Ichcaansihó Antiguo centro ceremonial prehispánico sobre el cual fue erigida Mérida. También es conocido con el nombre de T’hó, «lugar de cinco cosas». Según los estudiosos, el hecho de que el nombre de Ichcaansihó tenga gran significación en los documentos de origen indígena, pero que esté ausente en los documentos de origen español, se debe a que Ichcaansihó era el nombre culto que registraban las tradiciones hieráticas y T’hó o Tihó era el nombre común. El significado más preciso de la palabra Ichcaansihó es el de «Faz del nacimiento del cielo», aunque también puede significar “entre los altos sihoes”, este último término es el nombre de un árbol no identificado.
Alfredo Barrera Rubio, en su trabajo «La conquista de Yucatán y la fundación de Mérida», publicado en el Boletín de la Escuela de Ciencias Antropológicas, 1983, refiere que fueron cinco las principales construcciones mayas encontradas en Ichcaansihó o T’hó y que, según la descripción que fray Diego de Landa hace de una de éstas, se puede inferir la existencia de elementos arquitectónicos del Puuc, como la utilización de columnillas en la decoración de los edificios y de columnas con capitel en algunas de las entradas de las cámaras abovedadas, las cuales estaban dispuestas en cuadrángulo con arcos de acceso al patio o plaza interior. Todos estos vestigios arqueológicos mayas fueron destruidos y sus piedras utilizadas para la construcción de la nueva ciudad. En el edificio citado, fue donde se construyó el convento de San Francisco, que posteriormente se convirtió en la ciudadela de San Benito. Por otro lado, del gran cerro que se levantaba en el costado occidental de la plaza mayor se tomaron las piedras para la edificación de la Catedral y casas de los vecinos. Entre las piezas arqueológicas mayas de la antigua Ichcaansihó que han perdurado, se encuentra la escultura conocida como el Moro Musa, hallada en la calle 56 x 65. Al parecer, representa a un Halach Uinic o dignatario maya que consta de tres piezas movibles, la cabeza, el tronco y la base. Lleva un tocado de una banda de conchas y una manta tejida. Otros vestigios se encuentran en el costado sur del templo católico de El Jesús, frente al Parque Manuel Cepeda Peraza y en la fachada oriente del edificio central de la Universidad Autónoma de Yucatán. En la actualidad, el crecimiento de la mancha urbana de Mérida, con su consecuente construcción de calles, parques, fraccionamientos, etcétera, ha revelado la existencia de numerosos vestigios arqueológicos, que son indicadores de la antigua grandeza de Ichcaansihó o T’hó. Según indica el trabajo de Alfredo Barrera Rubio, en 1983 se habían podido localizar alrededor de 30 núcleos de asentamientos prehispánicos en el perímetro de la actual zona metropolitana. La mayoría de éstos corresponden a estructuras de carácter doméstico que se han fechado del Clásico, aunque hay también evidencias cerámicas de ocupación preclásica. Probablemente su mayor esplendor fue en el Clásico Tardío, 600-1000 d.C., época en la que Ichcaansihó se convertiría en una unidad política de primer orden. Los impresionantes vestigios arqueológicos de Mérida, que en algunos casos se han podido cuantificar, son comparables a la arquitectura monumental de Izamal, Chichén Itzá y Uxmal. Con base al análisis de un mapa topográfico de 1864-1865, se pudo calcular que la plataforma prehispánica donde se construyó el convento de San Francisco, medía alrededor de 120 m de lado y su altura debió de ser cuando menos de 8 m, dato obtenido según fotos de principios de este siglo. Dimensiones similares debieron tener las demás construcciones mayas, lo que demuestra que la Mérida prehispánica fue más grande que numerosos sitios del área circundante.
Edward B. Kurjack, en su trabajo “Geografía Política de los Antiguos Mayas en el N.W. de Yucatán”, México, publicado en el Boletín de la Escuela de Antropología, 1975, dice que tanto Ichcaansihó como Izamal fueron centros regionales dominantes que ejercían funciones especiales para los demás sitios sobre la planicie costera norte y que en algún momento fueron centros de organización territorial, dominando cada uno de ellos aproximadamente la mitad del noroeste de Yucatán.