Filigrana

Filigrana  Técnica tradicional usada en la elaboración de joyas de oro y plata, manufacturadas principalmente con filamentos aplanados y granitos de estos metales preciosos, que se disponen en los espacios de un armazón. Silvia Terán señala en su libro La platería en Yucatán que los mayas antiguos no fabricaron joyas de oro, sino que las adquirieron en otros sitios. Con la Conquista Española llegó el trabajo del orfebre a la Península, oficio que fue enseñado a los indígenas, quienes le imprimieron su propio sello cultural. Según testimonios de los primeros españoles que vivieron en Yucatán, los orfebres y plateros precursores fueron algunos de los soldados que venían con Francisco de Montejo, al igual que algunos de los primeros frailes. Los objetos fabricados eran fundamentalmente para el culto eclesiástico, así como de uso personal, por ejemplo, rosarios, cadenas con cruces y medallas con imágenes de vírgenes y santos, veneras, arracadas, medias lunas, entre otros. A partir de esos artesanos y sus aprendices se empezó a formar un grupo de plateros y orfebres que desarrollaron las técnicas traídas por los españoles, como la filigrana, el esmalte, el cincelado, el repujado, el grabado y las montaduras de piedras preciosas. Paulatinamente, los frailes se fueron especializando en la elaboración de los objetos para el culto religioso, en tanto que los indígenas y mestizos se dedicaron a hacer alhajas de adorno personal.

El natural barroquismo indígena, inspirado en la enmarañada selva y expresado en la iconografía maya antigua, encontró en la filigrana una técnica ideal para expresarse artísticamente. El rosario de filigrana de oro, prenda que identifica a Yucatán, fue una joya muy usada en el siglo XIX, durante la época en que se generaron grandes fortunas con la producción henequenera. Lo portaban las ricas descendientes de las familias españolas y en menor proporción las mestizas de origen colonial —mezcla de indios y españoles—; no así las mestizas descendientes de indios, quienes no tenían recursos para comprarlo. Esta prenda se estructuraba con bolas tejidas de filigrana y a veces se combinaba con cuentas de coral; se remataba con una gran cruz, también tejida en filigrana. El único modo en que una mestiza podía acceder a tal joya era a través de sus patrones. Se dice que en ese tiempo éstos acostumbraban regalar a sus viejas sirvientas, como símbolo de gratitud, un rosario de filigrana de oro. Después de la Revolución Mexicana y el reparto agrario, el consumo de esta prenda se abrió a más sectores de la población. Entonces, el rosario se convirtió realmente en un elemento de identidad para buena parte del pueblo yucateco, pero no para todo, porque las mestizas de la zona milpera se han venido identificando siempre con el uso de alhajas esmaltadas y nunca han usado la filigrana. En Mérida y en la región henequenera, el rosario de filigrana de oro ha estado asociado al uso del terno, traje que identificó a las antiguas mestizas coloniales y que actualmente se conserva como traje de lujo entre las mujeres de todas las clases sociales.

A fines del siglo pasado y principios del actual había gremios de plateros en Mérida, Valladolid, Peto, Ticul, Motul e Izamal. Según Suárez Molina, existían para 1878 unas 87 platerías en la entidad y para 1900 la cifra se había elevado a 380. En las décadas de los 40 y 50 del presente siglo se introdujo el uso de la plata en la fabricación de las joyas de filigrana, las cuales se vendían principalmente en el extranjero, ya que el mercado interno siempre demandó filigrana de oro. Sin embargo, a fines de los cincuenta, con el alza de la plata y la obligatoriedad de otorgar seguro social a los trabajadores, los grandes talleres cerraron y los dueños abandonaron la platería para dedicarse a otros negocios. En consecuencia, la producción se orientó hacia los artículos de oro para consumo de un mercado regional y nacional, quedando la exportación en segundo plano. También cambió la estructura de organización del trabajo, pues al desaparecer los grandes talleres se multiplicaron los pequeños con un menor número de trabajadores, que se volvieron maquiladores de los comerciantes. En 1968 se presentó una nueva crisis para los plateros provocada por el alza del oro, lo que llevó a muchos a la ruina. Hoy, ante la modernidad, la filigrana se considera por algunos artesanos como una técnica en extinción. Sin embargo, la búsqueda de nuevos mercados y diseños y la introducción de otros metales como la plata, le ha permitido sobrevivir en el mundo actual.

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