Nahuatlismos Son aquellos términos lingüísticos provenientes del náhuatl que, con el paso del tiempo, han sido incorporados al castellano. Esta influencia se advierte lo mismo en el castellano que se habla en México como en el que se habla en España, así como el de los países de América Central y de América del Sur. Se trata, en gran parte, de palabras que han sido aceptadas por casi todas las lenguas de los países occidentales. En el caso de Yucatán, además de la lengua maya, cuya influencia es obvia, como resultado de los cuatro siglos de convivencia entre las culturas europeas e indígenas americanas, y de otras más, como el arawaco y el caribe, el náhuatl ha aportado una gran cantidad de voces de uso cotidiano en la región, proceso de incorporación que ha sido facilitado por las características fonéticas de dicha lengua. Alfredo Barrera Vásquez llama la atención sobre el hecho de que, incluso antes de la conquista española, ya se usaban en lo que actualmente es Yucatán algunos términos provenientes del náhuatl, como consecuencia de la llegada a tierras mayas de grupos procedentes del Altiplano Central desde el siglo X d.C. Entre las palabras que, de acuerdo con Barrera Vásquez, ya se conocían en esta región desde tiempos prehispánicos, figuran hipil, tamalí y probablemente macehual. Este autor agrega que algunos de esos vestigios léxicos hacían referencia a la guerra y a la organización política, como chimal (escudo o adarga) y tupil (alguacil o policía); Jesús Amaro Gamboa agrega a esta lista la palabra atlatl o lanzadardos, objeto que no era conocido por los mayas antes de que los toltecas llegaran a la región maya. Hipil o huipil, término que designa una prenda de vestir de origen indígena, era también conocido antes de la llegada de los europeos.
La lista completa de las palabras de origen náhuatl incorporadas al castellano, y especialmente al que se habla en Yucatán, presentada por Barrera Vásquez, sin incluir las ya mencionadas, es: aguacate, achiote, anacahuita, apaste, apazote o epazote, atole, cacahuate, cacle, camote, canica, coa, cocoyol o coyol, comal, coyote, chachalaca, chamaco, chapopote, chayote, chicle, chichihua, chirmole o chilmole, chile, elote, huacal, huachinango, hule, jícara, jiquipil, maculís, machote, mecate, milpa, nistamal, petate, pijijí, pinole, pisote, pochote, popote, pozole, sinsonte o sensontle, tenate, tepescuinte, tequioso, tomate, tuza, zacate y zopilote. Víctor M. Suárez Molina agrega a esta lista otras palabras, como: coconete, cuico, chapotear, chocolate, chueco, mitote, molote y zapote. A propósito del término chocolate, Barrera Vásquez considera dudoso su origen náhuatl, ya que en maya la misma bebida a que se refiere se denomina chokoha’. De acuerdo con el mismo investigador, son de origen dudoso también jícama (chi’kam, en maya) y cojolito (kox, en maya). Señala también que existe la creencia de que la palabra cacao es una palabra náhuatl, ya que el español la obtuvo de esa lengua. Reconoce que hasta cierto punto eso es verdad, pero es preciso aclarar que originalmente se trata de un préstamo lingüístico del maya al náhuatl, y en esta lengua se le agregó el sufijo atl. La prueba que ofrece Barrera Vásquez para sustentar su afirmación, radica en el hecho de que en cada uno de los dialectos de la familia lingüística mayense, si acaso no se recurre a la misma palabra cacao para designar ese producto, se dispone de alguna variante de la misma, como en el maya yucateco, en cuyo caso la denominación correspondiente es ca-can, y en el chol y el pokomchi es quicom.
Barrera Vásquez explica también el significado original de la palabra sinsonte o sensontle, que en efecto proviene del náhuatl, y con la que se designa al pájaro así conocido y, al mismo tiempo, significa cuatrocientos, que es la segunda unidad del sistema de numeración vigesimal indígena. Esta palabra puede traducirse también como «innumerables», y esto se relaciona con la gran variedad de voces que puede adoptar el ave en cuestión, cuyo nombre completo es sentsontlahtolli o «habla múltiple». Víctor M. Suárez Molina examina el caso de la palabra pozole, también de origen náhuatl, tal como puede observarse en la lista precedente. Indica que, si bien se trata de la misma palabra que se usa en el centro de México y en otras regiones para referirse a un alimento cocido que se prepara con carne y maíz en un caldo condimentado, en Yucatán, como en Tabasco y Campeche, se refiere a una bebida hecha de masa de maíz. Sin embargo, a diferencia de Tabasco, en Yucatán esta palabra conserva la terminación «ole», mientras que en aquella otra entidad se conoce como pozol, a pesar de que Yucatán está más apartado geográficamente del Valle de México.
Amaro Gamboa refiere también la supresión de la letra «l» en algunas palabras del náhuatl con terminación «tl». Esta supresión, que atribuye a los mayas chontales desde antes de la Conquista, apoya los argumentos de Eric J. Thompson cuando pretende demostrar que, por lo menos, una de las dos migraciones históricas registradas en la Península durante el siglo X correspondió a putunes nahuatlizados. También resulta interesante recordar que ciertos apellidos mayas de Yucatán tienen un origen náhuatl como Cetzal, Cox, Culua, Chimal, Iuit, Nauat, Pan, Panti, Tepal, Ueuet, Xiu, etcétera.