Izamal (Nuestra Señora de) Su historia está íntimamente ligada a la cristianización de Yucatán. Según fray Bernardo de Lizana, cronista de Izamal, la imagen llegó a la Península por encargo de fray Diego de Landa, quien hizo traer de Guatemala dos ejemplares de la Inmaculada Concepción, una para Mérida y otra para el convento de Sisal en Valladolid. La de Mérida llegó a su destino sin contratiempos, mientras que la segunda fue objeto, según las autoridades eclesiásticas, de un milagro, ya que al pasar por la antigua ciudad santa de Izamal se tornó tan pesada que resultó imposible transportarla al convento de Sisal y se quedó instalada con toda solemnidad en esa localidad. En 1648 llegó a Yucatán el flagelo de la fiebre amarilla. Agotados los remedios de la época, se recurrió a la oración y contra la protesta de los caciques de Izamal, la imagen partió en procesión hacia Mérida. El cronista Diego López de Cogolludo refiere que hasta la virgen tuvo dudas acerca de su salida del santuario ya que el rostro de la imagen estaba «como encendido y airado que parecía mostraba ceño y enojo». Las limosnas recabadas durante el viaje permitieron construirle un camarín, además de un trono y andas de plata, así como diversas mejoras al santuario. El historiador Miguel A. Bretos, en su libro Iglesias de Yucatán, refiere que el camarín de la Virgen de Izamal se concluyó entre 1650 y 1656 y hasta la fecha se conserva intacto, aunque vacío de todos sus ornamentos. Fue el primero de la Nueva España y punto de partida de una serie de hermosos camarines de la Virgen, construidos en la Península durante la segunda mitad del siglo XVII y todo el XVIII. La planta del camarín es un rectángulo de aproximadamente 12 m por 7, encontrándose la capilla de la virgen en el nivel superior.
Otros cronistas de la época, así como una serie de tarjas instaladas entre 1730 y 1769 sobre los portales de la plaza aledaña a la acrópolis, demuestran que la imagen de la virgen realizó numerosas peregrinaciones para liberar a los pueblos de la peste, plagas de langostas y otras calamidades que asolaban a la Colonia. El 16 de abril de 1829, el interior del camarín fue devastado por un incendio y la imagen venerada durante dos siglos y medio quedó reducida a cenizas. Sin embargo, aún sobrevivía la otra imagen traída por Landa y que estaba en manos de Narcisa de la Cámara, dama meridana que la heredó de sus mayores. Ella facilitó la imagen al santuario, misma que fue transportada a Izamal en noviembre de ese año. Se afirma que esta segunda imagen, que es la que actualmente se venera, estuvo en manos de la familia de la Cámara por más de 100 años y que perteneció a Magdalena Magaña, tatarabuela de Narcisa. En 1881 fue retocada por el pintor Gumersindo Sandoval, de Mérida, y coronada por el obispo Crescencio Carrillo y Ancona en 1890. Aunque la imagen original de la Virgen de Izamal desapareció, se conservan varias excelentes representaciones pictóricas tomadas del natural. De gran importancia son dos lienzos anónimos existentes en Mérida. Uno representa a la imagen sobre su peana con todas sus vestimentas y se conserva en la Pinacoteca del Estado Juan Gamboa Guzmán. Fue pintado en 1769 en conmemoración de la visita de la imagen a esta capital ese año. El otro es un retrato del deán y vicario capitular, Agustín Echano, y se conserva en las oficinas del Arzobispado de Yucatán. Bretos indica que el retrato es una elegante pieza pintada a expensas del Venerable Cabildo y muestra al deán en presencia de la imagen de la virgen en su nicho portátil, el mismo que figura en la pintura de la pinacoteca del estado. Por la escala se observa que la imagen original era de mucho menor tamaño que la actual y en términos estilísticos más congruente con su época y procedencia, a diferencia de la que hoy se venera. A mitad del siglo XIX, el tesoro de la Virgen de Izamal, una respetable acumulación de donativos valiosos que alguna vez guardó el camarín, pudo preservarse. Pero a través de los documentos que contiene el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Yucatán, se puede conocer un extenso inventario de las joyas vendidas en el extranjero para subvencionar los gastos de la Guerra de Castas.