O’Neill y O’Kelly, Arturo (1736-1814) Gobernador y capitán general de Yucatán, 1793-1800. Nació en Irlanda y murió en Madrid, España. Pasó muy joven a España, donde realizó sus estudios y se naturalizó, entrando en el ejército. Molina Solís, en Historia de Yucatán durante la dominación española, dice que O’Neill comenzó su carrera militar como cadete en el regimiento de Hibernia, en cuyo cuerpo participó en la campaña de Portugal en 1762, y en la batalla de Argel. También estuvo presente en la expedición contra Brasil y contribuyó y facilitó la toma del fuerte de Santa Cruz en la isla de Santa Catalina, de la cual se le dio el gobierno hasta la conclusión de la guerra. Posteriormente, tomó parte en la expedición de Martinica y luego, en la que marchó contra Pensacola, a las órdenes del general Bernardo Gálvez. En el sitio de esta plaza tuvo el mando del cuerpo de cazadores con el cual contuvo y rechazó a sus enemigos en las obstinadas salidas que hicieron por marzo y abril de 1781, haciendo el servicio de trincheras hasta su rendición, y por ese motivo se le confirió el gobierno de la misma plaza. En estas lides se encontraba, cuando solicitó el gobierno de Caracas o el de Yucatán. Por sus méritos le fue fácil conseguir el nombramiento de gobernador y capitán general de Yucatán, y con ello vencer a los numerosos candidatos que pretendían este puesto. El 29 de junio de 1793 tomó posesión, en sustitución de José Sabido de Vargas, que ocupaba provisionalmente este cargo a consecuencia del asesinato contra el gobernador Lucas de Gálvez, ocurrido en 1792. Poco después, se le dio el ascenso de mariscal de campo, que Gálvez nunca pudo alcanzar. O’Neill gobernó hasta el 19 de octubre de 1800, en que llegó su sucesor Benito Pérez Valdelomar. Demostró dotes de buen gobernante; dictó medidas para evitar la propagación de la hidrofobiay apoyó al defensor de indios, Agustín Crespo de Oropeza, y al abogado de indios, Justo Serrano, que promovieron la expedición de una ley ordenando que los naturales sobresalientes en los cultivos de labranza propia, de maíz, frijol, arroz, caña, algodón, añil, o que se dedicaran a la industria de la cera, copal o grana, quedasen exentos de todo servicio personal, en casas de españoles o en las labranzas de campo de éstos, aunque siempre permanecían obligados a servir en los cargos concejiles de caciques, alcaldes y regidores de los ayuntamientos indígenas. Lo más notable de su tiempo fue la expedición a Belice. Después del Tratado de Versalles, el 14 de julio de 1786, Inglaterra y España habían concertado un convenio por el que los límites de Belice se ampliaban hasta el río Sibún, con el acuerdo inglés de reconocer que la ocupación no afectaba los derechos de soberanía de España, estipulándose que ambos gobiernos podrían dictar reglamentos para mantener el orden y la tranquilidad entre sus respectivos súbditos. Fue un grave error, puesto que con ello Inglaterra podría estatuir un sistema de gobierno propio, en territorio hispano, no obstante la condición de que los ingleses sólo debían dedicarse al corte de maderas, sin facultad para emprender cultivo alguno, fabricar o manufacturar, levantar fortificaciones u obras de carácter militar, ni suministrar armas o municiones de guerra a los indios en general. En 1796, O’Neill envió a Belice a Juan O’Sullivan, con el fin de inspeccionar las actividades inglesas. Esta inspección debía verificarse por dos comisionados, uno inglés y otro español pero el gobierno inglés no envió a nadie, ni prestó ayuda alguna al español, por lo que O’Sullivan se encontró imposibilitado para llevar a cabo su misión y se limitó a constatar que algunos ingleses se habían excedido en el corte de maderas de los límites prescritos en el tratado referido y otras arbitrariedades y violaciones al mismo. En ese entonces, ya Carlos III había sido sustituido por su hijo Carlos IV y, España, aliada a Francia, había declarado la guerra a Gran Bretaña, ordenándose a O’Neill expulsar a los ingleses de Belice. Éste organizó una expedición formada por tres mil hombres y buen número de pequeñas embarcaciones que zarparon de Campeche el 20 de mayo de 1798, debiendo cooperar dos fragatas de la armada que sólo llegaron a Contoy. La flotilla continuó su viaje a Bacalar, hacia donde por tierra avanzaba O’Neill. Sin embargo, los ingleses habían tenido tiempo para fortalecerse y O’Neill no halló aquel punto vulnerable para atacar, por lo que se conformó con mandar destruir los establecimientos y plantaciones inglesas en Río Nuevo, que fueron arrasados. El teniente coronel Cosme Antonio de Urquiola quemó 240 casas en Río Nuevo, devastó todas las plantaciones de caña dulce de una y otra orilla hasta la laguna de Tipú y también las plantaciones de las ensenadas de la Viuda y Corozal. La acción en que los ingleses fincan sus derechos y soberanía sobre el territorio de Belice, tuvo lugar el 10 de septiembre de 1798 en Cayo San Jorge, donde los ingleses habían concentrado sus defensas de la boca del río Vajo. O’Neill designó al teniente de navío Francisco de Fuentes de Bocanegra para el mando de la expedición que los atacaría, pero éste se negó a obedecer. Por debilidad de carácter, el gobernador, en lugar de imponerse, nombró en su lugar a Pedro de Grajales. El contacto con los ingleses fue violento, pero siendo imposible desalojarlos de su posición, los españoles se retiraron a Bacalar. Por otra parte, las tropas de O’Neill se vieron afectadas por la fiebre amarilla, por lo que había ordenado la retirada por mar y tierra, y de Bacalar tomó rumbo a la Sierra, llegando a Mérida gravemente enfermo. Esta infortunada expedición dio origen a la creencia de que Inglaterra había adquirido aquellos territorios por el derecho de conquista. Muchos historiadores lo han culpado del resultado obtenido, pero O’Neill se justificó en la carta escrita al ministro Saavedra, de la cual se publicaron algunos fragmentos en: México a través de los siglos, y cuyo original estaba en poder de Santiago Ballezca, de Barcelona. Después de haber entregado el gobierno de Yucatán, regresó a España en 1802, donde en premio a sus servicios, se le otorgó el título de marqués del Norte. Desempeñaba el cargo de ministro consejero de Guerra cuando murió en Madrid. Escribió Descripción, población y censo de la provincia de Yucatán en la Nueva España, 1795. De esta obra que no llegó a imprimirse, se guardaba una copia en el tomo 34 de Providencias y discursos, en la biblioteca de la Catedral de México, donde, según se afirma, la vio Beristáin. Tomás Ávila López en: Reminiscencias históricas, volumen III, 1940, proporciona algunos datos genealógicos de Arturo O’Neill y O’Kelly.