Bolio Parra, Saturnino «Barana» (1880-?) Picador de toros. Nació en Mérida, Yucatán, y murió en la Ciudad de México. Su niñez la pasó en las fincas que administraba su padre, Luis Bolio León, donde se convirtió en jinete y domador de reses bravas. De ahí surgió su afición al toreo, la cual lo llevaría después a la cumbre de su especialidad: la «suerte de varas».
Dedicado en Mérida al transporte de pasajeros, el cual se hacía durante aquella época en los típicos coches calesa, fue requerido por los empresarios del Circo Teatro Yucateco, entonces la plaza de toros más importante del sureste de México, para utilizar sus caballos durante los festejos taurinos que organizaban.
En aquel tiempo no se utilizaba aún el peto protector en los caballos montados por los picadores ni se afeitaban a los toros, por lo que eran muchos los jamelgos que morían al ser empitonados por los toros, y la demanda de equinos era muy constante. «Barana» accedió a las necesidades del Circo Teatro Yucateco, pero con la condición de que sus caballos fueran montados solamente por él.
Con ello comenzó una de las carreras más exitosas en el difícil oficio de picar reses bravas al grado de que en las postrimerías de su trayectoria, los toreros más destacados —en cuyas cuadrillas militó— le pedían consejos sobre el tipo de lidia que debían hacerle a cada burel, luego de que «Barana» había «sentido» al toro al picarlo, en la suerte de varas, donde era un experto. Así, cuando el torero David Liceaga, en una de sus actuaciones en el Circo Teatro Yucateco observó a «Barana», de inmediato lo incorporó a su cuadrilla con la cual el notable varilarguero toreó por todo México y España, y acrecentó enormemente triunfos y fama.
También figuró en las cuadrillas de los destacados toreros mexicanos Fermín Espinosa «Armillita», Luis Castro «el Soldado» y Carlos Arruza, así como del español Victoriano de la Serna, con quien vivió la peculiar experiencia de actuar en Francia ante un público no propiamente taurino, formado por soldados nazis.
«Barana» destaca, además, por ser a la fecha el único picador mexicano que ha dado la «vuelta al ruedo», tras colocar una vara exitosamente en la Plaza de Toros en España. Retirado de los ruedos taurinos pasó sus últimos días pobre y casi inválido en la Ciudad de México, donde falleció de muerte natural y a una edad muy avanzada.