Fuensalida, Bartolomé (Siglo XVII) Fraile franciscano que en tres ocasiones participó en el intento de conquistar y evangelizar en forma pacífica a los itzaes del Petén. En los dos primeros intentos (1618 y 1619) Fuensalida fue nombrado jefe de la misión y se hizo acompañar por el fraile Juan de Órbita. En la primera expedición los frailes emprendieron su marcha sin elementos oficiales. Se dirigieron primero a Salamanca de Bacalar, cuyo alcalde les ofreció protección. En unión de este funcionario se trasladaron a Tipú que hoy ha desaparecido del mapa y que en ese entonces constituía el límite de las posesiones españolas en aquella región. Fuensalida creyó conveniente detenerse allí para sondear la voluntad de Canek, cacique de los itzaes, antes de penetrar en su territorio. Envió para ello a un indio llamado Francisco Cumux con una carta en la cual pedía permiso a Canek para visitar su isla y predicar en ella el cristianismo, garantizando que no llevaría consigo ningún hombre de armas. Quince días después volvió el mensajero acompañado de algunos itzaes, los cuales manifestaron a los religiosos que podían pasar cuando quisiesen al Petén. Fuensalida y Órbita se pusieron en camino el día 15 de agosto de 1618; aunque experimentaron grandes dificultades, al fin llegaron a las riberas de la laguna, en cuyo centro se alzaba la isla, último refugio itzae. Embarcados en dos canoas proporcionadas por Canek llegaron a la isla. Inmediatamente comenzaron con sus trabajos de evangelización, no sin antes visitar al cacique.
Fuensalida, que conocía perfectamente la lengua maya, comenzó a predicar en la plaza del pueblo, donde expuso los principios del cristianismo, recordó a los indígenas las profecías que vaticinaban la adopción de una nueva religión, la de la Cruz y exhortó a que se le reconociese. Sin embargo, los itzaes dijeron que aún no había llegado el tiempo de abrazar otra religión. A pesar de este primer fracaso, los franciscanos continuaron su recorrido por el pueblo donde encontraron un templo erigido en honor del dios Tzimin Chac, al cual se le representaba bajo la figura de un caballo. El origen de este dios era muy curioso. Cuando Hernán Cortés pasó un siglo antes por aquel territorio, durante su expedición a Honduras, dejó en el Petén un caballo enfermo, que encomendó a los itzaes, ya que a su regreso lo recogería. Cortés nunca volvió por allí. Sin embargo, los itzaes colocaron al caballo en una de las mejores casas de la isla, le daban de beber pitarrilla y le servían en la comida conejos y aves que cazaban en los montes. Lógicamente el caballo murió de hambre. Entonces los indígenas acordaron construir un caballo de mampostería, que fue colocado en uno de los templos de la isla, con el fin de que cuando Hernán Cortés regresara viera que a su servidor lo habían convertido en un dios. El nombre de Tzimin Chac, que significa caballo del trueno, provino de la creencia indígena de que el mismo caballo despedía rayos cuando el jinete que lo montaba disparaba sus armas de fuego. Juan de Órbita, enardecido, destrozó al ídolo y solamente porque Fuensalida aplacó con un discurso los ánimos adversos de los itzaes, no fueron atacados y muertos en ese mismo instante. Ante la negativa indígena de aceptar el cristianismo, los frailes decidieron abandonar la empresa con la idea de volver en otra ocasión más propicia. Se embarcaron rumbo a Tipú en una canoa que fue apedreada en los momentos de desprenderse de la orilla. Ya en Tipú, Fuensalida determinó volver a Mérida con el deseo de implorar auxilio al gobernador Briceño. Éste les proporcionó unas cartas para el alcalde de Salamanca, algunas órdenes para los caciques de la comarca y una autorización para estipular con Canek las condiciones en que podría someterse al dominio español. Satisfecho el misionero con este despacho, volvió a reunirse con su compañero y después de varias dilaciones, ambos surcaron por segunda vez la laguna de Itzá, seguidos de algunos indios de Tipú.
En el mes de octubre de 1619 llegaron a la isla. Fueron recibidos por el cacique y sus principales capitanes. Este recibimiento les hizo concebir grandes esperanzas y reanudaron inmediatamente los trabajos de evangelización. Al parecer, Canek dio muestras de ablandarse con una capitulación que Fuensalida celebró con él en nombre del gobernador de Yucatán. En ella, Canek se comprometía a reconocer el dominio español con la condición de que el cacicazgo sería conservado en él y sus descendientes, que sus vasallos serían eximidos por 10 años de pagar todo tributo a la Corona y que sólo pasado este plazo podría imponérseles uno muy moderado. A pesar de estas negociaciones, Canek y sus compatriotas se negaron a recibir el bautismo. Mandó, sin embargo, erigir una gran cruz en las inmediaciones de su palacio, dio a los religiosos algunos criados para que los sirviesen y ya se pensaba sujetar a la aprobación del gobernador el tratado mencionado anteriormente, cuando aconteció un suceso que echó por tierra todos los planes. Se cree que la esposa de Canek, influida por los sacerdotes, pidió a éste que despidiera a los franciscanos ya que la población estaba irritada por la protección que les dispensaba. Los frailes fueron violentamente expulsados de la isla, fracasando de nuevo la misión. En 1639, la provincia de Bakhalal se había insurreccionado, quedando únicamente bajo la obediencia del gobierno colonial la villa de Salamanca. Como la Corte había prohibido las expediciones armadas, se pensó en mandar misioneros que por medio de la persuasión, intentasen hacer volver a los indios a la obediencia del rey y de la Iglesia. Los franciscanos se ofrecieron a desempeñar la misión de Bacalar. En 1641, el provincial franciscano, fray Antonio Ramírez, designó a Fuensalida y al lego Juan de Estrada para llevar a cabo la reducción pacífica de los itzaes, dado que el primero ya conocía muy bien la zona y ambos dominaban la lengua maya. Posteriormente se les unieron los frailes Bartolomé Becerril y Martín Tejero. Llegaron juntos a Salamanca de Bacalar, donde el grupo se dividió. Fuensalida y Estrada se dirigieron hacia Tipú, el principal de los pueblos levantados. Pero a la mitad del camino fueron detenidos por unos indios que los llevaron al pueblo de Zaczuc. Allí se enteraron de que el cacique de Tipú no estaba de acuerdo con la visita de los frailes. Fuensalida no se desanimó y decidió dirigirse a Hubelná. Pidió autorización de pasar al cacique del pueblo, que se la otorgó y además fue a buscarlo y lo alojó en su propia casa. Sin embargo, sus vasallos, capitaneados por un sacerdote itzae, invadieron el lugar donde estaban alojados los misioneros, los ataron y destruyeron todas las imágenes y ornamentos que tenían consigo. Después de insultarlos, les ordenaron que se regresaran a Salamanca. A los frailes no les quedó más remedió que obedecer. Nuevamente la misión de pacificar a los itzaes se vio frustrada.
Posteriormente surgieron otras expediciones encabezadas por los franciscanos, pero no fue sino hasta 1697 cuando se logró conquistar y someter a los itzaes mediante la fuerza de las armas. Fuensalida fue uno de los fundadores del convento de la Mejorada en Mérida, junto con fray Pedro Navarro, primer presidente, fray Juan de Azebedo (Acevedo), fray Juan de Órbita, fray Juan García y el lego fray Juan Fernández.