Laja

Laja  Manto rocoso de naturaleza calcárea y extremadamente dura, que aflora sobre la superficie del terreno, o subyace a suelos generalmente pedregosos y de escasa profundidad. En maya se denomina chaltún. La laja aparece continuamente sobre la mayor parte del territorio peninsular, pero principalmente sobre las planicies bajas que abarcan en toda su anchura la porción norte y las formaciones cerriles que conforman el macizo central. Se forma naturalmente por una serie de cambios físicos que sufre el «sascab» de la superficie hacia abajo. Al emerger el fondo marino y ponerse el sascab en contacto con la atmósfera, los minerales que lo constituyen sufren la destrucción de sus estructuras originales, sobreviniendo después una recristalización del carbonato de calcio bajo la forma de calcita ordinaria en el interior de los poros del propio sedimento, rellenándolos poco a poco, hasta consolidar un estrato masivo, cada vez más duro, en el cual los restos de los organismos marinos fósiles ya no aparecen tan claramente como en el sascab, quedando sólo las impresiones que sirvieron de moldes que dejaron las formaciones conchíferas ya desaparecidas, y cuando todavía están presentes, se ven como incrustaciones dispersas dentro de la matriz rocosa. El grado de dureza que presenta la laja es muy variable, ya que hay lugares donde apenas comienza a formarse, en otros sitios se presenta bien consolidada y en extremo endurecida, al grado que al golpearla con algún fragmento rocoso similar se producen sonidos metálicos. La laja se forma con independencia de la edad geológica de los sedimentos que la originan, el grado de consolidación y endurecimiento si parecen tener una marcada relación con su antigüedad, lo cual se asocia también con su localización geográfica, correspondiéndole a los depósitos más recientes de la periferia peninsular el menor grado de dureza. También muestra una clara tendencia al resquebrajamiento y fragmentación, lo cual origina la abundante pedregosidad que caracteriza a los suelos yucatecos. Esta piedra se utilizó para las construcciones de majestuosos templos y demás edificaciones en ciudades y centros ceremoniales, de sus caminos y obras hidráulicas como sus cisternas y aljibes. Durante la Colonia, la laja sirvió para la construcción de los grandes templos y conventos franciscanos y residencias destinadas a sacerdotes, caballeros españoles y sus descendientes criollos. Actualmente la laja se tritura para producir el llamado polvo de piedra.