieron de la Junta de Beneficencia la instalación de una clínica dental en el Hospital O’Horán; la escuela tuvo un breve receso y abrió nuevamente en 1934; entre los graduados en esta época estuvieron Fernando Urzaiz Jiménez, Alonso Patrón Mimenza y Carlos Marcín Cervera. En septiembre de 1937, siendo rector de la Universidad el ingeniero Joaquín Ancona Albertos, la escuela se independizó de la Facultad de Medicina; funcionó en la antigua Casa Peón (62 con 63) y su primer director fue el cirujano dentista Víctor López Alonso, que dejó el cargo a principios de 1939 y lo ocupó ese año Juan H. Villamil Mendoza (graduado en la Ciudad de México), trasladándose la escuela a la planta alta del edificio La Nacional (60 con 59). De 1940 a 1945 desempeñó la dirección Rafael Cervera Lara (egresado de la Universidad de Loyola, Estados Unidos de América); en su época, el plan de estudios se aumentó a cinco años y la escuela se instaló en una casa estilo francés de la calle 61 entre 64 y 66. De 1945 a 1946, el director fue Alonso Patrón Mimenza. En 1945, se organizó la Asociación de Cirujanos Dentistas del Sureste de México, siendo su primer presidente Villamil Mendoza, quien en 1946 vuelve a ocupar la dirección de la escuela, para un largo período de 20 años; ese año se instaló en la planta baja del edificio de la Universidad, sobre la calle 57; fungió como secretario José Dolores Peniche Rivero; se promovieron muchas actividades y se mejoraron los estudios. En esta época ocurrieron importantes sucesos: en 1954 se fundó la Sociedad Yucateca de Parodontología, siendo su primer presidente Miguel Carrillo Ancona; en 1958, inició sus actividades el Instituto Mexicano del Seguro Social, con los cirujanos dentistas Carrillo Ancona, Nelio Monforte Denis y Candelaria Mugarte Chan; en 1960, se instaló el Instituto de Servicio y Seguridad Social para los Trabajadores del Estado, con Monforte Denis y Rogelio Ortega Maldonado. De 1966 a 1972, Hernán Patrón Cámara fue director de la Escuela, que se cambió de local en 1969, pasando a un amplio edificio de la calle 61 con 66; se modificó el plan de estudios. De 1971 a 1973, desempeñó la dirección Mario Trejo Cancino, quien enfrentó el problema de la renuncia de muchos profesores, teniendo que sustituirlos con recién egresados, además de que el número de los que ingresaban fue aumentando, lo que prosiguió en el período 1973-1975, bajo la dirección de Carlos Alayola Duarte, en que llegó a tener 120 nuevas inscripciones. Desde 1970 se estaba construyendo el nuevo edificio propio de la escuela; en 1972 se pudieron utilizar dos locales y luego otros más en el lapso de 1975 a 1978, en que ocupó la dirección Víctor Borges Lizama e incorporó a la planta de maestros varios especialistas en endodoncia, odontopediatría y salud pública. Durante el período 1978-1982, fue nombrado director Gabriel Alvarado Gómez, quien fue el primero con estudios de posgrado, ya que se especializó en endodoncia en la Universidad de Nuevo León; le correspondió el lapso de inestabilidad suscitado por la formalización de la autonomía de la Universidad de Yucatán y la conversión de la escuela en Facultad. En 1980, el presidente de la República inauguró oficialmente los edificios de la Facultad. De 1981 a 1982 se publicó un boletín informativo bimestral llamado Odontología UADY. En cuanto a estudios de poslicenciatura, de 1980 a 1986 el curso de odontopediatría produjo 15 graduados el de periodoncia se implantó en 1982 y aún perdura; el de cirugía bucal sólo se impartió en 1989 y el de endodoncia, en dos generaciones, de 1989 a 1993, produjo 10 egresados. La dirección fue desempeñada por Carlos Núñez Erosa de 1982 a 1990. En 1985, la Facultad fue sede del IV Congreso Hispano e Internacional sobre Control del Dolor y del Simposio Odonto 88, en combinación con la Secretaría de la Defensa Nacional. En 1988 se constituyó el Comité Estatal de Salud Bucal, una de las primeras en organizarse en el plano nacional; su objetivo es coordinar los programas institucionales de odontología, con énfasis en la prevención de primer nivel. Para el período 1991-1995, el director de la Facultad fue Rolando Gonzalo Peniche Marcín y el secretario académico Camilo de Jesús Otero Rejón, con maestría en salud pública; en 1991 se realizó aquí la XXVI Asamblea Nacional de la Asociación Mexicana de Escuelas y Facultades de Odontología; se publicó el primer número de la revista trimestral Correo Odontológico. En ese año, el Comité Estatal de Salud Rural apoyó el programa nacional para la fluoración de la sal y organizó el primer curso internacional Avances en Estomatología Preventiva. En 1992 se implantó el curso de odontología restauradora, completando así a tres las opciones de posgrado. En lo referente a sociedades, en 1987 se fundó la Asociación de Odontología Infantil, bajo la presidencia de Elizabeth James Rivero; en 1991, surgieron varias: la Asociación de Ortodoncia del Sureste, siendo José Manuel Novelo Novelo su primer presidente; la Asociación de Endodoncistas del Sureste, presidida por Carlos Sosa Castillo; la Asociación Yucateca de Periodoncia, presidida por Gonzalo Navarrete Rosel; la Asociación Yucateca de Cirugía Bucal y Máxilofacial, cuya primera presidencia la ocupó Mélida Isabel Abreu Barroso. En 1911, la Asociación Dental Yucateca estaba presidida por Rocío Abreu; pero en 1992 se separaron 30 odontólogos para constituir el Colegio de Cirujanos Dentistas, bajo la presidencia de Pedro César Góngora Navarrete. Como datos complementarios se consigna que de 1940 a 1990 se han graduado 1,122 profesionales en la Facultad; en 1992, el total de alumnos era de 212 y el de profesores 33, contándose con 80 equipos dentales y existían unos 600 consultorios dentales en todo el estado.