Layseca y Alvarado, Antonio (1639-1688) Marino experimentado que hizo su carrera en las flotas que partían de Cádiz a las colonias españolas en América, fue gobernador de Yucatán de 1677 a 1679 y de 1680 a 1683. Nació en Madrid y murió en Sevilla, España. Era almirante de la flota que en 1677 debía salir para Nueva España cuando tuvo la idea de solicitar al rey, el gobierno de la provincia de Yucatán, en donde poseía, en el distrito de Valladolid, una encomienda administrada por uno de sus escuderos. Carlos II le concedió tal petición y lo nombró gobernador por cinco años, el 12 de noviembre de 1677, aunque formalmente, tomó posesión de su cargo en la ciudad de Campeche el 18 de diciembre de ese mismo año. El monarca español le ordenó en un despacho una serie de medidas tendientes a proteger a los indios como la prohibición de sacar dinero de las cajas de las comunidades de indios y la imposibilidad de servirse de los mismos para ocuparlos en labores de beneficio personal, así como también lo facultó para desterrar a toda aquella persona que pudiera ser considerada perniciosa, previa especificación de la causa de la pena. Instalado en el gobierno, Layseca se informó del estado que guardaba la provincia y de inmediato ordenó a Gonzalo Boroallo que inspeccionase las fortificaciones de Campeche y a Íñigo de Mendoza las de Mérida. En ambos lugares, la defensa en armas y hombres era insuficiente y aunque los encomenderos, escuderos, mestizos y mulatos representaban una fuerza militar mayor, que cuando se requería, apoyaban la defensa de la provincia, no se podía contar con ellos en un ataque imprevisto, ya que se encontraban en los pueblos de sus granjerías y se necesitaban por lo menos 20 días para reunirlos.
El gobernador, temeroso por la inseguridad de la provincia, dada la osadía de los piratas y corsarios, escribió reiteradamente al virrey y al soberano con el fin de solicitar refuerzos para remediar la desesperante condición en que se encontraba Yucatán. Layseca había recorrido la costa desde Sisal hasta Dzilam, donde se percató de los desembarcaderos y caminos que tenía el enemigo para invadir las poblaciones y aun la misma capital sin que nadie lo notara. Estaba inmerso en la problemática de la defensa de Yucatán, cuando le llegó la noticia de que en la población de Pepenate, situada junto al río Usumacinta, los indígenas se habían sublevado matando al encomendero y a 14 españoles más. Aun cuando pensó en la posibilidad de enviar fuerzas a Tabasco en auxilio del alcalde mayor, prefirió no hacerlo y salvaguardar la capital y las villas de Yucatán, a la vez que siguió solicitando refuerzos para la protección del territorio a su cargo, sobre todo de los corsarios y piratas. Posteriormente, y a pesar de la inseguridad que ello representaba para Yucatán, en junio de 1678, envió 90 hombres a Tabasco. En esos momentos tuvo noticias de que en el pueblo de Sahcabichén, distrito de Champotón, algunos indígenas aliados con los rebeldes de Tabasco, se preparaban para hostilizar a los pueblos pacíficos de aquel rumbo; con el fin de enfrentarlos, hizo salir inmediatamente 100 pardos e indios flecheros con la comisión de apoyar a las fuerzas de Tabasco. Al parecer tuvieron éxito y además lograron momentáneamente desalojar a los filibusteros de la isla de Términos y arrasar con lo que hubiera. El gobernador, consciente de que era un éxito temporal, escribió de nuevo para solicitar refuerzos y poder desalojar definitivamente a los ingleses de los territorios que ocupaban en la Isla y Laguna de Términos. Éstos nunca llegaron, no obstante las repetidas peticiones de Layseca. El 10 de julio de 1678, Campeche fue saqueado durante tres días y se llevaron a más de 250 personas cautivas, entre ellas había más de 100 niños, por los cuales pedían considerable rescate. La noticia llegó a Mérida dos días después. El gobernador envió el poco auxilio que tenía y él mismo pasó a Campeche, desde allí escribió un informe al rey contando lo sucedido y exponiendo su constante solicitud de auxilio al virrey de la Nueva España. Le insistía al monarca en la necesidad de que se le enviasen 300 infantes y una compañía de 100 caballos para defender Campeche, así como la construcción de una ciudadela que pudiese albergar a todas las fuerzas militares, la fabricación de un muelle que entrara bien en el mar y dos barcos guardacostas bien armados. Escribió también a México y como resultado, el virrey envió a Campeche 70 hombres jefaturados por el alférez Palacio.
Meses más tarde el obispo Escalante Turcios de Mendoza recibió una cédula del rey, de fecha 11 de agosto de 1676, en la cual el soberano le informaba sobre los excesos cometidos en los tratos y contratos celebrados entre las autoridades y los naturales, petición hecha por los protectores de indios para la defensa de los naturales y la revisión de los aranceles parroquiales con el fin de evitar que fuesen excesivos. El obispo cumplió esta comisión durante su visita pastoral. La Audiencia de México, por su parte, decidió enviar un visitador a Yucatán para informarse sobre la realidad del gobierno de Layseca y Alvarado. El 20 de febrero de 1679 llegó el visitador Juan de Aréchiga para residenciar a Layseca. El gobierno de la provincia quedó en manos del visitador; mientras el juicio duraba poco más de un año; al concluirse, Layseca, fue absuelto de todo cargo y culpa, siendo restituido en el gobierno. En 1680, los filibusteros volvieron a apoderarse de la isla y Laguna de Términos. Nada pudo hacer el gobernador ya que los auxilios solicitados nunca llegaron. En los últimos años del gobierno de Layseca no se registraron nuevos ataques de corsarios. Fue sustituido en julio de 1683 por Juan Bruno Téllez de Guzmán.