San Juan, barrio de Barrio histórico de Mérida, localizado tres cuadras al sur de la plaza central. Su dimensión territorial es corta, no pasa al oriente de la calle 58 y al norte de la 65, al Sur limita con el barrio de San Sebastián y al Poniente, con Santiago.
En un principio, el barrio era el extremo suroeste de Mérida. Ahí, según Andrés Novelo Álvarez, Francisco de Montejo, el Mozo ubicó los terrenos de los soldados españoles de menor jerarquía. Algunos indígenas que vinieron a vivir a la ciudad, para servir como obreros de construcción o como proveedores de recursos alimenticios, decidieron asentarse en los alrededores de la plaza del barrio pues resultaba más ventajoso: Santiago les parecía un pueblo muy alejado, San Cristóbal era exclusivamente para indios mexicanos y Santa Lucía ya estaba delimitado. El crecimiento del núcleo urbano español fue alejando a estas familias indígenas; para fines del siglo XVII ya habían constituido otro barrio más al Sur, el de San Sebastián. En las postrimerías del siglo XVIII, la ciudad es dividida en cuarteles para su mejor eficacia administrativa. San Juan comprendió el Tercer Cuartel, sus límites fueron: la calle 62 al Oriente, la 73 al Sur, la 70 al Poniente y la 61 al Norte. El sistema de cuarteles, usado para mayor control en la recaudación de impuestos, registro de nacimientos, bodas y decesos entre otras cosas, se utilizó hasta 1981.
A consecuencia de una fuerte plaga de langosta que azotó la región, apenas unos años después de fundada la ciudad, el Ayuntamiento echó a la suerte varios nombres de santos para que intercedieran por el fin de la plaga. Quedó finalmente el de San Juan el Bautista. Después de cantarle las misas correspondientes, la presencia de la langosta cesó; como agradecimiento, el Ayuntamiento fundó en 1552 la ermita en honor de San Juan el Bautista en el ángulo noreste de la plaza del barrio. Gregorio de Cetina, hermano del conocido poeta español Gutierre de Cetina, fue mayordomo de la ermita para 1560. En 1618, apareció otra plaga de langosta que afectó mucho los sembradíos; el obispo fray Gonzalo de Salazar, el gobernador Francisco Ramírez de Briceño y el Ayuntamiento de la ciudad hicieron entonces la promesa de hacer una procesión, de la Catedral a la ermita de San Juan, con todos los vecinos de la ciudad, cada 23 de junio. En 1770, la ermita fue reestructurada a iniciativa y peculio de Agustín Francisco de Echano. En 1884, fue remozada, esta vez por iniciativa del presbítero Carlos de Jesús Mexía. Sobria, como todas las iglesias yucatecas, la de San Juan se distingue por sus esbeltas y decoradas torres, así como por los arcos mixtilíneos de su sacristía.
En 1609, el maestrescuela de la Catedral, Manuel Núñez de Matos, construyó de su peculio la ermita de La Candelaria en el ángulo noreste del cruce de las calles 64 y 67. En 1883 le fue pavimentado su pequeño atrio y se le construyó un enverjado que desapareció en 1915 y se restituyó en 1950. En 1690, el gobernador de la provincia yucateca, Juan José de la Bárcena, encargó al ingeniero militar Manuel Jorge de la Zezera, la construcción de un arco en el costado sur de la plaza barrial. Este arco se mantiene en pie hasta la fecha y es motivo recurrente para los folletos turísticos sobre Mérida.
Parte imprescindible de la historia yucateca es la sociedad de los sanjuanistas. Formada originalmente como sociedad con fines piadosos por el capellán de la iglesia barrial, Vicente María Velázquez, a inicios del siglo XIX, pronto se convirtió en un club político de tendencia liberal; realizaban sus reuniones en la sacristía de la iglesia del barrio, de ahí el mote de sanjuanistas. En 1812, al promulgarse la Constitución de Cádiz, el club se hizo público y se lanzó a la lucha política. En 1813, los liberales ganaron importantes posiciones políticas en cabildo; sin embargo, en 1814, Fernando VII decretó la nulidad de la Constitución de Cádiz y con ello puso en entredicho el futuro de los sanjuanistas: en julio, una muchedumbre de partidarios del bando absolutista fue hasta la iglesia de San Juan y sacó al padre Velázquez para hacer escarnio de él por las calles principales de la ciudad. Los principales sanjuanistas acabaron en el exilio o en la cárcel. Fueron prominentes miembros de esta sociedad: Lorenzo de Zavala, Francisco Bates, quien fue introductor de la imprenta en Yucatán, Manuel García Sosa, Matías Quintana, entre otros. En 1883, cuando era gobernador Octavio Rosado Reyes, se construyó el primer parque en la plaza del barrio, se le puso el nombre del padre Vicente Velázquez; en su centro se instaló una fuente cuyo adorno era una estatua de mujer hecha en París, llamada popularmente la «Negrita» por su color.
En el último tercio del siglo XIX, en el extremo sur del parque, se improvisó un coso taurino durante las fiestas. En 1909, bajo el gobierno estatal de Enrique Muñoz Aristegui, se erigió una estatua a Benito Juárez que hasta hoy subsiste. Durante la administración del gobernador Ernesto Novelo Torres, «La Negrita» fue retirada de la fuente con su base original; 10 años después, el alcalde Fernando Heredia González, vecino del barrio, regresó a su sitio a la famosa estatua, pero sin su base original.
De los habitantes connotados que ha tenido el barrio, se cuenta a Cirilo Baqueiro Preve «Chan Cil», quien falleció en 1910; «Chan Cil» está considerado como el primer trovador de la música yucateca; al respecto vale anotar que en la plaza se reunían cada noche numerosos grupos de amigos que se ponían a cantar la trova, de aquí salieron algunos grupos, músicos y compositores conocidos de la primera mitad del siglo XX. También estaba Agustín Vadillo Cicero, conocido profesor normalista. Otro fue el doctor Arturo Erosa Casares, pionero en Yucatán de las especialidades de oftalmología y otorrinolaringología. En 1926, en el costado oriente de la plaza, donde estuvo la cordelería San Juan, abrió un cine con ese nombre. Al principio no estaba del todo techado, por lo que causaba algunos inconvenientes en temporada de lluvias. Fue reestructurado en 1931, para dar a conocer el cine sonoro. Los colegios de enseñanza elemental particulares tuvieron también mucha presencia en el barrio; en el cruce de las calle 64 y 67 estuvo el colegio de Consuelo Zavala Castillo, los Hermanos Maristas establecieron originalmente aquí su escuela; pero poco después se cambiaron a un local de la calle 54 sur. También funcionó el colegio Manuel Fajardo que dirigió la profesora Eva Romero. En la actualidad, prácticamente todo el barrio es parte de la zona comercial de la ciudad; su plaza está rodeada por paraderos de transportes colectivos que ya empezaron a ser reubicados. Esta situación data desde las primeras décadas del siglo XX, pues en la calle 62, entre la plaza y la 71, existía un paradero de tranvías motorizados con destino a Hunucmá y Samahil. Las fiestas de Carnaval son las que se encargan cada año de ambientar el barrio, pues sirven de remate a los tradicionales desfiles. En otras épocas, los habitantes del barrio organizaban eventos paralelos a los desfiles, cada colegio sacaba su comparsa y los vecinos formaban otras también. Ahora se instala en su plaza, sólo en días de Carnaval, una feria que sirve para quienes van a ver la conclusión de los desfiles.