Solís y Paz, Francisco de Gobernador de Yucatán (1582-1583 y 1584-1586). Nació en Salamanca, España. Sus padres fueron Francisco de Solís y Catalina de Paz. El rey de España, Felipe II, lo nombró gobernador de Puerto Rico el 31 de diciembre de 1568, a donde se trasladó junto con su esposa Catalina Álvarez y sus hijos Pedro, Diego, María y Juana. El 24 de abril de 1580 fue designado gobernador de Yucatán y llegó a esta provincia el 22 de septiembre de 1582, para tomar posesión del cargo el 28 de ese mes y año. La provincia se encontraba bastante intranquila por los escándalos del gobernador saliente, Guillén de las Casas, ante lo cual Francisco de Solís inició juicio de residencia contra su antecesor y le dictó acto de formal prisión debido a la queja presentada por Fernando de Bracamonte, ya que había deshonrado su casa.
En sus inicios, su gobierno no tuvo diferencias con el obispo, frailes y vecinos, como había sucedido con otras administraciones, porque al parecer se logró un buen entendimiento entre las partes. Sin embargo, las quejas contra la anterior administración llevaron a la Audiencia de México a enviar al oidor Diego García de Palacios para cumplir funciones de visitador. Entre las funciones del visitador estaban las de hacerse cargo del gobierno, tasar los tributos y enmendar los agravios hechos. Al llegar el visitador a Mérida, Francisco de Solís le entregó el gobierno, del cual tomó nuevamente posesión a fines de 1584, cuando García de Palacios fue llamado por la Audiencia de México.
Durante la gestión del visitador, Francisco de Solís se dedicó a reducir a los indígenas en sus poblados. Al retornar a Mérida para hacerse cargo otra vez del gobierno, la Audiencia le encomendó la comisión de terminar con el censo de indios tributarios, en compañía del defensor Francisco Palomino, aunque por enfermedad delegó dicha comisión. Revisó las cuentas correspondientes a 1582, 1583 y 1584, encontró todo en orden, aunque detectó que en la cuenta de los tributos confiscados a el Adelantado Montejo había un déficit, debido a que se habían dado pensiones no sólo a cuenta de tales tributos, sino de la misma caja real. Por ese tiempo, llegó a Yucatán la noticia de que los ingleses se habían apoderado de Santo Domingo y se temió por la seguridad de la Península. Francisco de Solís redobló la vigilancia en las costas, apostó guardias y ordenó a las milicias provinciales que estuvieran preparadas para la defensa de estas tierras. También mandó que los indígenas se armaran para cooperar en la defensa. Después de esta medida, se descubrió en Campeche una conspiración contra los españoles encabezada por Andrés Cocom, de Sotuta. El gobernador y su teniente León de Salazar dieron con los responsables y se les sentenció a muerte; sus cabezas fueron puestas sobre la vía pública para escarmiento de los indígenas. La inquietud por una insurrección mayor lo llevó a revocar el mandato de armar a los nativos.
Durante su administración tuvo algunas dificultades con los oficiales reales al mantener diferencias con ellos. Una de las diferencias fue que al morir Diego de Santillán quedaron vacantes las encomiendas de su esposa Beatriz de Montejo. Los oficiales pidieron que se pusieran en la Corona para aumentar las rentas. Francisco de Solís sólo puso las encomiendas de Tabuctzotz y Mocochá y decidió que daría las de Hunucmá y Tixkokob a Martín de Palomar, la de Nolo a Diego de Ordóñez, a quien hizo casar con la huérfana Beatriz de Santillán, y la de Chubulná a la nieta del conquistador Pedro Álvarez, quien casó con Agustín Magaña, hijo de otro conquistador. Los oficiales llevaron el caso a la Audiencia de México, pidieron la revocación en la concesión de encomiendas, lo que provocó el disgusto de Solís y las consiguientes trabas para el ejercicio de los cargos de los oficiales. Otra dificultad la tuvo con el alcalde mayor de Tabasco, Juan Ruiz de Aguirre, quien decidió dejar de depender de la jurisdicción política de Yucatán y pasarse a la de Nueva España. El gobernador Solís preparó sus acusaciones contra el alcalde y protestó contra esa acción. También enfrentó problemas con el Ayuntamiento de Mérida, al no poder imponer sus candidatos como regidores de la ciudad.
Su teniente de gobernador fue Fernando Castro Polanco, a quien le toleró una serie de arbitrariedades y abusos para hacer más lucrativo su cargo a expensas de los naturales. La veta que explotaron ambos fue la confirmación de las elecciones anuales de la república de indios, la aprobación de aranceles y la expedición de mandamientos. El 25 de octubre de 1586, entregó el gobierno a su sucesor y se avecindó en Mérida. Ahí se casó por segundas nupcias con Ana de Montejo y dejó larga descendencia. De los hijos de su primer matrimonio, dos se casaron en Mérida Diego, capitán de Corazas, con Catalina de Arellano y Montejo, nieta de Montejo, el Mozo, y Juana, con Gaspar Pacheco y Dorantes, hijo del conquistador Melchor Pacheco. También consta que su hijo Pedro vivía en Mérida en 1588.