Figueroa y Silva, Antonio de

Figueroa y Silva, Antonio de Gobernador de Yucatán (1725-1733). Tomó posesión del gobierno y de la capitanía general de la provincia el 24 de diciembre de 1725. Ejecutó numerosas obras materiales, entre ellas la construcción de las iglesias de Santa Ana, tanto en Mérida como en la villa de Campeche. El historiador Eligio Ancona lo define como uno de los gobernadores más notables que ha tenido la Península. A los pocos meses de iniciada su gestión, una severa hambruna azotó en 1726 la región, obligando a que la inmensa mayoría del pueblo se mantuviera de yerbas y raíces. Centenares de personas perecieron de inanición por los caminos públicos, calles y plazas de las grandes poblaciones, así como en el campo. Según datos estadísticos de la Secretaría de Gobernación, ascendieron a 17,000 las defunciones en toda la provincia. El gobernador dictó medidas urgentes y enérgicas para proporcionar víveres a la población, haciendo traer maíz desde Tabasco, Veracruz, Tuxpan, Tampico y La Habana. Asimismo, persuadió a las familias adineradas para que contribuyeran al sustento de los hambrientos.

Para resolver la enconada disputa sobre el trabajo obligatorio de los indígenas y el repartimiento, obtuvo del rey la Cédula Real de 1 de julio de 1731, mediante la cual se aprobó y reglamentó este trabajo; se determinó que los indios fueran equitativamente retribuidos y pagados en su propia mano y que tuvieran horario de trabajo y descanso. Por los magníficos informes que el obispo Gómez de Parada dio al rey sobre el gobernante, fue ascendido a mariscal de campo. Durante su administración, filibusteros ingleses se refugiaron en un punto de Belice denominado Walix y ante el constante riesgo que representaban para la paz y tranquilidad de las colonias españolas, el gobernador tomó la decisión de destruir ese establecimiento con fuerzas provenientes de la propia Península. Tras ser designado por el rey para fortificar la villa de Bacalar, el gobernador observó que la única forma de expulsar definitivamente a los piratas de Walix era fundando una población en las inmediaciones del establecimiento y poner en ella una guarnición permanente, capaz de tener a raya a los ingleses. Por tal motivo, se trasladó a Ichmul y luego a Bacalar, y marcó el camino que más tarde debía unir a ambas localidades. Como Bacalar se encontraba deshabitado desde hacía tiempo, dirigió una nota al rey para solicitarle enviara colonos de las Islas Canarias con el fin de repoblar el lugar. La solicitud fue aprobada y se mandaron los primeros colonos. Al percatarse los piratas de las medidas que estaba implementando el mariscal Figueroa, resolvieron atacar con ayuda de centenares de indios mosquitos provenientes de Nicaragua y desembarcaron inesperadamente en la Bahía de La Ascensión. Se internaron hacia el noroeste de la Península y saquearon los pueblos de Chunhuhú y Telá y amagaron a Tihosuco. Figueroa se puso al frente de una compañía, los combatió y derrotó, obligándolos a regresar al mar.

En el año de 1727 se inició el repoblamiento de Salamanca de Bacalar con los colonos provenientes de Islas Canarias y el propio gobernador encabezó la caravana protegida por la tropa. Sin embargo, el objetivo final de la expedición era la destrucción del reducto pirata en territorio de Belice. Los filibusteros, al detectar el plan, prepararon la defensa del establecimiento. Con ese objeto reunieron en Walix a todos los piratas interesados en la preservación del sitio, trasladaron a indios mosquitos para que los auxiliaran en la defensa, imploraron protección a las autoridades de Jamaica, aumentaron sus fortificaciones a la entrada del río de Walix y prepararon su defensa para ser atacados por mar y no por tierra. Por su parte, el mariscal Figueroa se embarcó en Bacalar, desembocó en la Bahía del Espíritu Santo e hizo creer a los piratas que serían atacados precisamente por mar. Una parte de la expedición, encabezada directamente por Figueroa desembarcó en un punto cercano a Walix, sin ser vista, y cayó repentinamente sobre los corsarios, los cuales fueron totalmente derrotados luego de tres horas de cruento combate. Se incendiaron las casas y rancherías de los cortadores de palo del lugar y se destruyeron las fortificaciones. Los prisioneros fueron enviados a San Juan de Ulúa y La Habana. Terminada la empresa militar, Figueroa volvió a Bacalar. De regreso a Mérida, enfermó de gravedad y en un rancho denominado Chacal o Las Víboras falleció el 10 de agosto de 1733. Su cuerpo fue sepultado en el pueblo de Chunhuhú y más tarde sus restos fueron trasladados a la iglesia de Santa Ana de la ciudad de Mérida. Respecto de la fecha en que se verificó la destrucción de Walix, hay contradicciones. El padre Lara no cita ninguna y Justo Sierra menciona dos, una en sus Efemérides, el 22 de febrero de 1733, y otra en sus Ojeadas sobre Belice, los años comprendidos entre 1726 y 1730.

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